En deportes individuales, para nosotros, no hay manera de no juntar esa actividad con un apellido y tratar de disfrutar del presente de ese deportista, porque luego, el tiempo pasará y nos daremos cuenta de que ya fue.
Tenistas, nadadores, boxeadores… nos han marcado. Pero solo al pasar algún tiempo de su retiro los comenzamos a extrañar, añorando esos buenos viejos tiempos.
Este mes se está cumpliendo un año sin el juego de Emanuel David Ginóbili, un año del retiro del más grande basquetbolista de nuestra historia.
El 27 de agosto de 2018, después de 23 años de una carrera llena de gloria, Manu le puso punto final a su exitosísima trayectoria que comenzó en Bahía Blanca, encontró la gloria en los Estados Unidos y alcanzó el Olimpo en Atenas. Un desempeño que hizo que jugadores como Magic Johnson o Larry Bird pidieran para él un sitio en el Salón de la Fama.
“Con una gran mezcla de emociones les cuento que decidí retirarme del básquet. Enorme gratitud para mi familia, amigos, compañeros, técnicos, aficionados y todos los que fueron parte de mi vida en estos 23 años. Fue un viaje fabuloso que superó cualquier tipo de sueño”, publicó Ginóbili en las redes sociales un año atrás.
Su sueño fue también el nuestro. La irrupción de varios jugadores argentinos en la NBA era de por sí inimaginable. El propio Manu, Juan Ignacio “Pepe” Sánchez, Rubén Wolkowyski, Carlos Delfino, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Walter Herrmann, Luis Scola, Pablo Prigioni, Nicolás Laprovíttola, Nicolás Brussino y Patricio Garino han sido los privilegiados.
Este año, cuando la final del máximo evento del básquetbol mundial puso en los televisores el choque entre Toronto Raptors y Golden State Warriors, no se podía dejar de pensar en Manu Ginóbili y en todo lo que nos dio durante su carrera. Su conducta, su temperamento y, más aún, su calidad técnica.
Ganador de tres títulos en Europa con el Kinder Bolonia y cuatro anillos de la NBA con los Spurs, el muchacho que debutó en el club Andino de La Rioja en 1995 fue inmenso.
Manu ganó con la selección argentina el oro olímpico en Atenas y fue subcampeón del mundo en los EE.UU. Fue estandarte de la “Generación Dorada” y no se duda en compararlo con Fangio, Maradona, Vilas, Messi y los otros grandes que nos llenan de orgullo.
Extrañamos a Manu. Pero es esa melancolía fabulosa por la alegría, por el orgullo, esa sensación por lo irrepetible y por la esperanza de que aparezca un jugador capaz de hacer algo parecido, surgido de esta tierra que amamos.
Cuando Diego dejó de jugar, no imaginábamos un Messi. Y ahí está.
Estará, entonces, en algún gimnasio de un club cualquiera, un Manu encestando, mientras juega con los amigos.
A Ginóbili lo guardaremos para siempre. Es una medalla que ganó él y nos la pusimos todos.
Ilustración: Pini Arpino