Psicóloga deportiva, pone a la mente como el factor diferencial en el alto rendimiento. Cuando pensaba en el retiro, ganó la medalla de bronce en los Panamericanos y se siente en su mejor momento.
No pasó mucho tiempo entre sus primeros pasos y su ingreso al dojo. Con solo tres años, Yamila Benítez ya se iniciaba en el karate. Más que un deporte, se trataba de una extensión del vínculo familiar, un modo de expresarse y comunicarse. Su papá fue su primer sensei, dentro y fuera del dojo. Su hermano, catorce años mayor, su primer ídolo, aquel al que quería seguir a todas partes. Ambos fueron quienes trasladaron primero el interés y luego la pasión por este deporte y esta filosofía de vida.
En aquellos años no era usual que las niñas compitieran en la variante kumite del karate, que significa “combate” en japonés. Los inicios se enfocaron, entonces, en el kata, la modalidad que tiene a la forma, a la secuencia de movimientos predefinidos, como centro. En cualquier caso, inevitablemente, los entrenamientos no terminaban en el dojo, sino que continuaban en casa. “Mi papá, que también era mi sensei, seguía corrigiéndome cosas en casa, y llegó un punto en que me agobiaba no poder descansar mentalmente. En el tatami, aceptaba sus indicaciones, cuando llegábamos a casa sentía que era demasiado. Con el tiempo aprendimos a manejarlo mejor”, cuenta Yamila.
- A los 14 comenzás a entrenar con la selección en el CeNARD (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), ¿ahí se produjo un cambio?
Sí, al tener otras personas a cargo de mis entrenamientos, ya no es todo karate en casa. En el CeNARD los entrenadores siempre estuvieron basados únicamente en lo deportivo, y no tanto en el aspecto filosófico del karate. Eso me quedó marcado más por el trabajo con mi papá, y es algo que me acompaña no solo en el alto rendimiento, sino en la vida: la disciplina, el orden, no darme por vencida y seguir intentándolo, entre otras cosas.
- El ingreso al CeNARD también implicó el contacto con la psicología deportiva, algo que te fascinó de entrada, ¿no?
Sí, ya en el primer encuentro con mi psicóloga, a los 14, me pareció todo muy interesante y pensé “Quiero hacer esto”. Por eso, cuando terminé el colegio, empecé a estudiar la carrera de Psicología. Hace dos años me recibí, después empecé el posgrado en Psicología del Deporte, que terminé el año pasado.
- Te impactó el trabajo con ella…
Un montón. Para mí fue fundamental la psicóloga deportiva en mi carrera. La exigencia en los deportistas de alto rendimiento es muy alta, todo el tiempo, y es como si no tuviéramos permitidos los altibajos, que es algo que en realidad pasa constantemente en la vida y en el deporte. Aprendí a lidiar con eso, a controlar mi mente en ciertos momentos.
- ¿Como cuáles?
Muchas veces, durante la competencia hay pensamientos intrusivos que pueden afectar al deportista. Representar a la Argentina, por ejemplo, es un orgullo, pero también es una responsabilidad. No querés defraudar a nadie, y si se empiezan a cruzar pensamientos relacionados con eso o con el resultado, te vas de la pelea, del presente. De chica me pasaba un montón, pero aprendí a manejarlo mejor, a barrer esos pensamientos y concentrarme en la estrategia que planteé para ese combate específico.
Los últimos años no fueron sencillos para Yamila. Una seguidilla de lesiones musculares afectó su rendimiento, le hizo perder una beca que luego consiguió recuperar, y también hizo mella en su confianza. Al no poder entrenar sostenidamente con la exigencia que pretendía, pensó en dejar el alto rendimiento, correrse de la competencia, aunque nunca evaluó que el karate dejara de ser parte de su día a día. Los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile podrían haber sido su último gran torneo. Sin embargo, su performance en la competencia, coronada con una medalla de bronce, le demostró que aún tiene mucho para dar en la actividad. “Ya tengo 30, y no sé cuánto me queda. Estuve cerca de retirarme, pero me sentí bien y vi que todavía puedo. Creo, incluso, que estoy en mi mejor momento. Acumulé un montón de experiencia y mi cuerpo sigue respondiendo bien a la competencia”, afirma.
- ¿Cuáles dirías que son tus mayores fortalezas?
Creo que lo principal es lo psicológico. A este nivel de competencia, las capacidades físicas están entrenadas por todos muchísimo, y las tácticas y las estrategias no son infinitas, ya se conocen. Entonces, lo fundamental es la cabeza.
Yamila cerró 2023 con varios premios, consecuencia de su actuación en Chile. En la celebración por los cien años del Comité Olímpico Argentino, se entregó por primera vez el premio Centenario. Ella fue, junto a Lucas Impagnatiello, la ganadora en karate. También recibió el premio Jorge Newbery, de la ciudad de Buenos Aires. “El karate es mi forma de vida, no me imagino sin practicarlo. Es algo que me identifica y disfruto mucho”, se enorgullece.
Un sueño postergado
De chica, Yamila soñó con representar al país en la máxima competencia posible, que fue siempre el Mundial. Albergaba, sin embargo, el anhelo de que el deporte ingresara al programa olímpico en algún momento. Fue recién en Tokio 2020 cuando la disciplina encontró espacio en el máximo evento deportivo del mundo, principalmente por el impulso de Japón, organizador y también cuna de esta actividad. Yamila hizo todo lo posible para clasificar, pero no tuvo un buen preolímpico y el sueño quedó postergado indefinidamente, ya que en París 2024 no habrá karate y, aunque se especula con su vuelta en Los Ángeles 2028, aún no hay confirmación oficial.