Ayuda al desarrollo intelectual, emocional y lingüístico. Los niños que escuchan historias contadas por adultos tienen un mejor desempeño escolar.
Por Mariana Otero Fotos: AFP
Un niño que comienza a escuchar cuentos en voz alta a los tres meses de vida, casi con seguridad, tendrá un mejor desarrollo intelectual, emocional y lingüístico. Será capaz de aprender a leer y escribir de manera más temprana, de tener un buen vocabulario, de expresarse mejor y de ejercitar la atención voluntaria, esa que hoy falta por la exposición temprana a estímulos cambiantes, visuales y auditivos, que solo requieren permanecer pasivo (“atención involuntaria”).
La lectura en voz alta, que cada vez se practica menos, es fundamental en el proceso de aprendizaje.
Ana María Borzone, investigadora del Conicet, docente en la Cátedra Unesco de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y capacitadora, asegura que hoy los jardines de infantes no cuentan suficientes historias y relatos a los niños para que, de esta manera, aquellos que provienen de sectores desfavorecidos tengan las mismas oportunidades que los pequeños de hogares donde la lectura es un hábito.
Estudios internacionales coinciden en que un niño de nivel socioeconómico medio ingresa a primer grado habiendo experimentado cinco mil experiencias de cuentos desde su nacimiento: dos o tres por día. Mientras que los chicos de estratos más pobres llegan casi sin experiencias de lectura.
“Si las habilidades lingüísticas, discursivas y cognitivas no se desarrollan en jardín, esa brecha se empieza a dar muy temprano. El jardín es un espacio privilegiado para ir cerrando esas brechas que no están relacionadas con la potencialidad de los chicos de aprender, sobre todo en un país que tiene una población con tantos chicos en la pobreza”, indica Borzone.
La magíster María Fernanda Freytes, profesora de la Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), sostiene que es indiscutible el beneficio pedagógico de la práctica planificada y sostenida de la lectura en voz alta, ya que permite automatizar la decodificación (pronunciación de cada palabra asignando a cada letra un sonido) y deja espacio mental para procesos más complejos involucrados en la comprensión de textos, como deducir, relacionar, comparar, establecer causas.
Vanesa De Mier, especialista en Lengua en los profesorados de nivel inicial y primario de la Universidad Católica Argentina (UCA) e investigadora en el Conicet, coincide en que la lectura en voz alta es muy útil tanto cuando el adulto lee a los niños como cuando los chicos lo hacen de manera independiente.
“La práctica de la lectura en voz alta es sumamente beneficiosa y no debe desterrarse”.
Vanesa De Mier
“En el primer caso, permite desarrollar las habilidades de comprensión y el vocabulario en la oralidad, lo que incide directamente en el aprendizaje de la lectura. En el segundo caso, la lectura en voz alta y repetida de un texto favorece el desarrollo de la fluidez lectora; es decir, la habilidad para leer textos con cierta velocidad, con precisión, con la entonación adecuada para realzar el sentido del texto y, al mismo tiempo, comprender lo que se lee”, plantea De Mier.
TODOS PUEDEN
Hace más de 40 años que se estudia el impacto de la lectura de cuentos y de otros textos desde los primeros meses de vida. “Por un lado, la situación de lectura en sí implica un contacto con el bebé, con el niño y con el adolescente. Es un intercambio afectivo y emocional fundamental”, apunta Borzone.
A esto se suman los beneficios cognitivos (prestar atención, procesar datos y aprender información) y lingüísticos (aprendizaje de vocabulario, adquisición de estructuras didácticas complejas y de la organización discursiva).
Borzone explica que los chicos con experiencias de alfabetización temprana en sus hogares aprenden más rápidamente a leer y escribir, y presentan un mejor desempeño escolar.
En este sentido, Vanesa De Mier subraya que los estudios que han indagado en la relación predictiva que existe entre las habilidades del lenguaje oral y el aprendizaje de la lectura y la escritura muestran que los niños que obtienen rendimientos más altos en pruebas de vocabulario, comprensión oral y conocimiento de la estructura de las narraciones en jardín de infantes tienen un buen desempeño en lectura y escritura de palabras al ingresar a la primaria. Por el contrario, los niños con bajo nivel de vocabulario o en la comprensión oral encuentran, posteriormente, dificultades en la comprensión lectora.
La clave –confirma Borzone– es la práctica temprana y constante de lo que se conoce como “lectura dialógica interactiva”, con interrupciones que permiten la comprensión y la adquisición de vocabulario. Este tipo de lectura prepara al niño antes de leer el cuento y activa el conocimiento que necesita para comprenderlo.
Por ejemplo, si el protagonista de la historia es un rinoceronte, se le muestra al niño una imagen de este animal. Lo mismo si el cuento transcurre en el desierto.
De lo contrario, es posible que quien escucha no entienda de qué se está hablando. Borzone cuenta el caso de una maestra que leyó un texto a sus alumnos que comenzaba con “Dice una vieja leyenda…” e iba acompañada de un dibujo de una bruja. Cuando le preguntaron a un niño de qué se trataba el cuento, respondió “De una vieja bruja”, porque ignoraba el significado de “leyenda”. El personaje, en realidad, era una princesa.
Vanesa De Mier remarca que si el docente realiza pausas para reformular, recuperar o activar información y enfatizar las relaciones de tiempo y causa entre los eventos del relato, los niños responden sin dificultades a preguntas que implican relacionar información del texto con conocimientos previos.
QUÉ PASA EN LAS AULAS
Freytes explica que la modalidad más habitual de lectura en el primario es que un alumno designado por el docente lea el texto por primera vez en voz alta hasta un punto, párrafo por párrafo. “Cuando lo hace, no puede concentrarse en su contenido, pues está atento a la correcta pronunciación, que al no estar automatizada le resulta costosa y le exige mucho esfuerzo mental. Se ha observado que cuando se lee en voz alta e inmediatamente se le hace una pregunta sobre lo leído, el alumno necesita releer para poder contestar”, sostiene la especialista.
De Mier opina que, en la primaria, la lectura en voz alta es cada vez menos frecuente y son escasas las situaciones de lectura modeladas por el docente. Incluso en los cursos superiores se prioriza la lectura en silencio.
“Si bien la enseñanza tradicional utilizaba la lectura en voz alta como un medio para desarrollar la lectura silenciosa, la práctica fue progresivamente perdiendo prestigio debido a que se la consideró mecanicista y a que desmotivaba a los estudiantes, a la vez que no focalizaba en la comprensión”, indica la experta.
“La práctica de la lectura en voz alta es sumamente beneficiosa y no debe desterrarse, pero debe realizarse sostenidamente como actividad en sí misma para lograr fluidez”, agrega.
Para De Mier, el desafío es formar a los docentes a partir de modelos teóricos que expliquen con claridad el proceso de aprendizaje de la lectura y proporcionar modelos didácticos para que las estrategias se incorporen de manera dinámica y lúdica, de modo tal que se mantenga la motivación de los estudiantes (y de los propios docentes) para leer en voz alta.
El método que aplica Mendoza
Mendoza impulsa desde hace tres años el programa Queremos Aprender, que promueve el desarrollo socioemocional, lingüístico y cognitivo infantil y de alfabetización temprana, que desarrolla Ana María Borzone. Comienza en jardín de infantes y continúa en la primaria.
“Hemos trabajado con todas las salas de cinco años, de primero y segundo grado con la estrategia de lectura dialógica, y ya estamos observando cómo los chicos avanzan en la producción y en la comprensión textual”, asegura Borzone. El objetivo es que todos lean y escriban al terminar primer grado.