Los humanos y los virus tienen una convivencia problemática y, en este siglo, se ha incrementado el número de epidemias. Una radiografía de las razones.
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En la Antigüedad, las epidemias ocurrían cada varios siglos. Durante el XIX y el XX hubo muchas, pero la mayoría de las veces, con varias décadas de separación entre sí. Durante el siglo XXI, sin embargo, la del coronavirus COVID-19 –declarada “pandemia” por la Organización Mundial de la Salud-, es la quinta enfermedad epidémica producida por un virus.
Los epidemiólogos recuerdan que las epidemias nacen con las ciudades y en la actualidad, algo más del 55% de los 7700 millones de terrícolas viven en alguna urbe. Para 2050, ese proceso estará aún más exacerbado: se espera que ese porcentaje crezca hasta el 70 por ciento.
Coinciden los biólogos con los médicos en el factor urbanización como una fuente de aparición de epidemias causadas por virus o bacterias, pero en un contexto más complejo, donde confluyen la alteración del medio ambiente, el corrimiento de la frontera humana -desarrollo de las ciudades hacía zonas antes ocupadas por ecosistemas, que actúan como ámbitos de intercambio entre especies- y un fenómeno posmoderno: la hiperconexión, un producto de la globalización.
Sobre este último asunto cae la responsabilidad de la propagación. Antes, las posibilidades de desplazamiento físico a grandes distancias eran minúsculas y el problema se registraba en espacios geográficos menores, y si lograba salir de allí, demoraba mucho tiempo en llegar a otros lugares. Pero ahora, en unas pocas horas una persona puede trasladar un virus de China a Alemania o viceversa; y hasta multiplicarlo en el sistema cerrado de aire que utiliza un avión, en el que viajan entre 180 y 300 pasajeros. Por este motivo tan normal, el coronavirus COVID-19 contagió en unas pocas semanas a habitantes de más de 200 países. Por esta razón, la OMS debió decretar la existencia de una pandemia, una decisión que tomó poquísimas veces en su historia.
El listado de las cinco epidemias originadas por virus en este siglo XXI es el siguiente:
- El SARS se registró entre noviembre de 2002 y julio de 2003. Contagió a 8.098 personas de 17 países, siendo la mayoría de China y Hong Kong, y produjo 770 muertes. El Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés) es una enfermedad provocada por un coronavirus distinto del causante del COVID-19, el SARS-CoV. El virus surgió en murciélagos de herradura que habitan en cuevas de la provincia de Yunnan (China), y de allí pasó a los humanos. No se han reportado nuevos casos de SARS desde 2004.
- Le siguió la gripe porcina, que se extendió entre 2009 y 2010, produciendo unas 200.000 muertes. La diferencia de tiempo con la anterior fue de 7 años. Fue la segunda pandemia causada por el virus de la gripe H1N1, casi un siglo después de la gripe española. Pese a ello, se trató de una nueva cepa de H1N1, que se originó cuando los virus de las gripes aviar, porcina y humana se combinaron con un virus de la gripe porcina euroasiática, razón por la que se la conoce como gripe porcina. Se estima que entre el 11 y el 21% de la población mundial de entonces contrajo la enfermedad.
“Hay más epidemias porque cada vez somos más los humanos y cada vez intervenimos más”.
Alicia Cámara
- Apenas tres años más tarde, en 2012 y con vigencia hasta la actualidad, apareció el Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS por sus siglas en inglés). El saldo de víctimas fatales es de 850. También es causado por un coronavirus. El primer caso se encontró en un hombre de Arabia Saudita de 60 años que padecía una neumonía aguda. Aproximadamente el 35% de los casos de MERS-CoV notificados han desembocado en la muerte del paciente.
- La cuarta epidemia fue la del Ébola (2014-2016), que dejó 11.300 muertes. El Ébola, es una fiebre hemorrágica viral que afecta a los humanos y a otros primates. El de 2014 fue el brote más generalizado de la enfermedad en la historia. Los primeros casos se registraron en Guinea en diciembre de 2013, y de allí se propagó a Liberia y Sierra Leona. La tasa de letalidad entre los pacientes hospitalizados llegó a ser de entre el 57 y el 59 por ciento.
- La quinta, iniciada a fines de 2019, en China, es el coronavirus COVID-19. El agente responsable es el SARS-CoV2. Aún sigue en curso.
LA CUESTIÓN ECOLÓGICA
Alicia Cámara es bióloga e investigadora del CONICET, especialista en coronavirus. Su lugar de trabajo es el Instituto de Virología «Dr. José María Vanella» de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). “La explicación que le doy a este fenómeno, es la cuestión ecológica. Un concepto general que tiene que ver con la actividad de la especie humana. El hombre ha acelerado procesos como el calentamiento global o interviene en sectores, lugares y regiones donde hay un equilibro establecido, alterándolo. Esto sucede, por ejemplo, con los avances de la frontera agrícola, la deforestación, la pérdida de especies nativas, la venta y tráfico de especies animales, o con la explotación minera y la cuestión del agua, un problema grave a nivel mundial. A su vez, todas las especies sufren cambios y mutaciones, la mayoría son silentes, y algunas son favorables y otras desfavorables. El cambio genético ocurre antes del cambio que vaya a ocurrir, y estos virus, a su vez, están en equilibrio con ciertas especies. Por ejemplo, el SARS-CoV-2 se encuentra en los murciélagos y a ellos no les ha hecho nada; pero nos afecta a nosotros, que intervenimos en ese ambiente”, describe Cámara.
-¿Por qué hay grandes epidemias con una diferencia de tiempo cada vez menor entre ellas?
-Porque cada vez somos más los humanos y cada vez intervenimos más. En este caso, donde han ocurrido las cosas fue en un mercado de animales vivos en la ciudad de Wuhan, en China. Habían encontrado el virus en el murciélago y en el pangolín, cepas de SARS-CoV-2 con un 90% de similitud a las que están circulando. El hospedador primario fue el murciélago.
Suresh Kuchipudi es profesor y director asociado del Laboratorio de Diagnóstico Animal, en la Universidad Estatal de Pensilvania, EE.UU. Su trabajo es estudiar los virus zoonóticos, aquellos que saltan de los animales e infectan a las personas. En un artículo que escribió para The Conversation y que reprodujeron distinto medios de comunicación, afirma que “la mayoría de las pandemias tienen al menos una cosa en común: comenzaron su trabajo mortal en Asia o en África”.
Entre las razones que enumera para argumentarlo, dice que “un cambio sin precedentes en la población humana es una de las razones por las que se originan más enfermedades en Asia y África. Una urbanización rápida está teniendo lugar en Asia y las regiones del Pacífico, donde ya vive el 60 por ciento de la población”.
De un modo sumamente claro, el científico explica que “cerca de 200 millones de personas se mudaron a áreas urbanas en el este de Asia durante la primera década del siglo XXI. Una migración a esa escala, significa que se destruyen tierras forestales para crear áreas residenciales. Los animales salvajes, obligados a estar en mayor proximidad de pueblos y ciudades, se encuentran inevitablemente con animales domésticos y con la población humana. Los animales salvajes a menudo albergan virus; los murciélagos, por ejemplo, pueden transportar cientos de ellos. Y los virus, que saltan de especie en especie, pueden finalmente infectar a las personas”, explica el experto.
Luego agrega: “En última instancia, la urbanización extrema se convierte en un círculo vicioso: más personas traen más deforestación, y la expansión humana y la pérdida de hábitat finalmente matan a los depredadores, incluidos los que se alimentan de roedores. Con la desaparición de los depredadores, o al menos con un número muy reducido, la población de roedores explota. Y como demuestran estudios llevados a cabo en África, también lo hace el riesgo de la aparición de enfermedades zoonóticas”.
“Los animales salvajes albergan virus; y los virus, que saltan de especie en especie, pueden finalmente infectar a las personas”.
Suresh Kuchipudi
Apunta, que uno de los lugares donde se produce ese intercambio, es en “los mercados de animales vivos, muy comunes en Asia y África, que suelen estar abarrotados. Allí se mezclan múltiples especies, incluidos los humanos”.
Finalmente, Suresh Kuchipudi, plantea un escenario inquietante si no se ponen en marcha estrategias para mitigar estas secuencias: “Los virus, miles de ellos, continúan evolucionando. Es solo cuestión de tiempo antes de que ocurra otro brote importante en esta región del mundo. Todos los coronavirus que causaron epidemias recientes, pasaron de murciélagos a otro animal antes de infectar a los humanos”.
Pero lo paradójico, es que ya no importa dónde comiencen las epidemias. Cualquier turista, trabajador, migrante o familiar puede ser un vehículo Vip con el nivel de interconexión existente. En 2019 habían viajado por el planeta Tierra, según las estadísticas de la Organización Mundial de Turismo (OMT), 1.500 millones de personas. Ese número es equivalente a 34 veces la Argentina y quiere decir que uno de cada cinco de nosotros, viaja. Quiere decir, también, que es muy fácil llevar cualquiera de estos bichitos de paseo. El planeta entero puede volverse un barrio.
Sin embargo, aunque lo anterior pueda parecer novedoso, no lo es. La investigadora Sara García Guerrero, al presentar su tesis de doctorado con el título de “La gripe de 1889-1890 en Madrid”, describe un fenómeno similar ocurrido con la llamada Gripe Rusa, cuyo primer caso se produjo en San Petersburgo, en el lejanísimo 1 de diciembre de 1889. La epidemia dio la vuelta al mundo en apenas cuatro meses para sorpresa de todos y afectó hasta a reyes y príncipes, según relatan las crónicas de época. Se estima que mató a 1 millón de personas (1% de las infecciones) en ese vertiginoso periplo.
Dice García Ferrero: “La Gripe Rusa, pandemia ocurrida durante el invierno de 1889-1890, fue una de las más importantes del siglo XIX, pues es considerada la primera pandemia de gripe en un mundo interconectado. Afectó a escala global, pero no con la misma intensidad (a todos los países). Su aparición varió cronológicamente de un lugar a otro, presentándose en algunas ciudades en múltiples brotes epidémicos hasta el año 1894, como fueron los casos de Berlín, París y Londres, o en un único brote epidémico como fue en el caso de Madrid”. Al parecer, los responsables de semejante velocidad de desplazamiento fueron los trenes y los barcos, que la llevaron al resto de Europa en pocos días y a Estados Unidos en 70 días.
De no mediar cambios en los modos de vida actual, todo indicaría que habrá nuevos capítulos donde los virus serán protagonistas.
GRANDES EPIDEMIAS
Peste antonina (165-180): 5 millones de muertes. Se cree que fue por viruela o sarampión.
Plaga de Justiniano (541-542): 30-50 millones de decesos a causa de peste bubónica.
Viruela japonesa (735–737): 1 millón de muertes, un tercio de la población japonesa de la época. Peste negra (1347-1351): 200 millones de fallecidos. Se la denominó así porque se alojaba en las pulgas de las ratas negras. Mató al 30% de la población europea.
Viruela (1520): 56 millones de muertes (90% de la población nativa americana).
Pestes bubónicas siglo XVII: 3 millones de muertes.
Grandes pestes del siglo XVIII: 600.000 muertes.
Cólera (1817-1923): 1 millón de muertes en Asia.
La tercera peste (1855): 12 millones de muertes en China e India.
Fiebre amarilla (fines de 1800): 150.000 muertes en América y Europa.
Gripe española (1918-1919): 50 millones de muertes.
Gripe asiática (1957-1958): 1,1 millón de muertes.
Gripe de Hong Kong (1968-1970): 1 millón de muertes.
VIH/sida (1981-actualidad): 25-35 millones de muertes.