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El señor agallas

Osvaldo Wehbe
Periodista y relator deportivo.

Dicen que murió Niki Lauda. Volvió el austríaco, entonces, a un lugar que conoció en 1976. Lauda era “el hombre que volvió de la muerte”. Era lo que estaba en el medio de las llamas que brotaban de su Ferrari en el circuito de Nürburgring, en agosto de aquel año. El casco salió despedido y el fuego atropelló contra su cara. No había ya relación entre ese rostro con el de su presunto dueño, el piloto con cara de ratón, el tímido y solitario Niki. ¿Dónde estaban los ojos, la nariz y la boca? Todo había sido consumido por el fuego.
Lauda nació en Viena, en 1949, y fue uno de los más grandes pilotos de la Fórmula 1, campeón del mundo en tres temporadas. Dos, con Ferrari (75 y 77); y una, con McLaren (84). Ganó 25 carreras. Números que muestran a un exitoso piloto. Pero no fue su capacidad de manejo, o su deportividad, sino la valentía de levantarse desde las cenizas (nunca más ilustrativo) lo que le valió el respeto y la admiración del deporte mundial.
En ese 1976, Lauda revalidaba su título del año anterior cuando sucedió lo del fuego, las llamas y hasta la extremaunción que le dio un sacerdote. A pesar de ello volvió a las pistas seis semanas después. James Hunt con McLaren le arrebató el título en la última competencia en Japón, por apenas un punto.
Y así, primero vendado como momia y, luego, mostrando el rostro con las cicatrices que metían miedo, ganó el campeonato del 77 y dejó la escudería italiana.
De verdad, impresionaba verlo. Y él allí, sentado otra vez en un coche de carrera y ganando. Se fue con su nuevo rostro a Brabham y decidió que era hora de retirarse definitivamente a actividades comerciales aéreas, en 1979.


Cuestiones que hacen al “fuego sagrado”, una fogata mejor que aquella de Alemania, y, dicen, algunos problemas financieros lo devolvieron al ruedo en 1982. Fue campeón otra vez en el 84 con McLaren. Se retiró definitivamente de la competición después de la última carrera de la temporada en Australia, en 1985.
“Minimizaba los riesgos y maximizaba los resultados”, esa es la definición de colegas y expertos sobre Lauda. Un valiente de verdad. Compartió equipo en Ferrari con Carlos Reutemann y se asegura que ambos eran extraordinarios probadores y afinadores de sus propias máquinas.
En el 2013 se presentó la película Rush, absolutamente recomendable, referida al accidente y a la rivalidad con James Hunt en la pista, pues fuera de ella eran amigos. Lauda, un profesional huraño; Hunt, un playboy. Los lectores que quieran arrimarse a ese año del accidente de Niki y demás deberían verla. Fue dirigida por Ron Howard en una coproducción entre Alemania y el Reino Unido.
Niki Lauda murió el pasado 20 de mayo a los 70 años. Seguramente, y sin morbo, uno puede asegurar que recorrió un camino conocido. Él ya había estado en el barrio en 1976.
Andreas Nikolaus Lauda, de nacionalidad austríaca, se había pegado la vuelta, para seguir viviendo, 43 años más. De puro valiente, nomás.

Ilustración: Pini Arpino

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