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Cuando la Argentina fue dorada

El deporte argentino no es el mejor organizado ni, mucho menos, el más financiado del mundo.

Osvaldo Wehbe

Periodista y relator deportivo.

Ilustración: Pini Arpino

 

El deporte argentino no es el mejor organizado ni, mucho menos, el más financiado del mundo. Se sabe de las grandes carencias que los deportistas amateurs tienen a la hora de las competencias internacionales y sus innumerables esfuerzos por acercarse a una marca o mojarle la oreja a una potencia.

A pesar de ello, milagros inesperados se produjeron en la historia de nuestro deporte.

Las maratones de los Juegos de Los Ángeles, en 1932, y Londres 1948, ganadas por Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera, respectivamente, son una muestra.

Cercanos en el tiempo, están los emocionantes triunfos de Sebastián Crismanich en Londres 2012 (taekwondo), de Paula Pareto en judo y de Lange-Carranza en vela en Río de Janeiro 2016. Otras medallas logradas por boxeadores a lo largo del tiempo, las apariciones del ciclismo con Curuchet y Pérez en Pekín 2008, el vóley y el hockey, la natación y el tenis. Todos esporádicos. Algunos, profesionales o casi; otros, sencillamente con lo puesto y el alma.

A pesar de ello, el 28 de agosto de 2004, en Atenas, justamente en la cuna de los Juegos, la Argentina tuvo una jornada soñada. Ganó medallas de oro después de 52 años y lo hizo con doblete. Fútbol y básquetbol.

Primero fue la selección de fútbol, que venció en la final a Paraguay por 1 a 0, con gol de Carlos Tévez.

El equipo dirigido por Marcelo Bielsa formó con Lux; Coloccini, Roberto Ayala y Heinze; “Lucho” González, Mascherano, “Kily” González y D’Alessandro; Tévez, Mauro Rosales y César Delgado (reemplazado por Clemente Rodríguez). Fue la primera vez que el fútbol se subió a lo más alto del podio. Completaron aquel plantel Wilfredo Caballero, Leandro Fernández, Nicolás Medina, Mariano González, Javier Saviola y Luciano Figueroa.

Seis triunfos en seis partidos, sin recibir goles.

Ese mismo día, el seleccionado de básquetbol ganó la presea dorada al derrotar en la final a Italia por 84 a 69. Luis Scola (25), Alejandro Montecchia (17) y Emanuel Ginóbili (16) fueron los máximos goleadores del equipo dirigido por Rubén Magnano, que en las semifinales venía de vencer al máximo candidato, Estados Unidos (89 a 81).

“Manu” Ginóbili, “Luifa” Scola, Rubén Wolkowisky, Fabricio Oberto, Andrés Nocioni, Carlos Delfino, “Pepe” Sánchez, el “Puma” Montecchia, Gabriel Fernández, Leo Gutiérrez, Walter Herrmann y Hugo Sconochini integraron el plantel que logró el título más importante de la denominada “generación dorada”.

Una jornada “soñada” que no se puede enmarcar como una victoria del deporte todo de la Argentina –habida cuenta de las disciplinas en las que se ganó, para nada amateurs–, pero que bien se podría colocar en la efeméride como el Día del Deporte Nacional.

Es importante remarcar el paralelismo en cuanto a coherencia y conducta entre los entrenadores de los conjuntos victoriosos. Bielsa y Magnano parecieron salidos del molde habitual, del país todo.

Y ese 28 de agosto será inolvidable. La Argentina, entre dobles, triples y goles, era dorada en el lugar en donde los Juegos Olímpicos tuvieron su origen. Y Atenas supo que, ese día, el Dios del Olimpo vestía de celeste y blanco.

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