El movimiento implica desequilibrio, pero no necesariamente es desestabilizador. Al menos no lo es para Agustín Vernice, que transita su carrera deportiva (y, por ende, su vida) alternando entre la búsqueda del equilibrio y la necesidad de una cuota de insatisfacción que lo impulse a mejorar. La máxima figura del canotaje nacional se alimenta de los momentos truncos para presionarse y posicionarse entre los mejores del mundo, sin padecer ni renegar en el camino. “Toda mi carrera fue igual: desde el día uno estoy obsesionado con la mejora, con la competencia”, resume.
Como el menor de tres hermanos, creció observando a sus mayores y absorbiendo de ellos la pasión por el deporte y la intensidad competitiva, ese fuego que empuja a dar siempre un poco más. Jugó al fútbol y al rugby, donde no encontró lo que necesitaba. Notó tempranamente que no conseguía destacarse por sobre el resto y que, además, en un deporte colectivo su esfuerzo se diluía y no tenía una correlación directa con los resultados obtenidos. Una tarde de verano, en 2008, todo cambió: en el club Estudiantes de Olavarría, a orillas del arroyo Tapalqué, quedó hipnotizado con el ir y venir de los kayaks y decidió ahorrarse el dinero que sus padres le daban para las meriendas y alquilarse uno. “Me atrajo que es un deporte bastante particular. Con un grupo de amigos nos anotamos y nos divertíamos, que es lo más importante cuando tenés doce años. Al poco tiempo, vi que tenía buenas condiciones. No sé si diría que era bueno, pero sí que sobresalía, que las cosas me resultaban más fáciles que a la mayoría. Eso me fue motivando y conectando con el deporte. Y ver que las cosas dependían de mí. Soy muy competitivo, entonces prepararme para algo, tratar de mejorar y poder plasmarlo me motiva mucho. Creo que lo que he conseguido no fue solamente por tener talento, todo lo contrario: fue sobre la base de muchísimo trabajo y perseverancia”, afirma Agustín.
- ¿En algún momento te cansaste o tuviste un conflicto con este deporte?
Nunca me dieron ganas de algo distinto ni me imaginé haciendo otra cosa. En algún momento, después de algún mal resultado, me pregunté si tenía las condiciones para estar a la altura de mis expectativas. Concretamente, después de mi primer campeonato mundial en la categoría sub-23, en el que quedé eliminado en la primera instancia. Estaba muy decepcionado y me pregunté qué estaba dispuesto a hacer para alcanzar el lugar al que quería llegar. A partir de ahí, fue todo crecimiento. No necesariamente en términos de resultados, pero sí porque supe que siempre había que redoblar la apuesta, trabajar con más determinación, compromiso y ganas. Ese quiebre fue en 2014. Generalmente, estos quiebres se han dado después de algún resultado trunco, alguna insatisfacción. La mayoría de las veces, de insatisfacciones han salido mis mejores resultados.
- La respuesta a esos momentos de dudas es siempre poner más de tu parte…
Sí, creo que hacer lo mejor posible nunca está de más. Y hacer más no significa que sea en términos de cantidad. Puede ser de calidad, de concentración o lo que sea. Me motiva, me da satisfacción realizar bien las cosas, tanto los entrenamientos como las competencias. Todos tenemos nuestros pasos en falso, pero en líneas generales, para sentirme a gusto en el día a día, he aprendido a tener esa satisfacción cuando termino cada entrenamiento.
- Tres años después de ese momento, en 2017, saliste campeón del mundo sub-23.
Exactamente. En ese momento recordé aquella eliminación. Verme ganador en la prueba más competitiva de todas, en un mundial, fue una recompensa. Y fue necesaria aquella derrota para ganar ahí. Lo mismo más adelante, para seguir creciendo siempre he necesitado de insatisfacción, de algún momento en el que tuviera que hacer un clic y ajustar un poco más las clavijas.
- ¿Dirías que ese logro y tu cuarto puesto en los Juegos Olímpicos de París son los puntos más altos de tu carrera?
Sí, probablemente. Creo que el de París es el logro más grande. El segundo, en realidad, es la regularidad, porque hay muchos campeones mundiales sub-23 que no han alcanzado una final olímpica. Por eso, tal vez quedar octavo en una final olímpica es más desafiante. La regularidad es importantísima, tener la motivación de estar tantos años ahí, dando pelea, es lo que más satisfacción me da.
- En agosto vas a competir en el mundial en Milán, ¿qué objetivos tenés?
En mi última competencia estuve a una décima del podio, lo que me hace pensar que es posible conseguir una medalla. Me lo tomo con calma, pero estoy trabajando con la motivación de pelear los primeros puestos. Si ganás o perdés por una décima, es una cuestión de suerte. Hace varios años que vengo intentando estar dentro de los cinco mejores y meterme en podios. Por suerte, en las últimas cuatro competencias internacionales estuve ahí, consolidado. Hay que estar a la altura.
EN LA ELITE, A PESAR DE TODO
Con dos diplomas olímpicos (fue octavo en Tokio 2020 y cuarto en París 2024), cinco medallas Panamericanas (dos oros en Lima 2019, otros dos y una plata en Santiago 2023) y un título en la reciente Supercopa de la Federación Internacional, en China, Agustín revalida torneo a torneo la beca obtenida de parte del Enard. Con eso, algunos sponsors privados y un reciente trabajo como representante de la marca de kayaks que utiliza, solventa su carrera deportiva. “En comparación con las potencias con las que competimos, nosotros hacemos malabares para poder estar a la altura en términos de presupuesto. Nos encontramos muy relegados y siempre buscando la manera de mantenernos a la par. De momento, trato de estar concentrado en lo que tengo que hacer, en el agua, y poco más”, cuenta.
