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La K’onga: “En el escenario está nuestra vida”

Con más de veinte años de historia y once con la formación actual, son la punta de lanza con la que el cuarteto conquista el país, mientras se preparan para dar el gran salto internacional.

Fotos: Pato Pérez

Una noche de lluvia intensa a fines de 2012 hizo que aquel baile inaugural tuviera a casi tanta gente entre el público como la que estaba sobre el escenario. La K’onga estrenaba formación, siempre manteniendo la línea de tres frontmen, con Pablo Tamagnini acoplándose a Nelson Aguirre y Diego Granadé. Era difícil augurarlo en ese instante, con solo quince personas bailando sus canciones, pero a partir de aquel show, el grupo –que ya tenía sobre sus espaldas una década de historia– comenzaría un camino ascendente que se aceleró en los últimos años y que hoy lo proyecta a nivel internacional.

Este año, la banda tiene por delante una gira por Estados Unidos y otra de casi dos meses por Europa, en las que se proponen plantar bandera y, de algún modo, equilibrar la balanza comercial de la música popular: “Queremos seguir empujando nuestra música afuera y hacer el camino inverso del reguetón, la bachata, la salsa o el merengue, que se instalaron aquí con fuerza. Es nuestro gran desafío”, se anima Tamagnini.

La K’onga se erige como referente de un género que nuevamente se encuentra en el centro de la escena nacional. Entre las razones principales de su actualidad aplanadora están aquella pulsión artística surgida en la infancia y a la que supieron luego alimentar, pero sobre todo la paciencia con la que afrontaron casi diez años de éxito a cuentagotas, esquivo y por momentos lejano. Fue necesario ese tiempo para macerar un estilo, para forjar un carácter y curtir el lomo.

Entre mediados de los 80 y principios de los 90, los tres cantantes dieron sus primeros pasos en el arte, con el folklore como canal de expresión principal. En Villa Dolores, en el hogar de los Aguirre, sonaban Los Cantores del Alba, Los Chalchaleros, Los Tucu Tucu, y el pequeño Nelson se atrevía a cantar en las guitarreadas primero y en algunas peñas más adelante.

A pocas cuadras de allí, hijo de profesores de danzas folklóricas, Diego inevitablemente creció con el ritmo como medio de comunicación con el mundo. Bailar y tocar instrumentos fue lo suyo durante años, y recién después de un par de temporadas con los timbales en La K’onga dio el paso al frente y tomó el micrófono.

Mientras tanto, en Río Segundo, Pablo cantaba folklore y escuchaba rock. Probó suerte en festivales como Jesús María y llegó a un Pre Cosquín. Hasta que en 2003 saltó a la fama por su participación en el reality show musical Operación triunfo. Ese mismo año, el grupo se instaló formalmente con el nombre y el estilo que mantuvo a pesar de todo durante los siguientes veinte años.

En 2012 había dos necesidades que, en cuanto se mezclaron, comenzaron a fluir y a encontrar respuestas: un grupo que tenía un nombre instalado en el ámbito del cuarteto y con mucha presencia en los bailes cordobeses, pero que no conseguía consolidar el salto a nivel nacional que experimentó fugazmente en 2005 con su hit La cabaña; y un solista cuya carrera de inicio meteórico, con realities y participación en cortinas musicales de novelas del prime time, parecía diluirse en la marea de la industria. “En ese momento de mi carrera, yo ya estaba desilusionado con la música, no me iba bien. Me sentía enojado con la profesión por la que había dejado todo, y ya estaba pensando en irme a trabajar al campo con mi suegro. Entonces me llama Ale, uno de los pibes de La K’onga, y me dice ‘Vení, tenemos un lindo proyecto’”, cuenta Pablo. Nelson agrega: “Veníamos haciendo un casting, probamos con algunos cantantes, hasta que nos mencionaron la posibilidad de que viniera Pablo. El tiempo le dio la razón a Ale…”.

El crecimiento fue constante y paulatino, pero en ese momento no se medía aún en reproducciones en plataformas ni en grandes escenarios, sino en la acumulación de shows propia del género. Con mayor o menor expansión fuera de Córdoba, el grupo siempre conservó una aceitada gimnasia de escenarios, con seis o más presentaciones por fin de semana. Aquel ascenso sufrió una pausa que pudo ser un obstáculo (la pandemia por COVID-19), pero finalmente se evidenció como un trampolín. “Al principio fue un golpe grande, un momento difícil. Pero las caídas o las derrotas las tomamos siempre con buena onda, como aprendizajes. En las malas, es cuando más se nota la unión del grupo”, confiesa Diego. “No sabíamos qué hacer, no podíamos realizar shows en vivo, que era casi todo nuestro trabajo. Tomamos la decisión de comenzar a producir música y sacar videos, uno atrás del otro. Ahí nacieron muchas canciones que son éxitos hoy en día, que nos llevaron a posicionar la banda donde estamos actualmente”, dice Nelson. Pablo se explaya: “Nos propusimos algo que nunca habíamos podido hacer por falta de tiempo: sacar un tema nuevo por semana. Cada viernes tenía que haber material para lanzar, una semana me tocaba a mí, a la siguiente a Nelson, después a Diego, y volvíamos a empezar. Estábamos todos en ciudades distintas, explotaban los grupos de WhatsApp y mandábamos archivos y videos con el celular todo el tiempo. Así subimos a YouTube 42 videos en nueve meses. Una locura”. Le hicieron compañía a la gente, que estaba encerrada y no podía salir a ningún lado, agrega Diego.

Con un repertorio ampliado por hits que devolvieron millones de reproducciones en las distintas plataformas (El mismo aire, Te mentiría, Universo paralelo, entre otros, se convirtieron en infaltables en fiestas y playlists) y una nueva conexión con el público, que agradeció la compañía en un contexto angustiante, La K’onga emergió de la pandemia ya plantada en el lugar en el que siempre había buscado estar. Y se encontraba en condiciones de hacerse cargo: “Fue una lucha de años, el éxito nos encontró bien parados, firmes”, reflexiona Nelson.

  • ¿Quedó algo de esa dinámica instalada en pandemia?

Diego: Intentamos que se mantenga, luchamos para volver a eso, pero en general no nos dan los tiempos. Estamos viajando mucho, los compromisos son demasiados y tratamos de hacer un balance con todo. Queremos buscar espacios para producir, pero también extrañamos mucho a la familia.

Pablo: Sí, te pasa la vida mientras seguís haciendo cosas. A nosotros en gira nos han nacido hijos, se nos han casado hermanos, hubo cumpleaños, hemos perdido fiestitas del jardín, se nos han ido familiares.

«Nosotros siempre fuimos felices haciendo esto».

Diego: Nos pasó de todo. O sea que en el escenario está nuestra vida. El público nos entiende, y nos mostramos tal cual somos.

Nelson: La gente te ayuda mucho. Su energía es muy importante, te da fuerza para seguir poniéndole ganas arriba del escenario. Y nosotros devolvemos ese cariño, es un ida y vuelta.

  • Esos vaivenes emocionales, suyos y de la gente, ¿se sienten en el escenario?

D: En algún punto, creo que el bajón se tiene que notar si las cosas están complicadas. Por lo general hay una vibra muy buena en el show de La K’onga, una energía muy alta. El ritmo ayuda, se arma una fiesta, una situación muy linda. Las cosas que pasan en la vida a veces se notan, pero ese momento es para olvidarse de todo y disfrutar.

P: La Mona Jiménez, en el aniversario quince de La K’onga, nos dijo: “Tienen que regalarle energía, buena onda y amor a la gente”. Y respetamos mucho eso. Tratamos de que la gente tenga una sonrisa siempre, porque eso es lo que hace nuestra música, contagia un buen momento para bailar, para disfrutar. Nos divertimos. Hay chistes, hay muy buena onda. Si no, no se lo podés comunicar a los demás.

D: Yo me siento muy libre arriba del escenario. Cuando estoy triste o bajón, no lo evito. Es un momento mío, me agarra así y lo trabajo así. Creo que muestro otra parte, también, y hay gente que se siente identificada. Si tengo que llorar, lloro y te canto un cuarteto en ese estado. Pero tenemos un ritmo alegre atrás que nos empuja. Es una combinación rara y hermosa.

N: A todos nos pasa lo mismo, tenemos que estar ahí, arriba del escenario, y no siempre es fácil. No nos podemos dar el lujo de faltar. Si estamos mal, le buscamos la vuelta para transmitir algo. El estado de ánimo de cada uno tiene que servir para esa comunión que se arma en un baile. Es una fiesta humana, con todo lo que implica.

P: El cuarteto te invita a eso. Es la energía que esperamos de la gente y lo que la gente espera de nosotros.

Los veinte años del grupo llegaron en plena expansión, y el festejo fue a estadio lleno en Vélez Sarsfield. Desde los bailes en el interior cordobés hasta los shows con decenas de miles de espectadores, el espíritu se mantuvo, y la energía y el compromiso siguen en un nivel altísimo. Las exigencias cambian, y la vida se mueve también al ritmo acelerado del cuarteto, con esa misma alegría como motor.

Esta entrevista y la producción de fotos encajaron como pieza de un tetris avanzado, entre una entrevista televisiva y un show privado, en un fin de semana en el que otros dos shows y alguna nota extra también sobrecargaban la agenda. Así y todo, esta pyme, que en gira mueve a alrededor de treinta personas (sumando músicos y staff técnico y de comunicación), conserva cierto ánimo de viaje de egresados y las bromas vuelan como dardos de un lado a otro. 

“Nosotros siempre fuimos felices haciendo esto, con cada pasito que dimos. Llegamos a este momento sin darnos cuenta. El proceso fue muy lindo, el camino, la búsqueda constante en la que seguimos, porque queremos crecer un poco más”, dice Diego; y Nelson finaliza: “Definitivamente este es el mejor momento de la banda”. 

Gira internacional

El mes que viene el grupo tiene la primera de las dos grandes giras con las que se propone llevar el cuarteto más lejos de lo que el género haya llegado hasta ahora. Con fechas confirmadas en Los Ángeles, Redwood City, Miami y Nueva York, y otras que muy probablemente se agreguen para completar dos semanas de viaje, harán una primera escala en los Estados Unidos.

Luego, a partir de mayo desplegarán su música por varias ciudades de Europa: Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga, Madrid, Santiago de Compostela, Tenerife, Sevilla y Murcia (España); Dublín (Irlanda); Lisboa (Portugal); Zúrich (Suiza); Milán (Italia); Berlín (Alemania); París (Francia); y Londres (Inglaterra).

Agradecimientos: 

Estilismo: CGT producciones

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