Las ciencias duras también les pertenecen. Aunque no sin obstáculos, las mujeres vienen ganando espacio en un sector tradicionalmente pensado desde la mirada masculina. Cómo hacer para que las niñas se interesen en la tecnología. Y lo más importante: para qué.
Fotos: IStock
Solo una de cada tres personas que se desempeñan en ciencia y tecnología (C&T) en la Argentina es mujer. Algo muy parecido sucede en Brasil, en México y en Chile.
La situación parece responder más bien a un parámetro cultural, que entre otras cosas también hace que sean mujeres solo el 11,6 por ciento de las graduadas en Ingeniería en Sistemas, cifra que sube apenas a un 18 por ciento en Informática.
Tales datos harían pensar que la C&T no sería un lugar precisamente indicado para las mujeres.
Casi en esos términos lo había escuchado Pamela Scheurer de boca de su propio padre, a mediados de los 90, cuando estaba terminando el secundario y le había propuesto irse de Jujuy a Córdoba para estudiar Computación. La respuesta sería decepcionante: “Una chica como vos solo se va de casa para casarse. Vas a ser contadora y encargarte del negocio familiar”.
CUESTIONES CULTURALES
Según datos oficiales, en la Argentina las mujeres se especializan menos en ciencias naturales y exactas (41,3 por ciento) y en ciencias relacionadas con la tecnología (44,8 por ciento). En contrapartida, tienen mayor presencia en ciencias biológicas y de la salud (61,2 por ciento).
Frente a estos números, uno podría aventurar que el género siente atracción más bien por las llamadas “ciencias blandas”, en detrimento de las “duras”, entre las que se encuentra la C&T.
Casualmente este último es el sector de la economía donde mayor desarrollo, mayores oportunidades y mejores condiciones de trabajo se encuentran. Y de ello se estaría quedando fuera una gran proporción de mujeres.
En buena medida de eso va el enfoque del informe elaborado por CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) y publicado en agosto de 2021, un trabajo que releva la relación entre las mujeres y la ciencia y la tecnología en los tres mayores mercados de la región: México, Brasil y Argentina.
El estudio “Mujeres en ciencia y tecnología – Cómo derribar las paredes de cristal en América Latina” lleva la firma de las investigadoras Paula Szenkman, Estefanía Lotitto y Sofía Alberro.
En diálogo con Convivimos, Paula Szenkman no dudó en adjudicar los motivos de estas diferencias a “cuestiones culturales fuertemente arraigadas” en nuestras sociedades. “Se da por una serie de factores a lo largo de la trayectoria de la vida formativa y profesional de las personas y de las mujeres en este caso, que empieza a edades muy tempranas”, explica. En ese sentido, apunta que “desde la primera infancia, las niñas ya se enfrentan con estos estereotipos. Como que las matemáticas o las actividades de construcción no son para ellas”.
SIN DIFERENCIAS
“Estereotipos” parece ser la palabra clave. Más aún luego de que haya quedado absolutamente descartado que exista algún tipo de “diferencia” entre las inteligencias masculina y femenina. “No, eso no existe. Lo que hay son construcciones que han surgido de los roles que cada uno ocupa en la sociedad”, sostiene.
De hecho, aquella idea comúnmente aceptada de que los hombres tienen mayor facilidad para las matemáticas parece haber quedado descartada por una encuesta realizada por Unesco en Buenos Aires. Se les preguntó a niños y niñas de entre 6 y 8 años si se consideraban “buenos para las matemáticas”. El 30 por ciento respondió que sí, y no hubo diferencia entre varones y mujeres. La misma pregunta entre chicos de entre 9 y 10 años arrojó que 20 por ciento de los niños respondieron que sí, contra solo 11 por ciento de las niñas. ¿Qué sucedió entre medio? Nada, simplemente el juego de roles, ejemplos, mentores, estereotipos.
Tan “cultural” es la construcción de estereotipos que lo que uno normalmente pensaría que “siempre ha sido así” probablemente nos arroje más de una sorpresa. Como la que reflejó un estudio de la Fundación Sadosky (2014) que documentó que, en sus comienzos, la carrera de Computación en la UBA tenía un 75 por ciento de matrícula femenina, en la década del 70. “Luego se empezó a ver que era una actividad estratégica, y entonces no tardó en revertirse esa tendencia”, fue la explicación.
En ese sentido, el análisis de CIPPEC señala que, tradicionalmente, el rol femenino se ha visto más ligado a la maternidad, el cuidado, la atención. Y por eso las mujeres terminan insertándose en roles laborales que tienen que ver con la salud, la educación, el cuidado. “Es un poco llevar al plano laboral lo que se hace en el seno de la familia”, concluye.
CARRERAS PARALELAS
Algo de eso es lo que padecía Pamela a mediados de los 90, cuando intentaba convencer a su padre de que la dejara cumplir con aquella vocación nacida en la infancia, a fuerza de haberse devorado decenas de revistas científicas. Ella solo pensaba en computadoras, programación, algoritmos. “Ya te dije que la tecnología es cosa de hombres”, le respondió su padre.
Por suerte, esa historia tiene su final feliz. Lo que no quiere decir que no haya demandado esfuerzo. El primer capítulo fue satisfacer el deseo de su padre, estudiando una carrera vinculada con la administración. Pero en simultáneo se inscribió en Computación. Y así fue como Pamela estudió Computación a escondidas.
Hoy, con 45 años, es directora de tecnología (CTO) de la empresa Nubimetrics, una plataforma con presencia en varios países que utiliza inteligencia artificial y big data para procesar tendencias de búsquedas en e-commerce.
Como CTO, lidera un equipo de 35 personas que incluye a técnicos y profesionales informáticos, data scientists, desarrolladores de front-end y back-end, analistas de datos, ingenieros de datos y un complicado etcétera.
Ya profesional y empresaria, ella también debió enfrentar la mirada de desconfianza cuando su start-up desembarcó en Buenos Aires. “Fue la primera vez que alguien me miró cuando me presenté, y me dijo: ‘¡Qué raro, una mujer en tecnología!’”. Ahí se dio cuenta de que el camino que ya creía recorrido recién estaba en sus primeras etapas.
También fue ahí cuando empezó a tomar conciencia de la necesidad de favorecer el ingreso de mujeres a estos sectores. Pero una experiencia le marcó cómo sería el escenario. Fue hace cinco años, cuando publicó una búsqueda de desarrolladores de software. El problema fue que el ciento por ciento de los CV recibidos eran de varones.
“Al poco tiempo abrimos una búsqueda para atención al cliente. El 95 por ciento de las postulantes eran mujeres”, cuenta Pamela. Con una particularidad: de ese total, 80 por ciento eran de carreras tecnológicas.
Al momento de las entrevistas les preguntó por qué no se habían presentado para el otro puesto. La respuesta se repetía: “Me falta experiencia; no sabía que cumplía los requisitos; quiero hacer el camino desde abajo”.
“Nos falta un trabajo de comunicación y motivación, para que las mujeres se den cuenta de que pueden y de que hay espacios que deben ocupar”, reflexionó.
EL CÓMO Y EL PARA QUÉ
Probablemente sea cierto que los espacios tienden a ser más igualitarios, las barreras comienzan a diluirse. Una de las cuestiones clave, según señala Szenkman, es que la temática “ya ha logrado insertarse en la agenda pública”.
Con diversos programas, herramientas e iniciativas, las experiencias más fructíferas han sido las que “logran involucrar el sector público, el privado y las instituciones educativas”, sostiene. “Lo fundamental
–agrega– es que no se limite a iniciativas singulares y aisladas”. El abordaje integral y holístico pareciera ser el camino.
Si el “cómo” es una pregunta que todavía permite alternativas, el “para qué” asoma con respuestas más unívocas. Porque, lógicamente, todos van a coincidir en la necesidad de igualar oportunidades para que las mujeres también puedan acceder, al igual que los hombres, a trabajos y a desarrollo profesional en uno de los sectores más pujantes y dinámicos de la economía.
“Queremos que la mujer se siga desarrollando en C&T, pero no solo porque es bonito ser iguales. Queremos que se integre porque realmente conviene, porque es estratégico para el desarrollo de los países, porque la integración de la mirada de la mujer en diseños clave, como puede ser la inteligencia artificial, hace que los algoritmos que luego usaremos sean más completos e integrales”, resume la investigadora.
Ya no es solo por aspirar a la igualdad. Es que nos conviene a todos que, cada vez más, la ciencia y la tecnología tengan presencia y mirada de mujer. Y hacia allá vamos.
GRUPOS ENRIQUECIDOS
Aunque el número viene creciendo, todavía son ligera minoría las mujeres en carreras duras como la Física. De ello puede hablar Analía Pedernera, doctora en física, investigadora del grupo de Atmósfera en la Facultad de Matemática, Astronomía y Física de la Universidad Nacional de Córdoba.
“Cuando empecé a estudiar, en 1988, éramos poquitas, pero con el tiempo fuimos ganando terreno”, comenta.
Analía es una fiel defensora de los grupos de trabajo que incluyen a hombres y mujeres. “Yo creo que en los equipos se deben distribuir los paquetes de trabajo según las capacidades de los integrantes. Y en eso hay que aprovechar las capacidades de la mujer, que no suelen ser las mismas, y siempre van a enriquecer al conjunto”, define.
Si bien señala que “cuando hay variedad de personas también hay variedad de talentos”, también es consciente de que algunas tareas pueden ser asignadas “por costumbre”.
De ese tema también opinó Paula (CIPPEC): “Entrevistamos mujeres que, si bien eran integradas a grupos de trabajo e investigación, habitualmente les asignaban tareas como tomar notas, llevar las actas, realizar presentaciones”, en detrimento de tareas más medulares.