Con una electricidad que le recorre el cuerpo y lo lleva a la acción permanente, se erigió como un showman que, ya conquistado el mercado local, empieza a mirar hacia otros horizontes.
Fotos: Nico Pérez
Martín Bossi camina por la calle Corrientes y lo saluda un colectivero, la gente en la vereda, todo el que se lo cruza. Entra al teatro, repleto de personas que pagaron para verlo, y se expande en el escenario, su espacio. Pasan los minutos y es el dueño del lugar, tiene a la gente en un puño, lo disfruta y también siente el esfuerzo. Nada es de taquito, todo es trabajo e insistencia. El sudor crece en lamparones por su camisa, reflejándolo. La sonrisa en su rostro al final del show es la de un tipo satisfecho con el camino de más de dos décadas que lo trajo hasta este lugar.
El showman popular, el que vende entradas casi sin pestañear, es hijo de aquel adolescente que tuvo que pelearse con sus padres para poder actuar frente a un puñado de personas que lo miraban de reojo. En la segunda mitad de 2023, Bossi llevó su carrera más lejos que nunca, en un viaje que también lo llevó al pasado: en su gira europea, volvió a ser para muchos un desconocido, y revivió la experiencia de eventualmente ofrecer un show para pocas personas. “Fue el gran desafío de mi vida. Hermoso, pero también desesperante y angustiante. Sentí la soledad de no estar en mi cultura. Acá me saludan en la calle, allá nadie me estaba esperando. Incluso, algunos de los que pagaron la entrada fueron a ver de qué se trataba, no me conocían todos. Fue un volver a empezar. Fue muy loco y positivo para mí”, recuerda.
- El show también se volvió más minimalista, sin toda la estructura que tenés aquí, ¿no?
Re. El show que hice en gira es con un piano de cola y con Nelson Gesualdi, un pianista que también toca el saxo y la guitarra. El hecho artístico real es ese, transformar un mundo con nada, más allá de que después, si tenés los recursos, puedas agregar cosas. A mí me gusta aprender, y me dio mucho background haber ido afuera. Tuve que volver a explicar quién soy y qué hago.
Desde sus inicios como imitador hasta hoy, Bossi se fue despojando de máscaras. Las personificaciones, en un inicio, se multiplicaron, pero llegó un punto en el que, por consejo de su director, Emilio Tamer, empezó a ganar espacio su propia expresividad, sin el escudo de un personaje. En los últimos años, las imitaciones quedaron contenidas en un espacio dedicado a homenajear a otros artistas, pero en el 90 por ciento del espectáculo pasan al frente él y los temas que lo movilizan a generar el encuentro con el público.
El espectáculo que por estos días pone en escena en Mar del Plata, y que giró por el mundo luego de una exitosa temporada en la ciudad de Buenos Aires, es Bossi Live Comedy, que en Amazon Prime Video se encuentra como Teoría de la involución. Allí, Bossi aborda lo que considera como una degradación de la cultura respecto a su juventud. “Nació de una necesidad de expresar algo que creo que la gente también siente. El show es un cuestionamiento a las tendencias musicales, culturales, de comunicación, de tratos, de costumbres. Es iluminarlas para ver si son realmente lo que necesitamos, si nos hace realmente bien lo que nos imponen los dueños de las corporaciones. Abrís TikTok, Instagram, y tenés lo que quieren mostrarte ellos. No es pesimismo ni creer que todo tiempo pasado fue mejor. La pregunta del show es si los seres humanos evolucionamos. Es la pregunta básica. Evolución es potenciar lo positivo y descartar lo negativo. El ser humano no solo involucionó, sino que sofisticó la forma de destruirse. La guerra estaba mal, pero no se terminó, sino que se sofisticó. Pasamos de un tipo con arco y flecha a un tipo que aprieta un botón y vuela un continente. Como hay un mundo tan hipócrita y perverso, el show es un acto de rebeldía para aquellos que quieren volver a las bases”, explica.
- Este acto de rebeldía va a través de dos canales, la música y el humor, ¿por qué elegís ese tono para abordarlo?
Es lo que sé hacer. Creo que es una salida, pero no un escape. Me tomo la vida con humor, no es muy serio todo esto, en definitiva. Primero, porque ya sabemos el final, y eso te relaja. Veo al hombre ciego de poder desde que nací. Yo no soy esclavo ni del poder ni del dinero, por eso soy un hombre libre. Miro todo como desde una gran cámara oculta. Eso me hizo libre, entender de qué se trata todo y reírme. Sufro también el mundo, porque no es que me sobra, pero cuando estoy muy apretado, me digo a mí mismo “Pará, esto es todo una comedia”.
- Hay como un cierto patetismo en la solemnidad que puede terminar volviéndose gracioso…
Sí, yo me he enojado por cosas que hoy ya no me enojan. Te abandona una pareja y estás en un balcón mirando el horizonte, llorás cuando ves la playa y escuchás un tema. He sufrido, pero cuando vas creciendo sabés que en realidad no pasa nada. Me gustaría volver a esa época y tomarme eso como un caso de vida o muerte. Como cuando mis papás me decían “Tenés que estudiar, porque si no, no vas a ser nadie en la vida”. Era vida o muerte ir al colegio y aprobar una materia. Después te das cuenta de que no pasa nada. Cuando te despertás y te rebelás, sos lo que querés. No era todo tan serio. Creo que fue Chaplin el que dijo que la vida es una gran comedia. Y estoy de acuerdo.
- Contaste que, en un momento, cuando tus viejos no querían que hicieras lo que estás haciendo, viste que quienes tenían las vidas correctas tampoco eran tan felices…
Sí, y no lo reconocían. Hay gente que te dice que le va bárbaro y vos sabés que es imposible ser feliz con esa estructura. Sabés que no son felices, pero tienen como un cassette. Yo tampoco tengo la fórmula, no quiero decir que vivan como yo para ser felices. Yo padezco, soy un tipo con mil inseguridades, pero encontré la mía, mi manera de poder transitar medianamente en paz lo que me queda. Y sé que me queda menos de lo que viví, ya estoy jugando veinte minutos del segundo tiempo. No voy a vivir cien años, y tengo 49. Estamos desensillando de a poquito.
- Ya sos mayor que tu papá cuando falleció, ¿te provoca algo eso?
Sí, claramente. Su muerte me marcó la vida, pero lo puedo decir hoy. No hay día que no recuerde a mi viejo. Cuando murió, no lo pensé: volví a mi casa, descerebrado, con 18 años, y lo único que quería era ir a bailar, pero mi mamá no me dejaba porque estaba de duelo. Yo le agarré algunas camisas que estaban buenas, me las llevé a mi ropero y listo, fue todo. No entendía qué estaba pasando. Con los años empecé a entender. Fue como cuando en las películas le pegan un balazo al tipo y sigue caminando hasta que al cuarto o quinto paso cae. Me di cuenta de que se me había ido una parte grande de mí. Todo quedó congelado ahí. A veces, trato de comunicarme con él por medio de Dios.
«Me tomo la vida con humor, no es muy serio todo esto».
- ¿Qué creés que sentiría al verte hoy?
Si ahora le mostrara que estoy actuando para mil personas, se moriría de risa. El tema es que el proceso hacia eso hubiera sido caótico con él, muy traumático, porque él se hubiera opuesto y yo me habría puesto firme. Mi mamá fue más fácil. Sin mi papá, mi vieja en un momento me dijo “Hacé lo que quieras. Estrolate, andá a cantar si querés”. Este era duro, hubiera sido un temón. No imaginaba que podría pasarme esto, que me iba a ir así de bien.
- Sentís que le gustaría.
Sí, tengo fe de que me está viendo, y obvio que está conforme. Soy un tipo que labura, un hombre de bien, muy querido. Querido no por ser bueno o malo en mi laburo, sino porque trato de tener buenas intenciones, de mejorar como persona. Si él está viendo, tiene que estar contento. No puedo dar más que esto, estoy al límite.
- Siempre estás al límite, no te guardás nada.
Al límite. Hoy salí a correr a las doce del mediodía, con 32 grados. Mi vieja me dice “¿Es necesario, a los 49 años, seguir haciendo estas locuras?”. No me guardo nada de energía, hay que gastarla, quedar con el tanque vacío. Vivo una locura física que me agarró para el lado bueno. Soy como un rockstar, pero sin el reviente, la droga ni el alcohol. Vivo una vida de excesos físicos. Yo cometo excesos de vida. Si la vida fuera una droga, yo me la estoy tomando toda, no puedo parar. No es hiperquinesia, sino ganas de vivir. Porque, en realidad, la vida es hermosa. Si duermo una siesta, por ejemplo, me pongo una musiquita baja, dejo entrar el sol, pongo el aire en 26, me tapo con olorcito a perfume y me duermo. Me levanto, me tomo un buen café y puedo ponerme a bailar una hora y media funky delante del televisor. El día que me tenga que ir de este plano, ya está, Dios me dio 49 años de locura.
Estilismo: Romina Giangreco para Estudio @RFGSTYLECOACHING
Pelo y maquillaje: Cecilia Martínez para Estudio Paula Rey.
Agradecimientos: RISE, Bowen, Los Blanco, Ferraro calzados, Grimoldi Hush Puppies.
Locación: Casa Umare Apart Hotel
Boutique Bistró (Billinghurst 362, CABA) www.casaumare.com
Nuevos desafíos
Luego de la temporada de verano en Mar del Plata, Bossi tiene un año de mucho trabajo. En agosto encarará una nueva gira por los Estados Unidos, con presentaciones en Miami, Nueva York, California y Las Vegas. En esta última ciudad, además, un productor quiere tomarle una prueba: “Te ponen 500 personas, latinos que no te conocen, y vos hacés el show. Si funciona bien, te contratan por un año”, explica. También estrenará, a fin de año, la serie Amores inesperados, por Star+, y filmará una nueva serie de la que aún no puede adelantar demasiado.