Desde el presidente hasta el Papa, cualquier personaje de la vida política y cultural del país puede caer bajo el poder imitador de Ariel Tarico. No importa si es varón o mujer, tampoco su signo político ni su vida privada. Cuando un personaje le interesa, iguala su voz, absorbe sus gestos, pero sobre todo intenta que las respuestas y reacciones sean compatibles con las de la persona real. Así, en más de veinticinco años de carrera, creó al menos cien personajes y confiesa que si alguno le sale mejor a otro colega, se lo deja: “No todos los personajes me pueden salir bien, ni todas las voces iguales, lo tengo totalmente aceptado y superado en terapia”.
Locutor nacional y actor, asegura que el humor lo salvó. Cuenta que cuando murió su padre, se refugiaba en los programas de Tato Bores o Antonio Gasalla, también en la revista Humor. Entre las risas que le generaban, podía imaginarse un futuro un poco menos doloroso. Tenía seis años y una vocación que empezaba a tomar fuerza.
Su acercamiento inicial al arte fue a través de la caricatura, obras que firmaba con el seudónimo “Lento Tarico”. Más tarde, los primeros pasos como imitador los dio en la radio, en su Santa Fe natal, cuando era adolescente, en los micrófonos de LT10 Radio Universidad Nacional del Litoral. Hasta que Héctor Larrea lo descubrió y le insistió para que se instalara en Buenos Aires.
A partir de ese momento, su carrera fue creciendo. Llegó con sus imitaciones a distintas emisoras, como La 100, Radio Mitre, Radio El Mundo y Radio Rivadavia; también a la televisión, con sus performances en el canal TN. Por su labor como humorista en medios de comunicación, recibió en dos oportunidades el premio Martín Fierro.
Además, durante todo 2024, junto a su colega David Rotemberg, subió a los escenarios del país con Tarico on the Rotemberg: Sean de Termos y Mabeles, un espectáculo humorístico en el cual recorren los 40 años de democracia. Para este nuevo año, afirma que lo único seguro es la temporada en Mar del Plata con esta obra, todo lo demás está por confirmarse.
- ¿Qué pasa en vos cuando imitás?
Es como un juego. De chico, cuando empecé a disfrazarme y a hacer algunas cosas en los talleres de teatro en la escuela, siempre tuve la influencia de los cómicos que veía en la televisión. Entonces, de alguna forma, cuando me transformaba en otro, me conectaba con esos cómicos que me hicieron la infancia y la adolescencia más pasable, porque mi viejo había fallecido a mis seis años, entonces mi refugio eran esos programas. Cada vez que hago algún personaje vuelvo un poco a esos primeros talleres, a esa época muy divertida, de estudiantina, de imitar a los profesores, a la directora. Siento que son distintas almas que me poseen, voy incorporando pensamientos, ideas, formas de hablar. Tiene que ver con jugar a ser otro, y también se trata de cambiar todo el tiempo, que no sea un solo personaje, indagar en distintas psiquis. Me divierte mucho.
- ¿Qué debe tener un personaje para que lo imites?
Al principio me llama la atención el timbre de voz, se me va pegando la forma de hablar, el cantito, lo voy incorporando de a poco. Debe tener vuelo propio, si lo hago al aire y no rebota entre mis compañeros, prefiero guardarlo para más adelante. Tiene que ser como una plastilina. Como no tengo un método, no lo planifico, siempre me sorprendo por el devenir.
- Si no tenés método, ¿lo tuyo es puro don?
Sí, es un don que después se va puliendo con el tiempo, con la práctica, a prueba y error. Un personaje empieza como boceto en la radio, después lo llevo al teatro, donde empiezo a meterle los gestos, y en la tele se termina de redondear.
- ¿Cómo es el proceso?
Lo voy observando, leyendo. Después es práctica, escucharlo mucho. Tengo bastante buen oído, esa es una característica mía.
- ¿En qué formato sentís que explota más tu talento?
La radio me gusta más, es mi medio. Después, en los otros estoy más de prestado, no me siento un bicho de tele. Ahora se están mezclando un poco los géneros, estamos haciendo radio y tele a la vez con el streaming. Se está volviendo un poco a lo que era antes, se parece a lo que hacían [Luis] Sandrini y Niní Marshall, que estaban en un auditorio con gente que los veía leer el libreto y participaba. O estamos haciendo TV low cost, con esto de la radio con cámara. Pero en la radio me siento más cómodo. El teatro es un lugar donde todavía no encontré techo, tengo que seguir haciendo más y más cosas. Me gustaría hacer otro tipo de obras, probar, jugar. Con la pandemia parecía que el teatro presencial se iba a terminar, pero no, la gente quiere seguir viendo shows en vivo.
“No soy extrovertido, no todo el tiempo estoy haciendo chistes».
- ¿Te dan ganas de desafiar a tu actor?
Puede ser, jugar un poco, encarnar algún personaje histórico, como la parodia de Isabel Perón en Happyland. Hacer una obra satírica así me gustaría a futuro. Creo que hay tiempo todavía, esta es una carrera larga.
- Sin prisa, pero sin pausa…
Tal cual.
- Si parás, ¿perdés el timing del humor social?
Hoy con las redes es medio imposible, porque siempre estás subiendo algún contenido, haciendo algo. A veces viene bien desintoxicarse un poco, descansar y parar. Hacerse extrañar y extrañar también. Me pasó que estuve un par de años sin hacer teatro, volví a mitad de 2023 con David Rotemberg, y se volvió a generar de nuevo la onda con el público. No es cierto que el tren pasa una sola vez en la vida, no hay que desanimarse y nunca es tarde. Hay que saber respetar los momentos en que no tenés ganas de hacer algo, de exponerte. Aprendí eso con el tiempo, si yo no estoy bien, si estoy atravesando una situación difícil y la quiero caretear, se va a notar. Si no estoy bien personalmente, no puedo transmitirle algo bueno al público, si no, tengo que transformar eso que me está pasando en algo positivo.
- ¿Humor y dolor van un poco de la mano?
Sí, porque el humor es como una respuesta al dolor. Y el humor siempre nace de algo negativo, no florece de una situación agradable, donde todo está bien. El humor es como encontrar la flor en el medio del basural.
- Hacés humor con política, ¿es el tema más sensible para hacer reír?
Siempre fue un tema sensible, en todas las épocas. No creo que sea algo tan fuerte ni tan valiente como era en la época de Tato Bores, que había mucha inestabilidad política, entonces dependiendo de los interventores que hubiera en los canales lo convocaban o no, y las veces que lo prohibieron en la tele, para sobrevivir, hacía teatro. Ahora con las redes son más habituales la parodia, los memes, la sátira continua. Hoy X es como una revista satírica de actualidad que se renueva minuto a minuto.
- ¿Te seguís definiendo como caricaturista?
Me siento un caricaturista todavía. La caricatura es exageración, pero es síntesis también. Además, el tema del dibujo siempre está en mí. La caricatura siempre me va a acompañar por más que lo haga como un hobbie y no como una profesión.
- ¿La actualidad que vivimos brinda materia prima para el humor?
Totalmente, esta es una época muy graciosa. No podemos creer que un panelista de televisión haya llegado a la cima, ser presidente y marcar la agenda política. Es un momento de mucha mutación, de cambio. Yo trato de divertirme siempre, en todas las épocas.
- ¿Cómo sos en la vida cotidiana?
No soy extrovertido, no todo el tiempo estoy haciendo chistes o personajes. Por momentos estoy más calmado, parezco tímido, lo soy, pero en la vida cotidiana no estoy jodiendo todo el tiempo. Es un trabajo, se prende la luz, estoy ahí, se apaga y listo, vuelvo a ser más pensativo, más observador, y de eso, como una esponja, voy captando cosas que me sirven para el aire después.
VERANO EN MAR DEL PLATA
Tarico on the Rotemberg: Sean de Termos y Mabeles se presenta jueves y viernes en el Teatro Neptuno de Mar del Plata.
Asegura que quien ya la haya visto, si vuelve, se encontrará con una obra totalmente distinta. “Todo el tiempo vamos modificando pequeñas cosas, de acuerdo con la actualidad vamos ampliando parte del libreto, esa es como una marca de la dupla”, comenta.