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ANTONELA MENA: LA CAPITANA QUE SE HALLÓ EN EL HANDBALL

De adolescente tímida y avergonzada de sí misma a líder de grupo y luchadora tenaz. El deporte le permitió desplegarse y, por eso, se sobrepone a las adversidades para seguir disfrutando de él.
De adolescente tímida y avergonzada de sí misma a líder de grupo y luchadora tenaz. El deporte le permitió desplegarse y, por eso, se sobrepone a las adversidades para seguir disfrutando de él.

En lo cotidiano la sorpresa se escurre. Uno está tan ocupado en vivir, que olvida los miles y millones de coincidencias que permitieron que hiciera esto y no aquello, el azar y las decisiones que acomodaron las piezas de una manera en lugar de tantas otras. Una tarde de hace 25 años, por ejemplo, en el gimnasio de su escuela, la vida de Antonela Mena cambió para siempre: la chica hasta entonces tímida que un poco se avergonzaba de su altura muy superior al promedio entendió que eso que sentía un obstáculo podía ser, en realidad, una herramienta, una ventaja, casi un poder. En cuanto descubrió el handball, de algún modo se descubrió también a sí misma. “Entendí que era algo que otras no tenían, que era una virtud y no un palo en la rueda. No lo padecí más. Hasta ese momento, había cosas que me daban vergüenza, mambos que tenía en mi cabeza y que me impedían soltarme. Pero a partir de ahí cambió todo, y fue muy rápido, a pesar de que el proceso total de maduración fue a largo plazo”, cuenta.

  • ¿Cómo es eso?

Es que aprender me llevó un tiempo, pero hay cosas que se me dieron enseguida. A los pocos meses de haber comenzado a jugar, fui a ver una exhibición de la selección mayor y, por mi altura (medía más de 1,80 metros a mis 14 años), se me acercó el entrenador y me convocó. Así que, prácticamente, aprendí a jugar ya estando en la selección. Con mi altura, con mis vergüenzas, con todo lo que significaba, pero con mucha paciencia. No era la mejor, para nada, pero confiaba en lo que podía llegar a dar, y nunca dejé.

  • El handball, entonces, te dio mucho más que una actividad para realizar.

Totalmente, me ayudó a ser quien soy. Hoy, como entrenadora, estoy en un estado de alerta si me doy cuenta de que alguien no se anima porque le está pasando lo mismo que me sucedió a mí. Hay chicas que no se animan a mejorar o a hacer un ejercicio porque tienen vergüenza, y me doy cuenta enseguida, porque yo también pasé por eso. Y soy una muestra de que se puede mejorar y crecer. Al comienzo, yo trataba de pasar lo más desapercibida posible. Era parte del equipo y me sentía importante, pero en silencio, no al centro. Cuando me pusieron de capitana, fue difícil, porque tuve otro rol, había que hablar delante de todas, dar más notas y esas cosas. Siento que el equipo me ayudó mucho a encontrar cómo hacerlo bien y fluyó.

Como capitana de la selección, fue parte de procesos históricos, del cambio de un seleccionado de tercer orden que veía los grandes torneos desde afuera a integrarse en el pelotón de los que clasifican y, eventualmente, provocan algunas incomodidades a los candidatos a la hora de enfrentarlos. Así, alcanzó la histórica clasificación a los Juegos Olímpicos en Río, en 2016, luego de obtener la medalla plateada en los Panamericanos de Toronto el año previo. Generosa, Antonela comparte el logro no solo con sus compañeras, sino con sus predecesoras: “La selección somos todas las que alguna vez pasamos por ella. Las camadas anteriores pusieron su granito de arena para que nosotras pudiéramos hacer algo desde lo que ellas construyeron”, sostiene.

Entre sus legados como capitana, más allá de su aporte en el juego, está sin dudas la templanza y el coraje para sobreponerse a grandes obstáculos. A lo largo de su carrera sufrió lesiones graves que la marginaron de las canchas durante largos meses. De la más reciente y extensa, una doble ruptura del tendón de Aquiles, se recuperó el año pasado. “Cuando te lesionás así, se te derrumba todo. Es lo peor que le puede pasar a un deportista. En la última, a pesar de que ya tengo 37 años, supe que no me quería retirar así. Nunca fue una opción. Lo más fácil es dejar, es decir ‘No quiero más’, pero elegí enfocarme en hacer todo para volver. Estuve rota en mil pedazos, triste, pero con un equipo firme que me acompañó y apuntaló”, confiesa.

  • ¿Por qué valía la pena hacer el esfuerzo de volver?

Por todo lo que me hace sentir el handball, que es muy importante en mi vida desde chica. La selección es mi espacio, la paso muy bien ahí. Me encanta pertenecer y estar. Cada vez que hay una lesión, anhelo que mi carrera se estire un poquito más, porque me perdí de cosas y me quedé con ganas de más. A veces me cuesta, después de los entrenamientos y partidos tardo más en recuperarme. Sé que es momento de ir planteándome hasta cuándo jugar, pero siento que todavía tengo mucho por disfrutar.

 

CRECIMIENTO

La selección femenina de handball se encuentra en una etapa de evolución, con un grupo que se anima a aspirar a objetivos que en épocas anteriores eran impensados. Antonela se enorgullece de eso: “Hoy muchos equipos de Europa se preocupan por la Argentina y preparan el partido contra nosotras. Antes no pasaba. Estamos convencidas de que podemos hacer buenos torneos y plantearnos el objetivo de pasar de ronda en un Mundial. En los primeros torneos a los que íbamos, nos ganaban ocho mil a cero, nos veías y decías ‘Pobres pibas’. Hace muchos años que no pasa más eso. Torneo a torneo estamos muy cerquita, nos invitan a más giras. Ojalá que tengamos muchas oportunidades para poder juntarnos y seguir tratando de que la Argentina esté cada vez más sólida”.

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