El cañón del Talampaya, un tesoro geológico de incalculable valor, se puede admirar en el seno de un parque que parece extraído de tiempos muy lejanos. Un paseo imperdible en el corazón de la provincia de La Rioja, accesible todo el año.
Fotos Confluencia Comunicación y iStock
Los imponentes paredones rojizos parecen tallados en la piedra con un rastrillo filoso, gigante. Al mirar hacia arriba, desde la base, se descubrirá que el mundo es absolutamente pequeño ante las moles impetuosas. Pero como si fuera poco, en algunos sitios de esas edificaciones naturales que llegan hasta los 150 metros de altura, los cóndores despliegan sus alas como pretendiendo abrazar al cañón irreverente en cuya cima anidan y se muestran majestuosos y amenazantes. También los rayos de luz se filtran por la cúspide irregular y le dan a la pedrera un color diferente, bastante más oscuro en el borde, lo que completa una imagen casi espectral, imponente, estremecedora. Los amaneceres y los atardeceres que se pueden disfrutar desde diversos lugares de la zona son espectaculares.
En definitiva, se trata de un tesoro geológico de incalculable valor histórico: el cañón del Talampaya, el epicentro del parque nacional que recibe su nombre y que se encuentra en el corazón de la provincia de La Rioja, uno de los atractivos imperdibles de la región de Cuyo de la Argentina.
Más de 50 mil son los turistas que cada temporada, especialmente en invierno, se acercan a la base de esas montañas tan particulares, que se erigen como ramificaciones del cordón cordillerano formado hace 60 millones de años, dejando al descubierto este curioso relieve constituido por arcillitas y areniscas compactadas con una muy importante dosis de óxido de hierro, que en definitiva es lo que le da esa tan particular coloración rojiza. Naturaleza feroz que se advierte en diseños grabados en las rocas que se dan a llamar “petroglifos”, ya que fueron modelados por la erosión que produce la acción del viento y de las lluvias. Justamente, por esas características, estas “esculturas naturales” tienden a modificarse con el paso de los años e, incluso, desaparecerán para darles paso a otras formas.
Hoy, entre ellas, sobresalen el Monje o la Torre: son los que concitan la mayor admiración y se convierten en el punto de concentración de la mayoría de los tours. En ese lugar se encontraron numerosos restos fósiles de animales únicos en el mundo y en la historia. Desde allí se puede ver el Nevado de Famatina, con sus 6250 metros, que se encuentra casi a un centenar de kilómetros al norte, cerca de la ciudad del mismo nombre y de Chilecito.
Pero también se formaron el Centinela, el Rey Mago sobre el Camello, el Tablero de Ajedrez, el cañón del Triásico, la quebrada Don Eduardo, el Gran Mirador, la Ciudad Perdida, el cañón de Arco Iris y el muy angosto cañón de Shimpa, con paredones que rondan los 80 metros de altura y un recorrido de casi seis kilómetros de extensión. Otros sitios para visitar en la región son Los Cajones, el Parque Provincial Ischigualasto, la Cuesta de Miranda (impactante tramo de la RN 40 a 133 kilómetros del parque, entre Villa Unión y Chilecito) y Chilecito (con sus viñedos y el famoso cablecarril del cerro Famatina, a 163 kilómetros por la RN 76 y la RN 40).
Las pisadas se hunden en el suelo de polvo blando. Todo es rojizo, salvo unas extrañas piedras blancas que advierten del final del cañón. Se trata de otro lugar muy atractivo del recorrido, que se completa con La Chimenea, una especie de tubo que surge de la montaña y que se eleva hacia el cielo, con una particularidad muy especial: allí, en ese lugar como en ningún otro, se puede oír el “eco de Talampaya”. Cada grito, cada susurro, cada palabra, cada ruido se reproducen con inédita perfección, una infinidad de veces. Aseguran que no ocurre de tal forma en ninguna otra parte del mundo en un escenario natural.
Si bien estas moles datan de la fase triásica de la era mesozoica, hace 225 millones de años, en una época, la región fue mucho más húmeda, con la presencia de agua y vegetación, lo que permitió el asentamiento de las primeras comunidades. Como por caso, la talampaya, que le dio el nombre. Fueron ellos los que reflejaron sus costumbres con dibujos en las piedras o con el tallado de enormes morteros para moler maíz y algarrobo. Incluso, junto al gran cañón, cada tanto se pueden admirar algunos algarrobos blancos y, especialmente, unos árboles de generoso follaje muy verde que contrastan con el rojizo del terreno y la piedra: los talas.
VAMOS AL PARQUE
Justamente, una de las teorías es que Talampaya significa “río seco del tala”. Junto a su vecino Parque Natural Provincial Ischigualasto (que equivale a “sitio donde se posa la luna”) de la provincia de San Juan, fueron declarados Patrimonios de la Humanidad, una muy merecida calificación por su historia cultural y su riqueza natural y paleontológica. En 1893 el geólogo Alfrid Stasmed descubrió los campos de Talampaya, pero luego de más de 70 años fue el doctor Joaquín Frenguelli, con sus investigaciones, quien aportó valiosa información para geólogos y paleontólogos. Sus hallazgos de fósiles animales y de flora, así como los estratos geológicos analizados, permitieron comprobar que las formaciones datan del período triásico de la era mesozoica, que se produjeron al menos hace 225 millones de años y que en la región los reptiles eran los dueños de las tierras.
Como en pocos sitios del planeta se pueden admirar las distintas capas que componen el terreno y cómo se fueron acomodando las placas que lo constituyen. Seguramente influyó para que el gobierno riojano creara el parque provincial en 1975 y que 22 años después una ley lo convirtiera en parque nacional y le otorgara los derechos de administración a la Administración de Parques Nacionales. El broche más que merecido, claro, llegó el 29 de noviembre de 2000, cuando fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.
El Parque Nacional Talampaya ocupa una superficie de aproximadamente 215 mil hectáreas. Y la altura promedio del terreno es de alrededor de 1300 metros sobre el nivel del mar. El ingreso al área de servicios se encuentra en el kilómetro 148 de la RN 76, a 55 de Villa Unión, donde se produce el cruce con la RN 40. En ese sitio se ubican las oficinas administrativas y también una feria artesanal y un restaurante-confitería, junto con un camping muy particular que suele ser utilizado por los visitantes como base para sus excursiones por toda la región del parque y el cañón. Se recomiendan tanto las visitas guiadas como los recorridos individuales en vehículos, en 4×4, bicicletas y caminatas: en general pueden durar alrededor de tres horas o tal vez un poco más. El parque está abierto todo el año, su capacidad por día es de 1250 personas y la temporada invernal es la más visitada.
Cada noche en el parque parece deparar una atracción especial, única, cuando el cielo se ilumina y chispea de un modo que alucina a los visitantes.
Una de las alternativas es explorar el cañón a bordo de un camión a techo abierto, mezcla de 4×4, bus y motor home, con capacidad para 24 pasajeros, que ofrece catering a bordo, proyección de video, parasoles y binoculares. Tal vez sea una de las mejores formas de admirar la fauna autóctona: en el parque cohabitan 120 especies (más de un centenar de vertebrados y unos 16 insectos). Fundamentalmente, copetonas, ñandúes petisos o suris, maras y guanacos; también zorros grises, chuñas de patas negras y calandrias mora; y en menor medida, gallitos arena, canasteros rojizos, cachalotes pardos y reptiles como pitones y víboras conejeras.
Y por supuesto, el cóndor andino y otras varias aves rapaces como el águila mora y el halcón peregrino: para muchos visitantes solo el hecho de poder verlos y sentir su vuelo impetuoso y sus violentos aleteos convierte a la excursión en una gran atracción y justifica con creces el paseo. Si se lo realiza en forma individual sobre vehículos, siempre se solicita al viajero que lo haga a muy escasa velocidad y en silencio para no provocar alteraciones en el hábitat de los animales.
Pero como señalamos, una experiencia muy particular es acampar en los lugares previamente fijados, que mantienen sus características agrestes, pero que a su vez cuentan con los servicios necesarios que requiere el turismo. El permiso de acampe se tramita en el comedor del área de servicios del parque. Como un anticipo, para una mejor experiencia, se recomienda proveerse de una carpa que soporte fuertes vientos y bolsa de dormir adecuada, teniendo en cuenta que la temperatura en invierno llega a -10 ºC; y también comida de rápida preparación, aunque, por otra parte, son muy especiales las cenas con vista al parque en el restaurante Naturaleza Mística, ubicado dentro del parador, que permanece abierto todo el año.
Cada noche en el parque parece deparar una atracción especial, única, cuando el cielo se ilumina y chispea de un modo que alucina a los visitantes. La región cobró el prestigio de permitir la observación de cielos realmente colmados de estrellas y constelaciones. Paisajes que llevan a la pregunta imprescindible: si la visión es pura fantasía o si realmente existe la magia del lugar, su impresionante energía, su brutal belleza.
Datos útiles
CÓMO LLEGAR
El ingreso al área de servicios del Parque Nacional Talampaya se encuentra en el kilómetro 148 de la RN 76, a 55 del cruce con la RN 40. Distancias al cañón: desde la terminal de ómnibus de La Rioja, 220 km; desde la terminal de Patquía, 150 km; desde la terminal de Villa Unión, 59 km. Para llegar en colectivos, se pueden utilizar las líneas que van a cualquiera de esas ciudades, que son Empresa Arce Bus, Empresa Facundo, Empresa 20 de Mayo y Zonda. Villa Unión se encuentra a 1261 km, y se recomienda ir por autopista 9, la autopista Córdoba y la Rosario. En avión, se llega a través del aeropuerto internacional de la ciudad de La Rioja o del aeródromo de Chilecito.
CLIMA
La gran amplitud térmica predomina tanto en verano como en invierno. Son frecuentes las sensibles variaciones de temperatura respecto del día y la noche. Los veranos son cálidos, con máximas que pueden superar los 38 ºC, y en invierno la mínima es de 0 ºC y en algunas oportunidades bajo cero. Los vientos soplan durante todo el año. El promedio anual de precipitaciones en la región es de 150 a 170 mm, aunque suele tener bajo porcentaje de humedad ambiente.
ALOJAMIENTO
La localidad de Villa Unión se encuentra a 55 km del acceso al cañón. Allí hay excelentes ofertas de alojamiento, restaurantes, estación de servicios, cajeros automáticos y vida comercial. También está el Hotel Cañón de Talampaya (03825 47-0753), sobre la RP 74, muy cerca de la RN 40. Es un alojamiento de tres estrellas, con habitaciones singles, dobles y triples con todo el confort de un diseño con identidad riojana, mezcla de modernidad y rusticidad. Además, cuenta con piscina, restaurante, venta de artesanías y regionales, estacionamiento y wifi.
ARTESANÍAS
Es habitual que los visitantes busquen llevarse recuerdos. En el interior del parque nacional, hay una feria en la que se pueden encontrar los mejores productos regionales e internacionales. Son muy recomendables los dulces de la zona, el vino patero, las confituras típicas y muchas otras delicadeces. Otro tipo de recuerdos pueden ser remeras, gorras, DVD del parque, tasas, pines, portalápices y una diversidad muy grande de otros productos, siempre a precios accesibles.
CONSEJOS ÚTILES
Se recomienda, para todo paseo, llevar abrigos “en cebolla” que puedan quitarse a medida que va haciendo más calor o ponerse cuando va bajando la temperatura, como así calzado adecuado (zapatillas o botas de trekking). No olvidar agua, protección solar, gorra o sombrero, y anteojos. También evitar alimentar a los animales, mantener la distancia y no acercarse a ellos, ya que muchos no están acostumbrados a la presencia humana y puede ser peligroso. Del mismo modo, se recomienda guardar el mayor silencio posible.