A Suna Rocha le han dicho que es la “mujer paisaje” y que tiene en su rostro a toda América. Y es así. Hablan de ella su cabellera negra ondulada, su tez morena, la erre arrastrada, el ritmo que le da vivir rodeada de árboles y pájaros, y la sensibilidad para reconocer los problemas de nuestra tierra.
Cantora de voz profunda, en enero se presentó en el Festival de Folklore de Cosquín, donde fue Revelación en 1983. Celebró los cuarenta años de ese acontecimiento en la edición anterior, regresando luego de ocho años al escenario Atahualpa Yupanqui. “Estuve alejada injustamente de Cosquín, porque al intendente de aquel momento se le ocurrió que yo no podía ir. Pero los políticos pasan y los artistas quedan. Por eso, sabía que iba a volver, porque siempre tuve un desempeño responsable, no me he quedado con ir y cantar un par de canciones, siempre armé una idea”, dice una mañana calurosa en el Parque Sarmiento de Córdoba Capital. Está en la ciudad por chequeos médicos. Si no, la evita, prefiere la tranquilidad de Villa Tulumba, la pequeña localidad cordobesa en la que vive, cercana a Las Arrias, donde nació en 1948. “Practico la cultura de la contemplación, que es una muy buena manera de vivir”, afirma.
En sus comienzos, la apadrinó Mercedes Sosa, quien al escucharla interpretar Grito santiagueño junto a Raúl Carnota, su pareja y compañero musical de ese momento, los invitó a cantarla con ella en un álbum y luego en un Luna Park. Desde entonces, Suna grabó doce discos, en su mayoría con interpretaciones de grandes temas del cancionero popular argentino, y realizó giras internacionales, como solista y junto a otros artistas como Pedro Aznar. “Siempre desarrollando la idea, que es lo que nos está faltando hoy. En todos los ámbitos, no solo en la música, estamos faltos de ideas o no dejan llevarlas a cabo a la gente que las tiene”, comenta segura del modo en que desarrolla su profesión. Es que en todo este tiempo intentó tener “cuidado con esas tentaciones que ofrece el arte mendigado, el del camino fácil”, como le recomendara Atahualpa Yupanqui en cartas que intercambiaron durante sus años de amistad. “Esa frase fue un gran compromiso”, dice.
- ¿Cómo te convertiste en cantora?
Empecé con una gran vocación a los cuatro años, cantando arriba de una mesa. El tiempo fue pasando, me hice profesional y llegué al lugar al que sabía que iba a llegar. Porque si de algo tenía la certeza, era de que lo lograría. De chica veía el escenario Atahualpa Yupanqui y pensaba “Ahí voy a llegar algún día”, y llegué. Cuando fui más grande, me convencí de que es un vehículo importante para darle a la gente algo para que tome conciencia, hacerle ver ciertas cuestiones relacionadas con nosotros, nuestra vida, nuestros hijos, nuestras generaciones, las que pasaron y las que van a venir. Crear conciencia, que es lo que nos hace falta hoy. Ahí me di cuenta de que la cantante tiene con qué, la cantora tiene por qué, por esto mismo. Por eso, a mí me gusta que me digan “cantora”.
- En ese sentido, ¿cómo ves la producción musical, especialmente en el folklore?
No veo que aparezcan cantores o autores interesantes, pueden tener una buena voz, pero a mí me interesa cuál es el planteo, la idea. Te doy un ejemplo mío, sobre el tema del agua, asunto muy importante hoy más que nunca, porque se acaba. Se pone plata para otras cosas como armas, guerra, y no para cuestiones trascendentales como esta. Entonces, planteé el problema en un disco al que le puse SOS Agua. Me parece necesario hacer algo así, porque los artistas tenemos un vehículo fantástico, como lo es un micrófono y un disco, para trabajar sobre distintas temáticas que nos interesan a todos. Contamos con esa posibilidad y la tenemos que aprovechar. Como cuando puse una semilla de algarrobo en el álbum Maldición de Malinche, planté la idea de que hay que forestar para que no nos quedemos sin el verde y el oxígeno para subsistir. Hay muchos motivos por los que se quema el monte, entre ellos que hay gente interesada en que se siembre mucho o en desarrollar complejos inmobiliarios, y no hay otra manera de hacerlo que bajando el monte. Cuando era chica, viajaba de Córdoba a San José de la Dormida y todo eso era monte y animales; hoy está todo pelado, es una chacra al lado de otra. Algunos estarán felices con eso, pero es el ambiente el que sufre, entonces eso debería estar controlado.
- Aquel consejo de Yupanqui ¿fue difícil de cumplir?
El arte mendigado es hacer una letra pasatista, la historia de una chica y un chico, pero a quién le interesa. Están bien las canciones de amor, pero a nivel universal, no es necesario a todas ponerles una historia amorosa. Si yo te contara todos los temas que me pasan para grabar. Los escucho y les contesto que ese no es mi target para interpretar, esa es una forma bastante comercial de las canciones, no estoy en contra, pero no soy una intérprete para eso, no soy cantante, soy cantora. Por eso, en todos mis discos siempre hay algo, aunque sea una frase que me compromete de alguna manera, como “Para unos los beneficios, para otros los males” [parte de la letra de ¿Se acuerda doña Maclovia?, de Carlos Di Fulvio].
- ¿Estás orgullosa de la carrera que has hecho?
Sí. Hay cosas que cuando uno las dice parecen pedantería, pero para responderte las tengo que decir. Soy una cantante que sabe elegir el repertorio. Yo sabría qué hacer para ser más masiva, por ejemplo, grabar esas canciones sin demasiada profundidad, y no lo hago, menos a esta altura, quiero grabar una canción que tenga algo que le deje una idea a la gente.
«Soy muy provinciana, sigo hablando con la erre de mi lugar»
- ¿Te ves jubilada del escenario?
He visto que hay gente que no se quiere retirar, y a la hora de presentarse en un show, lo he sentido –y la gente lo siente– como algo medio patético, y no me gustaría ponerme en ese papel. Entonces siempre he pensado en retirarme a tiempo. Y hacer cosas, hay un montón para hacer, dejar todo aquello que uno ha aprendido, y que le ha llevado tanto tiempo aprender, para las nuevas generaciones. Mercedes me solía decir “Vos tenés que elegir el repertorio de los chicos”. Y yo pensaba “¿Quién soy yo para hacer eso?”. Pero sí, podría enseñar a hacerlo; dar charlas y clases, eso me gustaría.
- Hoy pareciera que los jóvenes si no es una canción propia no la cantan, ¿entre tanto escrito es un don encontrar joyas?
Hay chicos que recién comienzan y quieren hacer discos de autoría propia, eso me parece tremendo, una falta de humildad. Primero hay que leer mucho. Yo he compuesto y grabado temas míos, pero contados con los dedos de la mano, no me animo porque respeto la buena poesía, porque teniendo un Yupanqui, un Carnota, a mí me da cosita hacerlo.
- ¿Por qué volviste a Tulumba?
Tengo muchos defectos como mujer, como persona. Pero siempre tuve la impresión de que no quería llegar a ciertos lugares con un bastón, sin poder caminar. Ahora que estoy bien, que puedo moverme sola, quiero vivir en contacto con la naturaleza, que es lo que más me gusta. Por eso, de allí mis discos, el árbol, el agua, esas cosas simples. No quería estrés, antes vivía a dos cuadras del Congreso, donde había piquetes todo el tiempo, y dije “No, me voy ahora”.
- ¿Sos la mujer paisaje?
Me lo dijo Pedro Aznar en un programa que se llamaba La Nota, donde la gente opinaba sobre mí. Y Pedro me dio para que tenga, me dijo que era brava. Soy brava, tengo un carácter fuerte. Es que en el ambiente hay que lidiar con hombres en su mayoría. Entonces me pongo el traje y salgo a lucharla. Tengo una gran gimnasia en eso. Él dijo en ese programa “Suna es una mujer de paisajes”. Soy muy provinciana, sigo hablando de la tierra, con la manera de pronunciar la erre de mi lugar. Y Yupanqui me lo dijo: “Me encanta de ti que no perdiste tu sentido de la provincianía”. Serrat, en una reunión en la casa de Caloi, que era el padrino de Guadalupe [su hija con Carnota], cuando yo entré con el pelo recogido, dijo: “Oye, ¿quién es esa mujer?, tiene toda América en su rostro”. Esos piropos para mí son los mejores.
- ¿Vos cómo te definís?
Mujer de la tierra. Me encanta la tierra y todo lo que conlleva: sus árboles, sus pájaros, el agua, la naturaleza en general. Por eso amo mucho mi país, y cuando siento que lo van a vender, que van a regalar nuestros recursos naturales, me pone muy mal, porque tenemos un país hermoso que vamos a dejar manotear de todos lados, por desinteligencia y falta de capacidad.
PING-PONG
Un paisaje: Tulumba.
Un pájaro: El hornero. Es un pájaro maravilloso, tan laburador y hermoso. Me emociona.
Un árbol: El algarrobo.
Una canción: Tren de Alemanía, de Manuel J. Castilla y Cuchi Leguizamón. Jamás la pude grabar porque me emociono, pinta a mi padre.
Una palabra: Amor.
¿Qué es el amor?: El amor debiera mover el mundo, pero lamentablemente no es así, así que por lo menos que nos mueva a nosotros, a los seres sensibles que somos capaces de sentirlo. Y ahí se va a establecer la construcción de cosas hermosas y no de guerras y cosas feas.