Algunas instituciones deciden cambiar los cursos y aseguran que los beneficios para los chicos son mayores que las pérdidas. Un grupo de especialistas explica en qué consiste esta controvertida medida.
Por Alejandra Clutterbuck
Desde hace un tiempo, en algunas escuelas privadas, se toma la decisión de mezclar los cursos para que, con los años, los chicos roten de compañeros. Con esta medida, los niños no mantendrían el mismo curso a lo largo de los años ni egresarían con sus amigos de jardín. El objetivo principal sería el de preparar a los chicos para que puedan adaptarse a un mundo cambiante y competitivo como lo es el nuestro.
Especialmente habitual en preescolar y primaria, esta práctica se lleva a cabo en algunas instituciones privadas de la Argentina y otros países del mundo. Aunque la primera reacción de las familias es de preocupación e inquietud, quienes lo implementan aseguran que las ventajas son numerosas y que, a la larga, los chicos sienten que “ganan” amigos en lugar de perderlos. Jesús Jarque García, coach pedagógico educacional español, explica que esta modalidad no presenta estudios científicos que la avalen: “Las modas pedagógicas no tienen evidencia detrás, procedemos mucho con el ensayo y el error”, dice. Para Alejandra Scialabba, directora de la consultora en educación Diéresis, esta idea responde a cuestiones de grupalidad y socialización en lugar de a una teoría o pedagogía. “Algunas escuelas eligen mezclar a los cursos como una forma de ampliar los grupos y que se conozcan entre todos los niños. En general sucede dos o tres veces durante la primaria. Creo que sirve para pensar estratégicamente los grupos y potenciarlos sobre la base de sus necesidades y las características individuales de quienes los conforman”, cuenta. La mezcla permite a los docentes observar cómo se dan los vínculos y repensar los grupos. Esto facilitaría agrupamientos más sanos y un mejor rendimiento académico en los chicos.
LA POSTURA ESTATAL
“El criterio de reagrupar a los estudiantes al finalizar determinadas etapas o años de la escolaridad no es una práctica habitual de la educación de gestión estatal en nuestro país, sino más bien un criterio asumido particularmente por escuelas de gestión privada. En las escuelas del Estado, esto puede darse ante algún caso especial que requiera el uso de este criterio”, sostiene Hugo Labate, director nacional de Coordinación Pedagógica del Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología. También explica que el Ministerio de Educación de la Nación no tiene líneas de acción ni posturas oficiales al respecto. Esto no quiere decir que no procuren desde la educación estatal el fomento de las propuestas en relación con la igualdad de oportunidades y la atención a la diversidad. En ese sentido, el Ministerio se ha expresado sobre los beneficios de que los estudiantes participen de distintos grupos durante su escolaridad (además de su clase). Esto se encuentra desarrollado en el cuadernillo “Criterios para pensar la propuesta pedagógica de una escuela que amplía su jornada”. Allí se desarrolla la importancia que tienen otras formas de agrupamiento alternativas al formato tradicional graduado, porque pueden redundar en mejores posibilidades de aprendizaje. Esto sería posible porque los niños participarían en diversos grupos, lo que favorecería las interacciones y comunicaciones. Entonces, el hecho de que los alumnos formen parte de varios grupos durante el año multiplicaría las potencialidades que el intercambio con otros, entraña para poder aprender.
“Algunas escuelas eligen mezclar a los cursos como una forma de ampliar los grupos y que se conozcan entre todos los niños”.
Alejandra Scialabba
Otra ventaja señalada desde el Ministerio es la generación de diversos vínculos entre los chicos y los conocimientos mediados por los docentes, y la posibilidad de reposicionarse. En otras palabras, poder jugar distintos papeles en la escuela y en las clases.
Desde la postura del Ministerio, la conformación de grupos que trasciendan la organización graduada (integrando también a niños de distintos años en determinadas propuestas) da lugar a que, por ejemplo, algunos niños que habitualmente necesitan ayuda de sus profesores en el aula puedan ser excelentes guías de compañeros más pequeños en el aprendizaje en otros contextos, como por ejemplo aprender sobre animales. “Este reposicionamiento, habilita a los niños a generar otros vínculos y otros aprendizajes en múltiples sentidos”, dice Labate.
LOS BENEFICIOS
“Muchas veces en la primaria se establecen vínculos entre niños que no siempre son saludables. En ocasiones se les otorgan lugares de los que les es difícil salir o hay niños que ocupan roles de liderazgo que inhiben a otros. Esta práctica permite intervenir para mejorar”, explica Scialabba. Para Jarque García, la ganancia es mucha, ya que los niños aprenden a establecer nuevas relaciones sin dejar de verse con sus amigos, a los que se cruzan en el patio o en excursiones. Entonces, además de que los chicos puedan volver a empezar y borrar etiquetas –por ejemplo, “el aburrido”, “el traga”, “la canchera”, “la burra”–, el cambio sería útil para compensar y diversificar el aula. También se dejarían de lado las viejas rivalidades y competencias entre cursos. Al ser mezclados, ya no existiría el mote del curso “bueno” y el curso “malo”.
LAS CRÍTICAS
La psicopedagoga Martha Sonia Godoy, asesora externa de la Escuela Cono Sur de Río Grande, no comparte la idea de mezclar a los niños. “La identidad grupal alude a las relaciones grupales interactivas que se producen dentro del propio grupo y la construcción colectiva de los valores. La construcción de dicha identidad requiere un abordaje sistemático por parte del docente que no se logra en un año escolar”, sostiene. Además, Godoy entiende que observar y modificar debería ser una toma de decisiones tanto de estudiantes como de docentes, porque el aula es un espacio que se construye entre todos y para todos. Uno de los mayores miedos a la hora de mezclar es que algún niño se sienta solo.
“Uno de los mayores miedos a la hora de mezclar es que algún niño se sienta solo”.
Martha Sonia Godoy
“El gran temor sería que un niño perdiera a alguien que fuera un apoyo importante”, señala Jarque García y remarca que otro inconveniente también podría ser que el nuevo curso resulte de comportamiento “explosivo”. Scialabba, por su parte, no cree que la medida tenga desventajas. “Hay niños que pueden sufrirlo un poco más porque se ‘separan’ de algún amigo, pero las instituciones suelen hacerlo muy a conciencia. Por otra parte, como desde el inicio saben que en determinado momento se van a rearmar los grupos, están preparados y muchas veces hasta lo esperan”, dice. Sin embargo, hay quienes aseguran que esta práctica no sería un problema para los chicos extrovertidos y de fácil sociabilización, pero para los introvertidos implicaría un desgaste mayor de adaptación y, por ende, un descenso del rendimiento.
CÓMO SE MEZCLA
Para que esta práctica sea beneficiosa, la mezcla se debe hacer a conciencia. Para eso se estudia a todos los alumnos y cada docente hace sus listas, las cuales justifica y defiende. Las autoridades se juntan y discuten sus decisiones, y de allí surgen los grupos nuevos. Sin embargo, en algunos colegios, los niños comienzan el año compartiendo un gran curso que luego será dividido. Esta medida tiene como objetivo suavizar el cambio y favorecer la adaptación. Algunos criterios psicopedagógicos que se tienen en cuenta para la mezcla son: igual número de niños y niñas; igual o similar número de alumnos con necesidades educativas especiales; igual número de alumnos clasificados según rendimiento; se mantienen los pequeños grupos que se ayudan de manera positiva; los hermanos van separados; igual número de alumnos clasificados según el comportamiento y actitudes ante el aprendizaje.
Lógicamente, las mezclas siempre son más fáciles de aplicar en instituciones pequeñas, y más complejas de ser realizadas en escuelas con gran caudal de alumnos. Es importante aclarar que, a pesar de ser mezclados, los chicos comparten varias actividades conjuntas con sus excompañeros, y al estar dentro de la institución se cruzan en el comedor y en el recreo.