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Espiando vecinas al sol

El dato era bastante confiable, venรญa de una fuente cercana. Y era mรกs tentador que un tiramisรบ con crema y dulce de
El dato era bastante confiable, venรญa de una fuente cercana. Y era mรกs tentador que un tiramisรบ con crema y dulce de

Fernando Medeot

Familiero. Licenciado en Comunicaciรณn, publicitario, docente, agnรณstico, soรฑador. Fanรกtico de Serrat, Federer, Benedetti y el buen cine.

El dato era bastante confiable, venรญa de una fuente cercana. Y era mรกs tentador que un tiramisรบ con crema y dulce de leche, baรฑado en caramelo. Nos habรญan jurado que tres de las cuatro hermanas mรกs lindas del pueblo tomaban sol en el patio de su casaโ€ฆ ยกsin ropa!

ยซEsto es una cita Esto es una cita Esto es una cita Esto es una cita Esto es una cita Esto es una cita Esto es una cita Esto es una cita.ยป

El calendario marcaba enero. Y en mi pueblo, durante esa estaciรณn era preferible estar en el centro de un volcรกn antes que cruzar la calle principal a las dos de la tarde.

Tenรญamos quince aรฑos: mi primo Raรบl, mi amigo โ€œel Fasoโ€ y yo. Estรกbamos tan sobrados de testosterona, como pobres de logรญstica. Despuรฉs de maquinar increรญbles alternativas, el Faso encontrรณ la vuelta para acceder visualmente al patio de los deseos. Debรญamos disponer de un sitio con mรกs altura que el maldito paredรณn. El depรณsito del fondo del comercio de su padre tenรญa el alto requerido. No solo daba al patio de las chicas lindas, sino que, ademรกs, tenรญa una claraboya desde la cual se podรญa abarcar todo el jardรญn del Edรฉn.

A las dos de la tarde, entramos guiados por las hormonas en bรบsqueda de la mรกgica claraboya. Al llegar, descubrimos que estaba a tres metros de altura. Para el ascenso, pusimos un escritorio de base, sobre el cual agregamos dos cajas de madera bastante amplias y encima un cajรณn de verduras que se bamboleaba con solo mirarlo. Intentamos escalar la obra maestra, pero solo sosteniรฉndonos entre nosotros logrรกbamos cierto equilibrio.

Empezamos a mirar en modo periscopio, con un radio de 180 grados, temblequeando sobre el cajรณn y transpirados como testigos falsos durante mรกs de una hora. Hasta que observamos movimiento en el jardรญn. Dos de nuestros objetos del deseo surgieron envueltos en un halo de brillos y pareciรณ estallar una fantasรญa multicolor. La mayor hizo su ingreso con un bikini diminuto de color fucsia, y la del medio, con uno color carne que hubiese infartado hasta al fantasma de Canterville. Y luego apareciรณ la tercera, con un colaless azul que podrรญa haber generado un terremoto similar al de 1934. En realidad, el terremoto se produjo porque el cajรณn verdulero cediรณ y nos fuimos al piso los tres.

โ€œEntramos guiados por las hormonas en bรบsqueda de la mรกgica claraboyaโ€.

Pero no รญbamos a desistir. โ€œRetroceder nunca, rendirse jamรกsโ€, como reza la filosofรญa de Van Damme. Montamos un escenario con mรกs aguante y volvimos a escalar rumbo al pecado. ยกOh! Las tres habรญan desaparecido. En realidad, se habรญan recostado sobre lonetas y el alto del paredรณn nos tapaba la visual.

Tozudamente esperamos, hasta que llegรณ el momento. La hermana de malla azul se levantรณ, seguramente porque logramos vรญa telepรกtica hacerle llegar nuestros ruegos sacrรญlegos. La siguieron las otras dos. Tal cual nos lo habรญan dicho, las tres tomaban sol sin la prenda superior, onda topless en Ibiza. Pero estaban de espalda a nosotros. Una posรณ su insolente belleza bailoteando con sus manos y otra quebrรณ la cintura con la misma sensualidad de Pampita cuando llega al final de la pasarela. Por un instante, que durรณ un siglo para nosotros, se quedaron desafiando al sol. Esas espaldas irreverentes eran la quintaesencia de la perfecciรณn corporal.

En el momento en que iban a girar para ponerse de frente a seis ojos desorbitados, la voz del dueรฑo del negocio nos volviรณ a la realidad.

โ€œVamos, muchachosโ€ฆ se acabรณ la joda, tengo que abrir y no andar fisgoneando a las vecinas, como ustedesโ€, sentenciรณ en el momento en que Venus nos iba a mostrar toda su abundancia.

Bajamos vencidos, con las endorfinas haciendo flexiones por las venas y jurando volver, mientras corrรญamos en bรบsqueda de algo imprescindible para los tres: hielo.

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