El planeta se recalienta. Según la Organización Meteorológica Mundial, 2023 fue el año más caluroso jamás registrado. Mientras los científicos instan a tomar medidas urgentes para reducir las emisiones de carbono, el cambio climático lleva al mundo a temperaturas cada vez más extremas: veranos cada vez más cálidos y agobiantes con consecuencias graves para los ecosistemas y los seres humanos, aumentando la frecuencia y duración de las olas de calor.
Se llama ola de calor a un período excesivamente cálido en el cual las temperaturas máximas y mínimas superan, por lo menos durante tres días consecutivos y en forma simultánea, ciertos valores que dependen de cada localidad.
La frecuencia y la intensidad de estos eventos aumentaron en las últimas décadas en casi todas las regiones del planeta. Sudamérica y, en particular, la Argentina no fueron la excepción. Los estudios de los últimos años muestran una influencia significativa de las actividades humanas en la persistencia y severidad de estos sucesos, para los que tenemos que estar preparados.
“También existen cambios en los patrones de circulación atmosférica que favorecen las condiciones de olas de calor, que se ven modificados como consecuencia de las emisiones de gases de efecto invernadero. En este sentido, la persistencia de altas presiones sobre una región durante un período prolongado de tiempo puede generar condiciones de olas de calor en regiones extensas”, explicó a Convivimos Juan Rivera, investigador del Conicet en el Instituto Argentino de Investigación de la Nieve, Glaciología y Ciencias Ambientales (Ianigla).
En el verano de 2023 la primera ola de calor –registrada entre el 21 de enero y el 12 de febrero– afectó a todo el país con temperaturas de hasta 45,7 grados en Santiago del Estero y Tucumán. Entre el 5 y el 7 de febrero hubo momentos en los que “55 estaciones meteorológicas registraron ola de calor de manera simultánea”, según informó el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Fue una ola de calor histórica por su duración e intensidad.
ACCIONES LOCALES
En nuestro país ya pudimos ver las consecuencias de las olas de calor en el daño a los cultivos, la reducción del agua disponible en ríos y embalses por la evaporación, una mayor superficie en riesgo frente a los incendios por la vegetación seca y alteraciones en los ecosistemas en general con especial impacto en las especies más vulnerables. Esto sin hablar de la propagación de enfermedades infecciosas propias de climas más cálidos. Frente a este fenómeno, ¿cómo se prepara nuestro país? “La principal herramienta para prevenir los impactos de las olas de calor radica en las alertas meteorológicas, que permiten anticipar a la población la probable ocurrencia de estos fenómenos. La Argentina tiene en el Servicio Meteorológico Nacional a profesionales de excelencia que han trabajado mucho en la emisión de alertas y sus distintos niveles (amarillo, naranja, rojo) en relación con los impactos en la salud humana”, explicó Rivera.
“La investigación científica también permitió mejorar aspectos vinculados con la predicción estacional de estos fenómenos, y ese conocimiento también fue aplicado para el desarrollo de pronósticos a mediano plazo. Es necesario garantizar una correcta articulación entre la nación y los organismos provinciales y municipales como defensas civiles para que las alertas lleguen en tiempo y forma a la población de forma tal de reducir los impactos”, agregó.
En las ciudades, los efectos se ven agravados por la presencia de “islas de calor” en áreas muy construidas que registran más temperatura que las zonas rurales cercanas. Por eso algunas comenzaron a designar refugios climáticos, que son espacios que permiten disfrutar de un confort térmico aun en temperaturas extremas.
¿CÓMO EVITAR LOS GOLPES DE CALOR?
En nuestro país, el SMN recomienda tomar precauciones especialmente con personas mayores, bebés, niños, embarazadas y mujeres en lactancia, personas con alguna enfermedad crónica o con sobrepeso, que estén expuestas al calor en su trabajo y quienes viven en situación de calle.
PARA TODAS LAS EDADES ES IMPORTANTE:
- Consumir agua segura con mayor frecuencia, aun cuando no se sienta sed.
- Evitar las bebidas con cafeína o con azúcar en exceso, muy frías o muy calientes.
- Incorporar frutas y verduras a la alimentación y evitar las comidas abundantes.
- No realizar actividad física intensa ni exponerse de manera directa al sol de 10 a 16.
- En la vía pública, utilizar protección solar y mantenerse hidratado.
CON LOS MÁS CHICOS:
- Ofrecerles continuamente líquidos, preferentemente agua o jugos naturales. A los lactantes es recomendable darles el pecho de manera más frecuente.
- Vestirlos con ropa holgada, liviana, de algodón y de colores claros, con gorro y protector solar.
- Bañarlos y mojarles el cuerpo con frecuencia.
- Mantenerlos en lugares bien ventilados o con aire acondicionado.
- Verificar que la piel de los bebés no se irrite por el sudor en cuello, pecho, axilas, pliegues del codo y en la zona del pañal.
- Estar atentos a signos de alerta tales como sed intensa y sequedad en la boca, temperatura mayor a 39 ºC, sudoración excesiva, sensación de calor sofocante, piel seca, agotamiento, mareos o desmayo, dolores de estómago, falta de apetito, náuseas o vómitos, y dolores de cabeza.
REFUGIOS CLIMÁTICOS
La ciudad de Buenos Aires fue la primera en contar con ellos en nuestro país. En marzo de 2023 designó al Jardín Botánico Carlos Thays como el primero de la Argentina, un espacio de siete hectáreas con más de 6000 especies de árboles y plantas en el que la temperatura promedio es 4,8 °C menos que en sus alrededores. Hoy la ciudad ya tiene más de cincuenta refugios, entre plazas, bibliotecas y estaciones saludables. Se pueden ver en https://bit.ly/3ZCqOM7.
Rosario también cuenta con veinte refugios, creados según el Plan Local de Acción Climática 2030 de la ciudad. Algunos son: el Museo Municipal de Bellas Artes, el Complejo Astronómico Municipal y el Centro Municipal de Distrito Sur. El mapa está disponible en https://bit.ly/3MYhElP.
Además de los refugios, para reducir el impacto de las olas de calor las ciudades pueden incorporar zonas verdes y árboles en las veredas para dar sombra o paredes verdes (es decir, con plantas), y generar espacios de participación ciudadana con información. Ejemplos de esto son la ciudad de Mendoza, Isla Verde en Córdoba y la localidad santafesina de Maggiolo.