El cuerpo de las mujeres procesa el alcohol de manera distinta al de los hombres, con efectos más rápidos e intensos, incluso al consumir la misma cantidad. Desde el momento en que se ingiere una bebida alcohólica, el organismo responde casi de inmediato. Las papilas gustativas envían señales al cerebro que alteran la frecuencia cardíaca, el flujo sanguíneo y la química cerebral. Al tragar, una pequeña porción se absorbe directamente en el estómago, pero la mayor parte pasa al intestino delgado, donde ingresa rápidamente al torrente sanguíneo.
Una fracción del alcohol se descompone en el estómago y el hígado gracias a la enzima alcohol deshidrogenasa (ADH), en un proceso llamado metabolismo de primer paso. Aquí radica una de las principales diferencias entre sexos. En un estudio de 1990, investigadores administraron la misma cantidad de alcohol (ajustada por peso corporal) a 20 hombres y 23 mujeres. Aunque las mujeres bebieron lo equivalente, sus cuerpos filtraron menos alcohol en esta fase inicial, permitiendo que una mayor cantidad llegara a la sangre y generara niveles promedio más altos de concentración alcohólica.
Pero la intoxicación no depende solo de la velocidad de entrada al torrente sanguíneo. Lo que ocurre después en el cerebro también varía según el sexo biológico.
La mayoría de los científicos coincide en que, en promedio, las mujeres sienten los efectos del alcohol antes. Sin embargo, hay debate sobre las causas. Rainer Spanagel, profesor de psicofarmacología e investigador en adicciones, atribuye el fenómeno principalmente al peso corporal: “No es la enzima, es el peso”. El etanol se distribuye uniformemente en los compartimentos corporales (incluyendo cerebro y órganos). Un cuerpo más pequeño implica compartimentos más pequeños, por lo que la misma cantidad de alcohol se concentra más.
Otros expertos, como Edward Scotts de la Universidad Estatal de Luisiana, van más allá del tamaño. Señalan que la composición corporal explica mejor las diferencias: las mujeres suelen tener más grasa y menos agua que los hombres, lo que hace que el alcohol se concentre más en la sangre. A esto se suma la menor actividad de la ADH en el estómago femenino, lo que ralentiza el metabolismo inicial.
Una vez que el alcohol llega al cerebro, las mujeres experimentan un fenómeno conocido como telescoping: una progresión mucho más rápida desde el consumo hasta la dependencia. Estudios respaldan que las mujeres pasan más rápidamente de los primeros tragos a problemas graves relacionados con el alcohol, y buscan tratamiento tras menos años de consumo y menor cantidad total a lo largo de la vida.
Las hormonas juegan un papel clave. El estradiol, principal hormona ovárica, potencia la liberación de dopamina en el cerebro. El alcohol incrementa indirectamente esta dopamina, y el estradiol amplifica el efecto. “Durante la ovulación, las mujeres tienden a disfrutar más las sustancias”, explica la investigadora Jill Becker, lo que aumenta la probabilidad de consumir más alcohol.