Después de más de cuatro años y 30 kilómetros recorridos por el fondo del cráter Jezero, el róver Perseverance de la NASA ha tropezado con algo que parece fuera de lugar en el paisaje rojo y polvoriento de Marte: una roca brillante, elevada y esculpida por el viento que, según los primeros análisis, no nació en el planeta rojo.
El 2 de septiembre de 2025 (sol 1612 de la misión), las cámaras Mastcam-Z captaron por primera vez la extraña piedra de unos 80 centímetros de ancho. Destacaba entre las habituales losas planas y fracturadas del terreno como una escultura abandonada. El equipo la bautizó “Phippsaksla” en honor a un accidente geográfico de Svalbard, Noruega, siguiendo la costumbre de nombrar formaciones marcianas con topónimos terrestres aprobados por la Unión Astronómica Internacional.
Cuando Perseverance apuntó su instrumento SuperCam –un láser combinado con espectrómetros– hacia la roca, los datos no dejaron lugar a muchas dudas: alta concentración de hierro y níquel, la firma química típica de los meteoritos metálicos (o sideritos), fragmentos de núcleos de asteroides que se formaron hace más de 4.500 millones de años en los primeros tiempos del sistema solar.
Si se confirma –y todo apunta a que así será–, Phippsaksla será el primer meteorito metálico localizado por Perseverance desde su llegada a Marte en febrero de 2021.
Aunque resulte sorprendente que haya tardado tanto en aparecer, los meteoritos no son rareza en el planeta rojo. Los róveres anteriores encontraron varios:
-Opportunity localizó en 2005 el famoso “Heat Shield Rock”, el primer meteorito confirmado en otro planeta.
-Spirit halló en 2009 “Block Island” y “Shelter Island”, ambos de hierro y níquel.
-Curiosity descubrió en 2014 “Lebanon” (de tamaño similar a Phippsaksla) y en 2023 “Cacao”, una roca metálica especialmente fotogénica.
Los científicos esperaban que el cráter Jezero, un antiguo lago de 45 km de diámetro con miles de millones de años de exposición a impactos, estuviera sembrado de fragmentos extraterrestres. Que ninguno hubiera aparecido hasta ahora era uno de esos pequeños enigmas que los geólogos planetarios comentaban en voz baja. Phippsaksla resuelve, al menos parcialmente, la incógnita.
¿ANÁLISIS DEFINITIVO EN LA TIERRA?
El róver aún puede acercar su instrumento PIXL (espectrómetro de rayos X) y el microscopio Sherlock para obtener datos más precisos, pero la confirmación absoluta de que se trata de un fragmento de núcleo asteroidiano probablemente requerirá traer una muestra a laboratorios terrestres.
Precisamente esa es una de las grandes metas de Perseverance: recoger y almacenar núcleos de roca en tubos de titanio para que una futura misión conjunta NASA-ESA (Mars Sample Return) los traiga de vuelta. Sin embargo, esa compleja y costosa campaña aún no tiene financiación ni calendario garantizados.
Buscar meteoritos no figura entre los objetivos principales de Perseverance. El róver está en Jezero para investigar si alguna vez hubo vida microbiana en Marte, analizar los sedimentos de un antiguo delta fluvial y seleccionar las muestras más prometedoras para su posible retorno.