Dicen que para nadar mariposa hay que realizar un movimiento simultáneo y simétrico de los dos brazos sobre el agua, seguido de un movimiento ondulante del cuerpo y un golpe coordinado de las piernas –lo que se conoce como “patada de delfín”–. Hay que controlar la respiración y el ritmo, y, sobre todo, tener unas ansias locas de nadar, como las de María del Carmen Soria (80 años), quien batió el récord de su categoría en estilo mariposa en el último Campeonato Argentino y Sudamericano de Natación.
María del Carmen tiene los ojos tan azules como el agua que se abre paso a sus brazadas. Elegante y fuerte a la vez, recorre el largo de la pileta del Jockey Club de la ciudad de Córdoba bajo un techo que deja pasar la luz de la mañana y desde donde se pueden ver las copas de los árboles.
Nadar, jugar, saltar, hacerse de amigos, volver a nadar y seguir jugando. Así eran los veranos de la familia Soria en el Club Suquía, al que llegaban desde su casa después de una hora de viaje en tranvía. “Estamos hablando de los años 50, pileta de verano. Nosotros terminábamos las clases hoy, y mañana íbamos a la pileta; y terminábamos de nadar hoy, y mañana empezaban las clases. En época de colegio, no íbamos. Primero, porque no había piletas cubiertas, y segundo, porque en mi casa había que estudiar. Mi papá era muy exigente”, dice María del Carmen, con voz segura.
Y estudiar era estudiar música. Familia de cuerdistas, su padre, Ángel Soria, tocaba el violín y fue uno de los fundadores de la Orquesta Sinfónica de Córdoba, y su abuelo, que tocaba el violonchelo, uno de los precursores. “Mi hermana estudió piano. Yo, piano y violín, pero al final había que definirse, porque es muy difícil hacer dos carreras paralelas en el Conservatorio, así que me decidí por el violín”, cuenta, todavía con el pelo mojado, sentada en uno de los sillones del hall de entrada al natatorio del Jockey, donde entrena todos los días.
Los veranos de la infancia vuelven una y otra vez junto con la figura del padre, que les enseñó a nadar jugando. “Él nos enseñó y después dejó que los profesores nos mejoraran. A mí me gustaba nadar mariposa y no me dejaban porque era muy flaquita. Pero había una chica más o menos de mi edad que sí nadaba mariposa. Era la época en que los entrenadores dejaban que cada cual corriera el estilo que quisiera. La cuestión es que un día vino el entrenador y le preguntó a mi papá si me dejaba nadar mariposa para que esta chica no nadara sola. Y mi papá le dijo que sí, que no tenía ningún problema. Me dejaron y gané. A partir de ese día, me entrenaron mariposa”.
A los 14 años, María del Carmen batía el récord nacional. Eran tiempos en los que no había piletas cubiertas y cuando habilitaron una en un colegio privado, había que ir a entrenar a las seis de la mañana. “El invierno era para estudiar”, repite. Por eso a los 17, dejó de nadar, porque ya no podía competir con chicas que entrenaban todo el año.
Siguió estudiando, a los 18 entró en la Sinfónica, dio clases de composición en la universidad y en el Conservatorio, donde a su vez dirigió la orquesta; se casó con un músico, formó una familia, tuvo tres hijos –todos músicos– y, como dice ella, siempre trabajó. Iba a alguna pileta cubierta, pero no entrenaba, los horarios de la Sinfónica no se lo permitían.
Recién cuando se jubiló, recuperó el gusto de nadar. Fue cuando la invitaron a sumarse al equipo máster de entrenamiento del Círculo de la Fuerza Aérea, que, como todos los equipos máster, reúne a nadadores de 25 años en adelante.
“A mí me hace feliz estar en el agua”, dice por si quedaban dudas después de verla moverse en ese mundo que es la pileta. “Me gusta competir y ganar, porque nadie compite si no le gusta ganar. Y se compite para ir adelante, no solo para ganarle al de al lado, sino para superarse a uno mismo”, afirma, y ella lo sabe: se recuperó de una lesión en el brazo que la tuvo un año y medio sin nadar y de un problema en la retina que le impidió tirarse de cabeza en las competencias. Y siguió compitiendo, tirándose de parada.
“¿Qué me dio la natación? De chica, jugar, bailar… Ahora, de grande, –cuenta– disfrutar de las amistades, ir a los torneos internacionales, conocer. Viajar para estirar el tiempo”.