Fotos: Bautista Araya
Con 46 años y dos hijos, Juan Carlos Baglietto se puso por primera vez en la piel de El Aviador para llevar adelante la adaptación musical de El Principito en el teatro. Mientras transitaba una experiencia artística diferente a la que estaba acostumbrado, con la actuación como desafío novedoso, también enfrentaba las turbulencias de una separación ante la mirada atenta de sus hijos. La obra fue un punto de encuentro más, un espacio de conexión en el que poner la cabeza y el espíritu en un plano diferente. Ese sí era un ejercicio habitual en la familia: el arte como salvación.
Más de dos décadas después de aquellas 160 funciones, Baglietto retoma el personaje que bucea a través de sus propias miserias para descubrir cómo relacionarse con su hijo. Sus hijos mayores, ya adultos, esta vez están a su lado, como partes fundamentales del proyecto: Julián es el director musical de la obra y Joaquín interpreta al Hombre de Negocios.
- ¿Cómo es revisitar un personaje que ya hiciste? ¿Con qué sensaciones te encontraste?
Me encuentro 21 años más grande, en una situación en la que estoy muchísimo más comprometido con el personaje y con la obra que lo que lo estuve antes. Yo no soy un actor avezado, ni mucho menos, yo estoy ahí porque canto. Esta vez me involucré mucho más, y lo hice desde la puesta. Estuve en todo el proceso creativo y en el casting. Por todo eso, me moviliza aún más. En aquel momento El Principito fue un hecho muy reparador, y me ayudó también a sacarme un poco el miedo a si lo podía hacer o no.
- En esa época tus hijos tenían 6 y 13 años, ¿cómo es hoy trabajar con ellos?
Para mí es una emoción tremenda. Sobre todo, porque lo que están haciendo no es trabajar de hijos, sino que es un trabajo serio, importante. Ellos mamaron desde chicos El Principito, fueron infinidad de veces a verla. La tienen bastante incorporada, fue una cosa natural el hecho de que ellos participaran y congeniaran inmediatamente. A pesar del conflicto personal, El Principito también colaboró en la relación con mis hijos en su momento.
- A ellos luego se sumaron Fermín y Clara, que con 19 y 15 no están muy lejos de la edad que tenía Julián…
Todo ese cambio y crecimiento es impresionante. Me hubiera gustado tener a los cuatro metidos trabajando conmigo. Seguramente lo vivirán de forma intensa, también. A su manera, porque son seres distintos. Creo que nos va a servir intramuros, para consolidar o alimentar nuestra relación de padre e hijos. La obra tiene ese espíritu, no es solo para chicos, sino para toda la familia. Por el mensaje que conlleva plantea un hecho de interrelación profunda entre gente de distintas edades. Quizás no haya tantas cosas a disposición que hoy sirvan a tal efecto.
- Es una época de un consumo más fragmentado, en la que se apunta a públicos muy específicos, en general.
Sí, tal cual. En el proyecto que tengo junto a Lito Vitale ahora vamos a hacer un parate, nos tomamos un par de meses, pero eso es algo de lo que nos enorgullecemos. Con lo que generamos musicalmente, servimos de punto de contacto entre padres, hijos, hijas, nietos, nietas. Desde hace mucho tiempo vemos en nuestro show cómo se ha ido ampliando el espectro y cómo se ha generado ese contagio entre generaciones. Yo creo que con El Principito pasa lo mismo, por lo menos los mensajes que me llegan. Me dicen cosas como “Yo la vi hace 20 años, voy a poder ir a verla con mis hijos”. Está todo tan fragmentado, compartimentado, que no hay muchas cosas para compartir en familia. Estoy muy contento con poder brindar esa posibilidad.
- Desde muy chicos tus hijos te vieron sobre escenarios, ¿qué te produce hoy mirar a un costado y tenerlos con vos?
Nosotros mantenemos una relación que es muy buena de padre e hijos, y de gente que trabaja junta en forma respetuosa. A ellos les daba asombro verlo al padre arriba del escenario, pero también fue algo que naturalizaron a partir de que era el mismo padre que veían en casa, y que no llevaba una actividad oculta. A mí siempre me preocupó que entendieran cómo era este oficio desde lo profundo. Por eso nos hemos ido de gira juntos, los he llevado, y Julián hoy toca conmigo. Aprendieron a valorar el laburo que se hace. Y que, si bien es el mejor trabajo del mundo, requiere su rigurosidad y seriedad. Ellos lo mamaron desde chicos, por ende, asumen sus roles. Claro que me enorgullece, son la cosa más importante que tengo en mi vida.
- ¿Ejercen alguna influencia sobre vos?
Sí, no se callan nada. No es que yo soy la palabra santa que les dice “Hay que hacer tal cosa” y entonces van y la hacen sin cuestionar. Todo está hecho con profundo amor, pero disentimos también. Los cuatro me han hecho conocer músicas a las cuales yo no me hubiera acercado, por un tema generacional, prejuicios o lo que sea. Cada uno tiene sus gustos particulares, pero hay una cosa de respeto. No es que uno es un idiota porque le gusta tal cosa. Eso conlleva a tener más amplitud en otros aspectos. Es necesario que las cosas maduren, que cada uno recorra y transite su camino. Lo que he tratado siempre es de que no se lastimen. Yo los he ido acompañando, y ellos me han ido acompañando a mí también en mis conflictos y en esto, que es prestarles atención a cosas a las que no estaba dispuesto a abrir la cabeza.
- ¿Cómo es hoy educar, criar, acompañar a adolescentes con este contexto? ¿Sentís que hay alguna conexión con tu propia adolescencia?
Son muy diferentes. Lo que yo viví a mis 16 años es muy distinto a lo que pueden estar viviendo Fermín o Clara. Tenemos los conflictos que tiene todo padre con un hijo adolescente. En nuestro caso, a lo mejor, con hechos más relacionados a la música o lo artístico. El conflicto adulto-adolescente es que a los dos les cuesta metabolizar, ponerse en la piel del otro. Yo lo intento, y hay veces que me sale. Yo no tenía ninguna posibilidad, a esa edad, de sentirme compinche de mi papá, porque vivíamos en universos distintos, pensábamos distinto, veíamos las cosas de distinto modo. En aquel momento me parecía que toda cosa que no fuera proveniente de una mente joven no servía. Eso cambió. La obra también habla de ese vínculo de un padre con un hijo adolescente.
“Me seguiré subiendo al escenario hasta que me den el cuero, la cabeza o el corazón”
- Antes, cuando uno pensaba en un hombre de 67 años, no pensaba en alguien como sos vos hoy…
No, era un viejo choto. Yo sé que soy una persona grande, no me creo un pendejo, pero no me siento una persona que esté de vuelta de todo o que esté en el declive de la vida. Seguiré subiéndome al escenario y haciendo cosas hasta que me den el cuero, la cabeza o el corazón. Hoy siento que tengo un montón de cosas para dar. Y creo que mis hijos me ven así, no como una persona pasiva o que ya ha hecho todo lo que tenía para hacer. Tiene que ver con la vitalidad, no solo con la edad. Y con las oportunidades, porque a lo mejor hay gente muchísimo más capaz que yo a la que no le llegaron las oportunidades, que en parte se buscan y en parte se encuentran. No es todo tan lineal. No sé cómo me verán ahora, pero hay una cosa que sobrevuela y le da contención a todo, que es el amor que nos tenemos.
EL PRINCIPITO, UNA AVENTURA MUSICAL
Con dirección de Eduardo Gondell, además de los Baglietto estarán en escena Luis Rodríguez Echevarría, como El Principito; Valentina Podio, como La Flor; Zaina, como El Vanidoso; Carlos March, como El Bebedor; Florencia Otero, como La Serpiente; Roberto Catarineu, como El Zorro; y Wallas, como El Rey.
La obra actualiza algunos aspectos del libro original e incluye una amplia variedad de ritmos, incluyendo temas nuevos, entre los que se encuentran uno compuesto por el rapero Zaina. Las redes sociales y algunos fenómenos tecnológico-financieros como las criptomonedas se cuelan en un texto que, por lo demás, se conserva siempre actual. “En definitiva, el hombre sigue siendo el hombre”, resume Baglietto.