Esa vez andamos a caballo”, fue la frase con la que Lolo quiso recordar, con sus 12 años, un paseo que había hecho por Villa Giardino (Córdoba). Íbamos conversando sobre destinos anteriores en pleno viaje largo, cuando nuestro amiguito se despachó con el “andamos”. “¡Anduvimos!”, gritamos el resto de los ocupantes del auto.
Ocurre que es muy notorio a los oídos de quienes hablamos español como lengua materna identificar cuando un verbo ha sido mal conjugado. Sin embargo, es un error muy frecuente que, si bien es más común en niños pequeños, no exime al mundo adulto de pisar alguna vez el palito. Por ejemplo, en ciertos diálogos podemos escuchar: “¿Le inducieron el parto?”, cuando la forma correcta es “indujeron”, porque se conjuga como “conducir”.
Nuestro idioma tiene verbos que se conjugan de manera regular; es decir, siguen patrones. A su vez, cuenta con verbos irregulares, que presentan cambios parciales en su raíz (si suprimimos las desinencias del infinitivo -ar/-er/-ir, tenemos la raíz del verbo: am-ar/tem-er/part-ir) cuando se conjugan.
“En ciertos diálogos podemos escuchar: ‘¿Le inducieron el parto?’”.
Además, existen los verbos supletivos, cuya alteración es total y propia, como por ejemplo: ir, haber o ser. Así, un mismo verbo conjugado adquiere formas muy diversas: voy, fuimos, yendo, iba… realmente para volver loco a cualquier aprendiz.
Para los gramáticos, ha sido una tarea ardua comprender y explicar los porqués de las irregularidades. Sobre las causas, la teoría más fuerte apunta a señalar que se deben a una herencia de la lengua latina.
Por su parte, el humanista Antonio de Nebrija señalaba que había que distinguir las verdaderas irregularidades verbales (puedo/podamos/pudiera, donde vemos cambios en la raíz) de las meras diferencias gráficas a que se ve obligada la lengua para mantener la pronunciación del mismo fonema (pago/pagué, acerco/acerqué: en estos casos, la raíz se mantiene).
TIPOS DE IRREGULARIDAD
Dentro de lo irregular, es posible trazar algunos ejes comunes. La Nueva gramática de la lengua española ofrece algunos verbos que sirven de modelos de conjugación para otros que comparten irregularidad.
Por ejemplo, “leer” (se conjuga como “creer” o “proveer”) tiene la particularidad de que el sonido vocálico “i” de algunas desinencias, cuando queda entre vocales, se transforma en el sonido consonántico “y”. De este modo, en el pretérito perfecto simple, la raíz “le” más la desinencia “-ió” no forma “leió”, sino “leyó”.
Otra forma de irregularidad es la que altera la raíz de forma parcial. Son modelos poder/puedo, tener/tengo, acertar/acierto, agradecer/agradezco.
La ortografía también se pone en aprietos en algunos casos de verbos irregulares. Hay veces que no hay alternancia fonética, pero sí variaciones gráficas. Por ejemplo, en dirigir, dirijo, diriges. El uso de la “j” y de la “g” va alternándose según las vocales que las siguen, pero ambas letras representan el mismo sonido.
En suma, el uso de los verbos irregulares no es cosa fácil; sin embargo, tampoco es algo imposible de aprender. Una linda práctica con los chicos es jugar a conjugar. ¿Vieron que una palabra incorpora a la otra? Recuperar las actividades lúdicas en las que se incorporan conocimientos es tarea de los grandes. Hacer del aprendizaje un disfrute, también.