El riojano, creador de El camión de Germán, sigue recorriendo el país con sus canciones. Embajador de la chaya, sus shows aseguran masividad y fiesta.
El folklore nunca morirá, porque siempre podemos volver a guitarrear en el patio de una casa y cantar las zambas más lindas de la historia”, dice Sergio Galleguillo. El cantautor riojano ingresó al cancionero popular con grandes éxitos como El camión de Germán. Es el representante de la chaya, el típico estilo de su provincia, que, a donde vaya, lleva su bandera “de la alegría e igualdad”.
Desde hace 17 años vive en el campo a las afueras de La Rioja y ya no negocia la tranquilidad de su granja entre árboles y animales. Sin embargo, del otro lado de la línea, no se siente el piar de los pájaros o el ladrido de alguno de sus perros, se escucha un altavoz anunciando los próximos vuelos. Sergio está esperando embarcar para dar uno de los más de 60 shows planeados para este año. Es consciente de que los eventos ya programados pueden caer por la crisis que atraviesa el país, pero sabe que su trayectoria lo avala como una de las noches más convocantes de los festivales folklóricos. “Ojalá nos vaya bien, porque nos encanta cantar y estar en todos lados”, dice esperando el avión.
- ¿Estás en tu mejor momento?
Ojalá que no [se ríe], ojalá que el mejor momento sea siempre y lo pueda disfrutar. Estoy muy agradecido, ha sido un buen momento para mí desde el 97, que comenzó esta hermosa experiencia de ser profesional y andar por todos lados. Es una maravilla llegar a los 25 años con esta trayectoria, y me alegra muchísimo todo lo que estamos viviendo. Estoy en el mejor momento y ojalá que siga así.
- ¿Qué es lo que más te gusta de ser músico?
Es una forma de vida. Elegí esta profesión, pero nunca pensé que sería una persona exitosa, yo simplemente quería ser un artista, poder expresarme y tener mi corazón lleno de la magia de la música. Nunca pensé que iba a ser un referente del folklore, estar en el catálogo nacional e internacional y, hoy por hoy, ser la gran noche en los mejores festivales. Eso fue lo que Dios me regaló y que nunca había imaginado. Ya que lo tengo, a donde voy represento a mi provincia, porque es una forma de agradecimiento hacia la gente. Estoy muy feliz de esta profesión maravillosa que es la música, me hizo vivir muy bien y conocer lugares increíbles.
- ¿Ya le pusiste fecha a tu retiro?
No, retiro no, pero sí bajar un poco los cambios. Tengo 54 años, a los 60 me gustaría aflojar un poco la marcha, no andar al palo, todo el tiempo viajando, sino tener la posibilidad de elegir, seleccionar los mejores lugares y poder dedicarme a mis hijas, ser productor de ellas y de artistas nuevos. Es lo mejor que me podría pasar. Uno nunca se retira, más cuando hace folklore, porque el folklore es eterno, es magia. Encima, trabajar con mis hijas como lo hago me da la posibilidad de algo fresquito y de seguir transitando los caminos como hasta ahora.
- ¿Te quedan pendientes por cumplir?
Con la música he cumplido todo gracias a Dios. Igual me faltan metas, llegar a sembrar más cosas y dejarlas para las próximas generaciones. Ya hice de todo, ahora me falta plasmarlo en un libro de historias de mi vida y del folklore argentino; también realizar un documental donde contemos todas las cosas que me pasaron.
- Hace unos años decías que el fol-klore está en crisis, ¿sigue igual?
Sigue en crisis. ¿Cuál es el último artista taquillero que ha surgido? Hay mucho talento, pero no ha surgido ningún pibe taquillero. El folklore no va a morir, porque podemos seguir guitarreando, los jóvenes aprendiendo, son etapas. Sin embargo, para competir a nivel de mercado nos falta otro Abel, una Soledad. Hace veinte años que estamos los mismos en el afiche, eso nos favorece a los que estamos, porque seguimos trabajando a full. Por supuesto que hay un montón de talentos jóvenes, no sé qué faltará para que puedan explotar. Sí hay en los otros rubros que están al frente, reguetón, rap, trap, son modas urbanas que está bien que pasen. El folklore nunca va a morir porque seguirá existiendo como la raíz de los pueblos. Entonces tenemos que estar preparados para formar a estos chicos y decirles que hay que caminar muchísimo para lograr el éxito y que los sigan.
- ¿El folklore tiene que evolucionar?
Tiene que evolucionar, por supuesto que sí, aprovechar las cosas nuevas, la tecnología. Pensá que usan inteligencia artificial para cantar con gente que murió. Todas esas cosas lograrán que algún día el folklore pueda evolucionar. El folklore nunca morirá, porque mañana o pasado, cuando nos cansemos de todo eso, volveremos al patio de una casa con una guitarra y un bombo a cantar.
- ¿Cuál es la clave para tu permanencia en la escena?
El hecho de tener a mis hijas y gente joven alrededor me refrescó la cabeza, la memoria, y me dieron ganas de hacer cosas nuevas, revisar canciones de antes. Sigo reversionando, haciendo canciones nuevas y videos, aunque no sean exitosas como Niña Chaya u otros temas. Eso es lo bueno de tener a la vuelta gente joven, me hace estar en el mismo lugar que al inicio, con el mismo fervor y las mismas ganas.
“Elegí esta profesión, pero nunca pensé que sería una persona exitosa”.
- ¿Sos más riojano que chayero?
Más riojano, olvidate. Chayero no sé si todavía soy. Quito Carballo era un chayero de ley. Me falta mucho, me gustaría algún día ser un buen chayero y compartir toda esa filosofía de vida que llevan, ojalá algún día pueda lograrlo. Me gusta cantar con caja, escuchar y leer muchísimo. Soy riojano, represento a La Rioja adonde voy.
- ¿Cuál es esa filosofía de vida del chayero?
Quito salía el viernes y hasta el martes seguía festejando. Cantaba, dormía un poco y seguía cantando. Los chayeros saben lo que es la cultura de la harina, de la albahaca, el encuentro de amigos, las guitarreadas familiares. Es muy lindo el significado del chayero, cómo vive, cómo escribe las coplas, cómo se prepara para cantarlas y decir las cosas buenas, malas, criticando al gobierno de turno o no. Las coplas son para decirlas cantando, y ahí se dará una revolución chayera.
LA FUERZA DE LA MÚSICA
Con seis discos editados como solista y giras por toda la geografía del país, para “El Gallo” su mayor éxito fue haber cambiado a su padre a través de la música. Creció en Campamento Vespucio, una localidad salteña, del lado de las vías, donde la vida no era fácil. Algunas noches, el alcohol ponía violento a su papá. Sin embargo, cuenta que ni bien él empezó a cantar, se produjo un cambio positivo en su padre, quizás fruto del orgullo que sintió y que le hizo mermar la violencia hasta desaparecer.
También, en aquellos años de su infancia, los problemas económicos que atravesaba la familia le impidieron concretar su anhelo de ser un tenista profesional. Su padre le inculcaba el amor al deporte mientras que su mamá impulsaba su vocación artística. “Una te hace bien al cuerpo, la otra al alma”, recuerda que le decía su madre.
- ¿Por qué no fuiste deportista?
Quise ser un gran deportista del tenis o del pádel, en algún momento fui número uno, hubiese llegado muy lejos, pero no teníamos el dinero para encarar los gastos a nivel profesional. Los años ya pasaron y hoy lo hago como hobbie. Igual, la vida me premió por otro lado, ser un representante de la cultura y poder vivir bien. La música me dio todo.
- ¿Qué te enseñó el deporte para la música?
La responsabilidad de ser disciplinado. No fumo, no consumo alcohol ni, menos, drogas. Tengo la suerte de ser un ejemplo para los jóvenes, poder hacer música y estar lejos de toda adicción.
PING-PONG
Una canción del folklore: Por este amor sin tiempo.
Una comida típica: Milanesa con arroz seco.
Un animal con el que te lleves muy bien: Mi perro Drago.
Una tarea del campo: Darles de comer a los animales.
Un boxeador: Dos: Carlos Monzón y mi padre.
Mate o café: Mate.
Un aroma riojano: Albahaca.