Ilustración: Pini Arpino
Todas las mañanas de los sábados nos juntábamos en la canchita del barrio a jugar al fútbol y teníamos por costumbre ir temprano. Lo hacíamos porque uno de los buenos momentos antes de los partidos, mientras se armaban los equipos, eran los campeonatos de penales. A propósito de ello, les cuento esta historia.
El 30 de noviembre de 1977, en el marco del Torneo Nacional que ganaría Independiente venciendo a Talleres de Córdoba, se produjo una película de penales. Maradona (Argentinos) falló el primero de su carrera y René Houseman (Huracán) erró dos, todos en el mismo juego. Empataron dos a dos, en un emotivo encuentro, Huracán y Argentinos.
A los 15 minutos, “Chocolate” Baley le atajó un tiro penal a Diego, por falta de Carrascosa al propio Maradona. Antes del final del primer tiempo, Houseman marcó dos goles para el «Globo» y su equipo se fue al descanso ganando 2-0. En el arranque de la segunda etapa, Munutti contuvo un penal al “Loco” Houseman que hubiera significado, casi, la definición del partido. Entre los 10 y los 30 minutos de la segunda etapa, el “Bicho” sufrió dos expulsiones. Así y todo, descontó a los 39 minutos a través de López. Al rato, Houseman estrelló un penal en el travesaño, y en el último minuto, con dos jugadores menos, lo empató Argentinos, con tanto de Carlos Fren.
Una historia de penales y de falta de precisión de verdaderos cracks como Diego y René.
Si hacemos un juego, seguramente en cada casa, en la oficina, en el colegio, en el barrio o en la cancha profesional que sea, todos tendrán en la memoria un penal. Lo habrán atajado o errado, o, simplemente, lo habrán gozado o sufrido como hinchas.
Para que usted lo sepa, el 4 de junio de 1931, en la segunda fecha del primer torneo profesional de AFA, fue atajado el primer penal en la historia del fútbol rentado.
Jugaban Argentinos e Independiente, y a los 4 minutos, el jugador Vichera, de Argentinos, tocó el balón con la mano, dentro de su área. Ejecutó Manuel Seoane y atajó Luis Pardiez, arquero del “Bicho”. Fue la primera contención de un penal que se recuerde en el profesionalismo. Atajar uno es una proeza. Atajárselo a ejecutores como Bernabé Ferreyra, Rafael Albrecht o el “Chivo” Pavoni ya se transformaba en colosal, fantástico e increíble. Esos fueron algunos nombres de los infalibles que no marcaron en contadas ocasiones, habiendo rematado cientos de veces tiros desde los once metros.
Y hay, además, una larga lista de memorables penales atajados: el de Roma (Boca) a Delem (River) en el 62; el de Gatti a Vanderley (Cruzeiro) para que Boca gane su primera Copa Libertadores; o los del “Vasco” Goicoechea en el Mundial de Italia 90.
La cuestión es manifestar aquí esa sensación increíble que se debe experimentar en todo el cuerpo y el alma cuando la pelota choca contra una de tus manos y evita un gol de penal. Atajarlo, nada menos. Para que, como en los viejos tiempos, la tribuna cante: “¡Tenemos un arquero que es una maravilla, ataja los penales sentado en una silla!”.