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VIVIR CERCA DE UNA CANCHA DE GOLF AUMENTARÍA LAS POSIBILIDADES DE PADECER PARKINSON 

Un estudio revela que vivir en los alrededores de un campo de golf podría aumentar hasta un 198% el riesgo de padecer Parkinson, posiblemente debido a pesticidas en el agua potable.
Un estudio revela que vivir en los alrededores de un campo de golf podría aumentar hasta un 198% el riesgo de padecer Parkinson, posiblemente debido a pesticidas en el agua potable.

Un reciente estudio ha encendido las alarmas al sugerir que vivir cerca de un campo de golf podría aumentar significativamente el riesgo de desarrollar la enfermedad de Parkinson. La investigación, publicada en JAMA Network Open, ha generado un intenso debate en la comunidad científica y plantea interrogantes sobre los riesgos ambientales en comunidades residenciales cercanas a estos espacios deportivos.

El estudio, liderado por Brittany Krzyzanowski del Instituto Neurológico Barrow en Phoenix, analizó durante 24 años a 419 personas con Parkinson y 5.113 individuos sanos en el sur de Minnesota y el oeste de Wisconsin. Los resultados son impactantes: quienes viven a menos de una milla (1,6 km) de un campo de golf tienen un 126 % más de riesgo de desarrollar Parkinson en comparación con aquellos que residen a más de seis millas. Sorprendentemente, el riesgo más alto se encontró en la franja intermedia, entre 1 y 2 millas, donde los residentes enfrentan un aumento del 198 %. A una distancia de 2 a 3 millas, el riesgo sigue siendo elevado, con un 121 %.

El agua potable parece ser un factor clave. Los investigadores descubrieron que las personas que dependen de sistemas municipales de agua cercanos a campos de golf tienen casi el doble de probabilidades de desarrollar Parkinson. Este riesgo se intensifica en áreas con “aguas subterráneas vulnerables”, donde el suelo o la geología permiten una fácil infiltración de químicos a los acuíferos. 

La hipótesis apunta a los pesticidas como el principal culpable. En Estados Unidos, los campos de golf utilizan hasta 15 veces más pesticidas que en países europeos, incluyendo compuestos como organofosforados y clorpirifos, previamente asociados con el Parkinson. Estos químicos podrían contaminar tanto el agua como el aire, afectando a las comunidades cercanas.

A pesar de los hallazgos, el estudio ha enfrentado críticas. Katherine Fletcher, de Parkinson’s UK, calificó las conclusiones de “reduccionistas” debido a limitaciones metodológicas. Por ejemplo, el estudio no analizó directamente la contaminación del agua o el aire cerca de los campos de golf, ni controló otros factores como la polución urbana. Además, David Dexter, también de Parkinson’s UK, señaló que la enfermedad puede comenzar en el cerebro 10 a 15 años antes del diagnóstico, y muchos participantes podrían haber desarrollado Parkinson antes de mudarse cerca de un campo de golf. 

“Correlación no implica causalidad”, advierten los expertos. Factores como la exposición a pesticidas no probada directamente y la falta de control sobre otras fuentes de contaminación debilitan la afirmación de una relación causal.

Karen Lee, directora de Parkinson’s Canada, explicó a Global News que el Parkinson podría ser el resultado de una “tormenta perfecta” entre factores genéticos y ambientales. “Si tienes genes que te predisponen y estás en un entorno con desencadenantes, eso podría iniciar la enfermedad”, afirmó. 

Con aproximadamente el 23 % de los 16.000 campos de golf en Estados Unidos ubicados en comunidades residenciales, según la Fundación Nacional de Golf, estos hallazgos son especialmente relevantes para millones de personas. Los investigadores sugieren que se necesitan políticas públicas para reducir la exposición a pesticidas, tanto en el aire como en el agua, en estas zonas.

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