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Chilavert, como el muchachito del matiné

Cosas de chicos. Y de grandes. Y de todos. Esa ilusión o sueño de hacer algo que pareciera estar previsto solo para las películas. Escenas increíbles en donde el muchachito se quedaba con la más linda o salvaba solito a todo el pueblo de los feroces delincuentes.

Proezas, digamos, de cuando éramos chicos. Desde caricias al corazón con la “conquista” del  niño o la niña que nos gustaba hasta pruebas casi circenses que algunos desafiaban desde la física y nos hacían admirarlos o envidiarlos, ya que se llevaban todas las miradas del momento. Triple mortal desde el trampolín de la pileta, cruce a nado de casi un kilómetro en el lago o escalar sin transpirar una montaña inaccesible para la mayoría. Manejo de los tiempos y las máquinas sofisticadas hasta ser el mejor en el trompo o el balero. Usted me entiende.

Bueno, eso hizo José Félix Chilavert el 22 de marzo de 1996. Arquero él, le metió un gol desde más atrás de la mitad de la cancha a Germán Burgos en un partido entre Vélez Sarsfield y River Plate. 

Muchas veces se han convertido goles desde muy lejos, goles para el recuerdo. Martín Palermo, Walter Perazzo, José Luis Calderón y otros lo han hecho. Pero el paraguayo Chilavert era arquero, y su personalidad, arrasadora. A los 22 minutos de la segunda etapa, con el encuentro igualado 1 a 1, Enzo Francescoli le cometió una infracción a Raúl Cardozo a unos diez metros de la raya central y sobre el sector izquierdo del terreno. El árbitro Carlos Mastrángelo cobró el tiro libre. Christian Bassedas se aprestaba a ejecutarlo, cuando, desde el arco, José Luis Chilavert, actor estelar, salió disparado hacia el lugar de la falta y, cordial y educado, le gritó “Agachate” al atribulado juez, que hubiera perdido la cabeza de no haber acatado la orden y que, en esa noche lluviosa, se retiraba del referato. El guardameta impactó con vehemencia el balón, con su pie izquierdo, buscando la red defendida por Burgos, el portero rival.

Las 35 mil almas se silenciaron mientras el balón se hacía luna y bajaba en el arco millonario para desatar la locura de todo Vélez. El partido terminaría tres a dos para los de Liniers. Chilavert pasaría aquella noche a ser un mito, una condición que aumentaría con el correr de los años y sus hazañas deportivas.

Marcó en su carrera 62 goles, es el arquero que más veces lo hizo en el fútbol argentino, el primero en meter un gol de tiro libre y el único que convirtió tres en un mismo partido.

Nacido en Luque, Paraguay, el 27 de julio de 1965, Chilavert –no solo esa noche en el estadio José Amalfitani– fue el que tiró la piedra más lejos, el que ganó la carrera hasta la esquina, el que trepó al árbol más veces. Chilavert fue esa noche de marzo del 96 el héroe del matiné. Ese que nos hacía comer los últimos caramelos con vehemencia mientras él salvaba a todo el mundo y luego se iba, en su caballo, con la chica soñada. 

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