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La hora de hacer cuernitos

Osvaldo Wehbe

Ilustración: Pini Arpino

Hay a nuestro alrededor un mundo de cábalas y supersticiones. Esas que, si se pregunta, la mayor parte de la gente niega tener o creer. Pero que las hay, las hay.

No me gusta que se me cruce un gato negro ni paso por debajo de una escalera, uso cuernitos cuando ataca el equipo rival y veo el partido o lo escucho… Son algunas de las mías, que quedaron desde niño. Hay colores “malditos” y, lamentablemente, gente a la que maliciosamente se la unió con la mala fortuna.

El deporte es un mundo de cábalas. Desde el veterano que aún despunta el vicio en alguna cancha y pisa primero el lugar con el pie derecho o lleva una cinta roja debajo de la media izquierda, hasta el más famoso del mundo. Si hasta he visto en el vestuario ruda metida en los botines de un compañero. Sabemos de algunas que incluyen situaciones, para algunos, ridículas, y para el deportista o hincha, indispensables.

Los que ven el partido en el mismo sillón o usan la misma camiseta desde el Mundial 86 para acá. Los que no quieren saber de su equipo y caminan por las calles, presumiendo en la mirada o los gestos de los demás que va perdiendo feo o tal vez ganando.

Las más conocidas surgieron en los tiempos de Carlos Bilardo como técnico de la selección: Bilardo no dormía por la excitación que le generaba el Mundial, solo se acostaba de 14 a 16. Los días previos a cada partido llamaba a su esposa Gloria siempre a las 17 en punto. Carlos Tapia se afeitaba los días del partido, aunque no tuviese barba. El técnico le pedía prestado el dentífrico al Tata Brown, aunque tuviese uno en su cuarto. En el micro tenían que escuchar tres canciones completas: una de Bonnie Tyler, la de Rocky 3 y Gigante chiquito, de Sergio Denis, que debía terminar en el mismo momento en el que el micro paraba en la puerta del estadio. En la final contra Alemania, el operativo policial fue tan efectivo que el traslado hacia el Estadio Azteca no iba a durar lo suficiente para que se cumpliera el rito: por expreso pedido del plantel, el chofer transitó esas cuadras a paso lento, a pesar de las quejas de los oficiales que escoltaban el micro. Estas son algunas de las cosas que cuentan colegas en notas y hasta en libros sobre las cábalas en deportistas.

La obsesión de Rafael Nadal en el momento de acomodar las botellitas de agua o el rito de Federer de hacer todo con el número ocho (ocho raquetas, ocho botellitas) y hasta el de Djokovic de llevar a los torneos a su caniche Pierre. Las oraciones y la utilización de figuras de vírgenes o santos en los bancos de suplentes o al costado mismo de la cancha.

Michael Jordan y el mismo pantalón desde el título universitario de 1982 con Carolina del Norte.

Todos hemos tenido alguna superstición o la idea de que tal o cual cosa nos traería suerte. Y hasta se le atribuye a una pata de conejo la capacidad del goleador o del arquero a la hora de la victoria. Y si es derrota, se cambiará, como si fuera un técnico despedido por malos resultados.

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