Una huerta que nació durante la pandemia para reconectar a los chicos de los últimos años de un colegio de Catamarca, se transformó en un proyecto que abrazó toda la escuela. Biodiversidad y cuidado del medioambiente son sus palabras clave.
Fotos: Gentileza Alberto Gonzáles
La provincia de Catamarca cuenta con un clima seco y caluroso, y ha ocupado más de una vez los primeros escalones del ranking de temperaturas elevadas que elabora el Servicio Meteorológico Nacional. Es en esas tierras áridas, en la capital precisamente, San Fernando del Valle de Catamarca, donde se encuentra la Escuela Secundaria N° 47 “Presidente Doctor Ramón S. Castillo”. Allí, chicos y chicas de los últimos años del colegio aprenden sobre procesos de cultivo y cambio climático a través de una huerta escolar.
“Ecoconsciente” es el nombre del proyecto que lidera el profesor de Psicología Walter Villagra desde 2022. Si bien la huerta tuvo su nacimiento durante la pandemia como un espacio para que el alumnado volviera a conectarse luego de pasar varios meses de encierro, fue el cuerpo directivo el que observó que ese lugar al aire libre los ayudaba a trabajar en la concientización sobre la biodiversidad y el cuidado del medioambiente.
Así fue como “el profe Walter” tomó la posta. “Aunque soy de otro palo, estoy aprendiendo a navegar en otras aguas”, dice en conversación con Convivimos. Relata que fue en las charlas con sus alumnos donde se dio cuenta de que el cambio climático era una materia que les interesaba, y por ello propuso dar un nuevo impulso a ese pedazo de tierra que pertenece a esta escuela que se encuentra a 20 kilómetros del centro de la ciudad.
Son aproximadamente 60 chicos y chicas quienes cotidianamente aprenden sobre diferentes aspectos vinculados a la tierra y su cuidado, como tener conciencia de la importancia del uso responsable del agua y, por lo tanto, de su uso eficiente a través del sistema de riego por goteo, la producción de alimentos agroecológica, la protección del suelo, la biodiversidad, el respeto por los insectos y la microflora del suelo, y la producción de especies florales para la atracción de insectos polinizadores, entre otros saberes.
“Está claro que hay una depredación de las condiciones materiales de existencia, es decir, que sabemos que se está contaminando el aire y el agua, y lo que nos preguntamos con mis alumnos es cómo podemos mejorar la calidad de vida, el hábitat donde vivimos, nuestro cotidiano”, dice el profesor.
Y si bien hablar de medioambiente es un tema enorme, la cuestión es cómo logran incorporarlo chicos y chicas a su vida y en el ámbito de sus posibilidades.
Débora tiene 17 años y es una de las alumnas que disfruta de aprender con la huerta. “Yo quiero utilizar el fondo de mi casa para hacer un espacio para cosechar, porque es todo natural y está libre de químicos. Uno come más sano y además cuida el medioambiente”, lanza con su acento característico cuando se le pregunta sobre la aplicación práctica de lo aprendido.
Además, dice que reciben el apoyo de una ingeniera que los orienta con respecto a las estaciones del año y la cosecha. “En otoño o invierno se plantan las hojas, como la acelga, la achicoria, la rúcula, las habas y el perejil. Y en primavera y verano, los zapallitos y las berenjenas”, explica.
“También hay chicos que cuentan que tienen un cajoncito en casa con algunas plantaciones”, apunta el profe Walter.
Por su parte, la ingeniera Alejandra Soria acompaña técnicamente el proyecto y dice que lo que más le preguntan los chicos es sobre las épocas de siembra y sobre cómo saber el momento de la cosecha, “también sobre el manejo del riego para que crezcan los alimentos”.
Aprendieron además la posibilidad de cultivar algunas flores. “En la huerta hemos sembrado semillas de caléndula, que son flores que pueden consumirse. Todos productos que pueden trabajar los chicos en la casa, con un pedacito de tierra”, señala Karina Castro, vicedirectora de la escuela.
SUMAR SABERES
Hablar de la temática ambiental también permite ahondar en otras realidades. Para muchos alumnos, algunos alimentos son nuevos, y con la huerta tienen la oportunidad de probarlos, como ocurre con la rúcula. “Hay verduras que sabemos que tienen alto costo en la verdulería, y cuando las empezamos a sacar y los chicos las empiezan a probar, les gustan”, cuenta Lorena Ramírez, directora de la escuela.
Por otra parte, aunque fue la escucha del docente de Psicología lo que hizo que el proyecto se sostuviera y continúe en 2023, también se ha institucionalizado y ya no solo depende de un profesor, sino que se involucra al cuerpo docente de otras áreas para generar un conocimiento más completo sobre la producción propia de alimentos libres de químicos.
Así la idea es que aprendan a trabajar la tierra, pero también que puedan pensar en un emprendimiento. “Se trata de enseñar desde la microeconomía, de participar de ferias, de vender un producto, como una ayuda económica para las familias”, acota la vicedirectora.
El profe Walter cuenta que entre los saberes también está el trabajo de la “autoestima”, porque, según explica, el trabajar en la siembra, la cosecha, el desmalezamiento y luego ver los resultados de poder consumir un alimento producido con sus propias manos ayuda a los chicos a valorar su propio trabajo.
Respecto de las materias involucradas, se encuentra Ética, donde ven contenidos como la argumentación de ideas y la participación en debates de decisiones democráticas, el trabajo por el bien común y las diferentes legislaciones acerca del cuidado del medioambiente.
En Biología, estudian sobre biomas y ecosistemas, tipos de plantas y proceso de sembrado. En Tecnología, sobre creatividad y solución de problemas, reciclaje y sistemas de riego por goteo.
En Lengua profundizan sobre expresión oral y escrita; y en Matemáticas, sobre lectura e interpretación de tablas, índices y porcentajes, y además aprenden a realizar cálculos sobre situaciones problemáticas de la vida real, en este caso aplicados a la huerta.
Entre los trabajos prácticos que se les pide a los alumnos para que se presenten en diferentes formatos como obras de títeres, videos, afiches, etc., se encuentran los referidos a los beneficios de producir sus propios alimentos, y también se les solicita que realicen una investigación sobre la mala nutrición en el mundo, el consumo de grasas saturadas y el impacto de los transgénicos.
“Lo que nos preguntamos con mis alumnos es cómo podemos mejorar nuestro hábitat”.
Walter Villagra
En esta escuela que alberga a 640 chicos y chicas en total, la huerta ha traspasado las fronteras de los últimos años y ha despertado el interés en los cursos inferiores, que también se acercan para sumarse a las tareas que exigen la tierra y las plantas. “Es un trabajo en equipo y ayuda a sentirse involucrado con la institución, los chicos vienen a contraturno a realizar las tareas de la huerta. No están obligados y asisten hasta los días sábados”, subraya la directora.
Con la cosecha de zanahorias del mes de agosto, los chicos pidieron que les cocinen un guiso de lentejas para todos. Pero también algunos de los alimentos cosechados no se consumen in situ, sino que se venden en la propia comunidad escolar o se entregan a quien los necesite.
Para el profe Walter, la huerta no solo genera conocimiento técnico, sino también el desarrollo de otras herramientas necesarias para la vida cotidiana. “Una de las cosas que observo es que aparece también el aprendizaje del compromiso. La huerta genera otras habilidades, y los chicos empiezan a valorar otras cosas”.
PREMIO NACIONAL
El proyecto Ecoconsciente ganó en 2022 el Premio Presidencial “Escuelas Solidarias”, una iniciativa que se desprende del Programa Nacional de Educación Solidaria, donde pueden participar escuelas de todo el país y cuyo fin es reconocer y visibilizar las actividades solidarias que desarrollan cientos de instituciones. Este 2023 se están acompañando 60 proyectos en distintas escuelas de la provincia de Catamarca.