Un estudio publicado en la revista Nature y replicado por el portal SINC, revela que el coral pétreo Oculina patagonica, presente en el Mediterráneo, ha desarrollado una excepcional estrategia de “alimentación dual” que le permite sobrevivir al aumento de las temperaturas marinas. Esta capacidad, que combina la simbiosis con algas fotosintéticas y la alimentación heterotrófica, lo convierte en un modelo clave para entender la resiliencia de los corales frente al cambio climático.Una especie adaptada al Mediterráneo
Descubierta en 1966 en el golfo de Génova, la Oculina patagonica fue considerada durante décadas una especie invasora procedente del Atlántico. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que es nativa del Mediterráneo, donde ha persistido en pequeñas poblaciones durante millones de años. Las condiciones ambientales cambiantes, como el aumento de las temperaturas, han favorecido su rápida expansión a lo largo de las costas poco profundas del Mediterráneo, donde las temperaturas del agua varían entre menos de 10ºC en invierno y más de 30ºC en verano.
“Cuando se documentó por primera vez en aguas levantinas, se pensó que no sobreviviría porque las temperaturas estivales eran demasiado altas, pero contra todo pronóstico, logró establecerse y sus poblaciones están creciendo”, explica la doctora Shani Levy, primera autora del estudio y miembro del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona.
A diferencia de otros corales pétreos, que dependen casi exclusivamente de las algas fotosintéticas para obtener hasta el 90 % de su energía, la Oculina patagonica destaca por su flexibilidad. Este coral puede sobrevivir sin estas algas, lo que le permite resistir el blanqueamiento, un fenómeno mortal para muchas especies cuando las temperaturas superan los 29ºC. Durante estos episodios, la Oculina expulsa las algas de sus células, perdiendo su característico color marrón anaranjado, pero logra sobrevivir hasta que las condiciones mejoran, recuperándolas en otoño o subsistiendo sin ellas en ambientes de baja luz, como cuevas o aguas profundas de 30 a 40 metros.
“La capacidad de la Oculina para vivir sin un socio fotosintético le permite asentarse en aguas más profundas, donde la luz escasea, o tolerar aguas turbias, donde la luz se ve bloqueada por sedimentos”, destaca el doctor Xavier Grau Bové, coautor del estudio e investigador posdoctoral en el CRG. Esta adaptabilidad es clave en un Mediterráneo afectado por la actividad humana, como el tráfico marítimo, que genera sedimentación.
El equipo del CRG, liderado por el profesor Arnau Sebé Pedrós, empleó un enfoque innovador que combina la secuenciación del genoma con análisis de células individuales. Compararon decenas de miles de células de la Oculina con las de dos corales tropicales dependientes de algas, elaborando atlas celulares que revelan cómo este coral gestiona su metabolismo.
Cuando las algas están presentes, las células de la Oculina almacenan lípidos provenientes de sus simbiontes, proporcionando una reserva energética estable. En ausencia de algas, el coral activa células inmunitarias para eliminar restos celulares y expande sus células glandulares y digestivas, permitiéndole capturar y digerir partículas orgánicas y plancton del agua, un proceso conocido como heterotrofia.
“La Oculina es resistente porque no depende estrictamente de los productos fotosintéticos de las algas. Puede obtener esos productos cuando están presentes, pero también sobrevivir alimentándose de manera heterotrófica”, explica Sebé Pedrós.
El estudio también descubrió que otros corales dependientes de algas poseen las mismas vías genéticas y tipos celulares que la Oculina usa para la heterotrofia, aunque estas están inactivas. Este hallazgo sugiere que la capacidad de alimentarse sin algas es una característica ancestral, probablemente heredada de un antepasado común de los corales. “La estrategia vital de la Oculina se basa en la resiliencia a través de la diversificación. No necesitó inventar un nuevo modo de vida, sino desempolvar viejas herramientas de su caja”, afirma Grau Bové.
El Mediterráneo, un mar semicerrado con fluctuaciones extremas de temperatura, salinidad y nutrientes, actúa como un “laboratorio natural” para estudiar la adaptación al cambio climático. Según Levy, “los corales y otros organismos que viven aquí ya afrontan condiciones extremas, lo que nos ofrece un avance de cómo podría desenvolverse la vida marina en un contexto de calentamiento global acelerado”.
A pesar de su resistencia, los autores advierten que la Oculina patagonica no es un coral constructor de arrecifes, por lo que no puede compensar la pérdida de estos ecosistemas, que son fundamentales para la biodiversidad marina, albergando un cuarto de todas las especies marinas en menos del 1% del fondo oceánico. “La mejor manera de proteger los ecosistemas marinos, incluidos los arrecifes, es evitar el calentamiento desde su origen”, concluye Grau Bové.