Carnaval de Purmamarca: La fiesta inolvidable

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Cada verano conjuga emoción, colorido, música, baile y placeres gastronómicos. La más tradicional celebración pagana de toda la Quebrada de Humahuaca toma un inusitado esplendor con el particular marco que le brindan los deslumbrantes paisajes.

El Coludo o Pujllay puede estar “sobrio o manchadito”, “contento o tristonio”, pero año tras año llega para transformarse en el espíritu de la fiesta. Se lo conoce como “el diablo del carnaval”, aunque no representa el mal absoluto. No es originario de la Quebrada de Humahuaca, pero fue introducido hace muchos años por las culturas andinas. El ritual comienza con el formal permiso de la Pachamama: el padrino del diablo desentierra al Pujllay –con su traje rojo, lleno de espejos y una larga cola que revolea–, lo saca a la luz, lo entrega a la comparsa y comienza la algarabía infinita. Esa acción es considerada el cénit del carnaval, su momento sublime. Cuando las luces se apagan, el Pujllay es enterrado para el año siguiente.

El Carnaval de la Quebrada de Humahuaca tiene su epicentro en Purmamarca, aunque se desarrolla en toda la región con una enorme pasión, luminosidad, colorido y sublime emoción. La música es interpretada con instrumentos autóctonos como los erkenchos, las anatas, los charangos y los bombos. Con ellos alcanza su máximo fervor. Es la cumbre de la alegría y el misticismo, la mixtura de las fiestas paganas absorbiendo la energía de la Madre Tierra, su encanto, su belleza, sus vibraciones, su historia, su exaltación. 

Serán ocho días eternos. Ocho días con bailes, fiestas, músicas regionales y la posibilidad de degustar empanadas, corderos, queso de cabra y tantas otras especialidades autóctonas, siempre bebiendo chicha entre otros licores fuertes o simplemente cervezas. Finaliza con el Domingo de Tentación, con el entierro del diablo: se lo coloca en un hoyo que representa la boca de la Madre Tierra, junto con un sinfín de ofrendas, como hojas de coca, serpentinas, cigarrillos y chicha.

Los habitantes se visten con trajes coloridos utilizando cascabeles y máscaras para disfrazarse, además de impregnarse el rostro con harinas, a la vez que arrojan talco y serpentinas mientras cumplen con el ritual de repartir ramitas de albahaca mientras se baila el carnavalito…

Así, el pueblo de Purmamarca se ofrece como el núcleo sensible y motor de una región que vibra con descomunal estridencia, cada año. No solo por el extraordinario escenario, marco de su imponente cerro de los Siete Colores; toda la quebrada seduce por su imponente belleza natural y la cordialidad de los lugareños, que son particularmente sensibles en su amor por la Madre Tierra y sus tradiciones. Miles y miles de personas cada año disfrutan de esta fiesta popular en medio de los paisajes extraordinarios de este pueblo y de sus vecinos: hacia el sur, Bárcena y Volcán; y hacia el norte, Tilcara, Maimará, Perchel, Huacalera, Uquía, Humahuaca y Tres Cruces.  

El carnaval es preparado con detalle durante todo el año. La región recibe a miles de visitantes que disfrutan a pleno.

ANTES Y DESPUÉS 

Este año, el desentierro del Pujllay es el sábado 10 de febrero, con la particularidad de que el carnaval del norte tiene calendario propio: el 25 de enero fue la fiesta del jueves de ahijados; una semana después (el 1° de febrero), el de compadres; y el 8, el de comadres. Dos días después empieza el cénit de la celebración con el desentierro; el domingo y lunes siguientes, trascurre el Carnaval Grande; el 13, el martes, el Carnaval de Chaya; y, finalmente, los sábados 17 y 24, los carnavales Chico y de Flores.

Claro que hay adelantos… Cada año se abre con un anticipo que sirve de primer chispazo para encender la emoción: la Chaya de Mojones. Una celebración anticipada, muy particular, que se realiza a los pies de una apacheta, algo así como un generoso montículo de piedras que se elevan en una pila cónica, una sobre otra: se las considera ofrendas de los pueblos indígenas. Así, todos los 1° de enero, las principales comparsas, a lo largo y ancho de la quebrada, salen a invitar a los dioses para que se asocien a los festejos del carnaval jujeño con rondas, contrapuntos y otras expresiones artísticas. La tradición –que se habría gestado en el pueblo de Maimará– asegura: “La gente pide por un año de trabajo, salud, a la vez que se vive como un anticipo del tradicional carnaval”. 

Flor del Molle, Cerro Negro, Avenida de Mayo, Los Ácidos, Casastchok, Flor del Durazno en Quisquiri, Juventud Chanca Chanca, Los Corazones Alegres, La Salamanca, Agrupación Chala Chala, Los Alegres del Molino, Chanca Chanquitas y De los Corazoncitos son algunas de las comparsas más afamadas de Purmamarca y de sus alrededores, aunque verdaderamente todas las temporadas surgen nuevas y se reproducen en los diferentes pueblos. 

Además, desde hace 39 años, existe otra tradición: el encuentro de copleros, que se realiza antes de la semana de carnaval y que en este 2024 tuvo lugar el 13 de enero. Se repite todos los veranos. Tiene como objetivo la afirmación de que “la cultura popular es defendida por sus propios hacedores”, en tanto que bregan por “la preservación, el rescate y la realización de la copla como una de las expresiones culturales más genuinas de nuestro pueblo”.

“Lo van pintando por las paredes…”, cantaba Serrat. El carnaval se vive en todos los lugares, en todos los rincones.

COLORES DE LA PACHAMAMA 

Claro que, de paso, los visitantes –que cada verano llegan de a miles– tienen en Purmamarca un sinfín de atractivos. Las calles de tierra, la arquitectura colonial, la tranquilidad, el fuerte sol, la belleza furiosa que caracteriza a los paisajes jujeños, las costumbres y tradiciones de los pueblos quebradeños son un marco más que propicio para turistas de todo el  planeta.

“Pueblo de tierra virgen” significa Purmamarca en aymará, y “pueblo del león”, en quichua. Está considerado un sitio de paso, y ya superó el millar de habitantes estables. Se erige al pie del cerro de los Siete Colores, el paisaje serrano más fotografiado de la Argentina. Los diferentes minerales naturales, junto a sedimentos marinos, lacustres y fluviales, le dan esa variedad de tonalidades desde hace unos 75 millones de años. El cerro nace en la propia calle San Martín, la principal del pueblo: es el origen del Paseo de los Colorados que lo bordea, un circuito de tres kilómetros, una huella de tierra, para admirar las formaciones geológicas, luego de pasar por el cementerio local. Un excelente sendero para hacer trekking.

Purmamarca se encuentra a 66 kilómetros de San Salvador de Jujuy. Está a 2324 metros de altura sobre el nivel del mar, a la vera de la RN 52, rumbo al Paso de Jama –frontera entre Argentina con Chile–, que corre paralelo al río de la Quebrada de Purmamarca, a solo cuatro kilómetros de la RN 9.

Sus callecitas serpenteantes y construcciones coloniales son deslumbrantes: rodean la tradicional Plaza 9 de Julio, permanentemente ataviada con una colorida feria de artesanías. En derredor, el cabildo más pequeño de la Argentina, que en la actualidad contiene a la Biblioteca Popular Viltipico. También, la iglesia de Santa Rosa de Lima, construida en 1648, de estilo puneño, con una única nave central y paredes de ladrillos de adobe, anchos muros y carpintería de madera de cardón: mantiene la antigua campana original. Fue declarada Monumento Histórico en 1941 y es epicentro de la Fiesta Patronal de Purmamarca cada 30 de agosto.  

En la misma manzana de la iglesia, se ubica el algarrobo histórico, al que denominan “abuelo de Purmamarca”: según las estimaciones, tendría alrededor de 700 años de antigüedad, con su majestuosa copa, que mide más de 30 metros de diámetro. La historia cuenta que bajo su sombra descansaron las tropas del Ejército del Norte que comandó el general Manuel Belgrano. 

El cerro el Porito, y más allá, el Mirador Geológico, camino a la Cuesta de Lipán, en dirección al Paso de Jama, es un tramo de enorme belleza, otras de las atracciones de la zona. Como La Posta de los Hornillos y la Reserva Provincial Olaroz-Cauchari. O la localidad de Susques, desde donde salen las excursiones a la salina Olaroz y al salar Cauchari. Y sin dudas, las salinas Grandes, a 130 kilómetros: un mar de sal de más de 12.000 hectáreas, a 3800 metros sobre el nivel del mar, de una alucinante belleza natural.

Todo eso y mucho más se puede encontrar en Purmamarca, que pertenece a la comunidad de Pueblos Auténticos. “Los une una alquimia perfecta que solo se vivencia al andar por sus calles tranquilas y sentir la hospitalidad de su gente”, según se reporta en la página oficial. Es el pueblo que rinde culto a la Pachamama y que, en sus locales de artesanías, ofrece los imperdibles tapices que reproducen en colores y texturas que van en sintonía con el paisaje, como así otros artículos y prendas tejidas con lana de llama y, por supuesto, también la alfarería y la gastronomía regional. 

Para no dudar y hacer una visita al noroeste argentino. 

El majestuoso cerro de los Siete Colores con Purmamarca como colgada a sus pies. Un pueblo muy pintoresco con un marco alucinante.
La historia 

El carnaval fue introducido en el continente americano por los españoles, y en cada región se fusionó con rituales nativos, con el sentido común de celebrar la fecundidad de la tierra y honrar a la deidad de la Pachamama. Las celebraciones en el norte argentino, todas ellas con sus propias características, representan una versión influenciada por la festividad peruana del Kapaj Inti Rami. Allí comenzaba en diciembre para concluir en marzo, en una fiesta interminable para beber, comer, cantar y bailar hasta el paroxismo. La Quebrada de Humahuaca es un paso obligado hacia Perú y Bolivia: la influencia de esa región es muy grande en cuanto a la música y algunas características de la fiesta.

Las mañanitas con vista a los cerros son verdaderamente espléndidas. Cada sitio de la quebrada tiene secretos para descubrir.
Confort 

El paisaje es deslumbrante. Desde cada una de sus 19 habitaciones (incluyendo una suite) tiene su vista hacia el cerro de los Siete Colores y a las formaciones geológicas de Los Colorados. Es el tradicional hotel El Manantial del Silencio, a solo 500 metros del pueblo, en el corazón mismo de la quebrada. Construido en estilo neocolonial español, respeta la arquitectura de la zona con paredes de adobe y cañas huecas en los techos. Fue diseñado por el arquitecto Mariano Sepúlveda y decorado con objetos pertenecientes a familias históricas del norte argentino. Ofrece una impresionante vista panorámica, además de todos los atributos de confort, con salones múltiples para reuniones, wifi, sala de juegos, un completo spa munido de los elementos de relax y, también, Calandria, su reconocido restaurante a la carta especializado en cocina andina gourmet y una destacada cava.