Nuevas imágenes del Telescopio Espacial James Webb han revelado un fenómeno que ha dejado atónitos a los astrónomos: las auroras de Júpiter, cientos de veces más brillantes que las terrestres, cambian y chisporrotean en cuestión de segundos, mostrando un espectáculo lumínico sin precedentes. Estas observaciones, publicadas en la revista Nature Communications, están transformando nuestra comprensión de la atmósfera del gigante gaseoso.
Las auroras jupiterianas, captadas con los potentes instrumentos infrarrojos de Webb en la Navidad de 2023, se generan cuando partículas de alta energía chocan con átomos de gas cerca de los polos magnéticos del planeta, un proceso similar al de las auroras boreales en la Tierra.
Sin embargo, en Júpiter, el fenómeno es mucho más intenso debido a su magnetosfera, 15 veces más ancha que el Sol y 20.000 veces más fuerte que el campo magnético terrestre. Esta estructura atrae partículas cargadas no solo del Sol, sino también de Io, la luna volcánica de Júpiter, cuyas erupciones lanzan material al espacio, alimentando estas luces danzantes.
“Me dejó alucinado”, confesó Jonathan Nichols, astrónomo de la Universidad de Leicester y autor principal del estudio. “Toda la región auroral chisporroteaba y estallaba de luz, variando a veces por segundos”. Este dinamismo, captado con una nitidez nunca antes vista, está proporcionando nuevos detalles sobre la compleja atmósfera de Júpiter.
El estudio también incluyó observaciones simultáneas con el Telescopio Espacial Hubble, pero los resultados han generado más preguntas que respuestas. Las imágenes de Webb mostraron regiones de luz extremadamente brillante que no tenían equivalencia en las de Hubble, un misterio que los científicos aún no logran explicar. “Para que se produzca esa combinación de brillo, se necesitarían grandes cantidades de partículas de muy baja energía impactando la atmósfera, algo que hasta ahora se consideraba imposible”, explicó Nichols.
Este hallazgo se suma a otros logros de Webb, que previamente capturó las auroras de Neptuno con un detalle sin precedentes, décadas después de su detección inicial por la sonda Voyager 2. Los científicos ahora planean realizar observaciones de seguimiento con Webb y combinarlas con datos de la sonda Juno de la NASA para intentar descifrar este rompecabezas cósmico.