La diseñadora y emprendedora Catalina Chavanne, creadora de Blue Sheep, asegura que no se guía por ninguna tendencia. Sus diseños combinan fibras naturales, colores propios y versatilidad para abarcar cuerpos diferentes.
Foto: Lucía Arabian
Catalina “Cata” Chavanne llegó al mundo de la indumentaria después de formarse como diseñadora; pero también y sobre todo como emprendedora, trotamundos y aventurera. Atendió un bar en Nueva Zelanda e incursionó en el negocio de la moda en Nueva York, trabajo que la llevó a viajar por países exóticos en busca de materias primas en las que también aprendió técnicas ancestrales de bordado, tejido y teñido. Recién entonces decidió volver a la Argentina a cursar la carrera de Diseño de Indumentaria. Orgullosa de haber hecho el camino inverso al habitual, hoy es la mentora y diseñadora de la marca Blue Sheep (bluesheep.com.ar), con tres locales propios y otro en vistas.
- ¿Cómo fue tu camino hasta empezar con Blue Sheep?
Blue Sheep nació hace una década, pero antes pasé casi diez años trabajando para dos marcas de la diseñadora Roberta Frey-mann, en Estados Unidos, donde me formé y aprendí todos los secretos de la profesión. Primero fui modelo de calce y después pasé al área de producto. Viajamos por el mundo para estudiar tendencias y técnicas ancestrales de costura, teñido y otros secretos. Luego volví a la Argentina y decidí fundar mi propio emprendimiento porque soy una emprendedora nata: es algo que heredé de mi padre. Pedí dinero prestado y empecé diseñando una línea de suéteres, sin saber de antemano hasta dónde quería llegar. La verdad es que cada uno de mis objetivos con Blue Sheep fue siempre la continuación del anterior, sin un plan predeterminado, sino que más bien todo se dio naturalmente.
- ¿Qué significa el nombre de la marca?
Está relacionado con mi maternidad, viene de una canción infantil en inglés que le cantaba a mi primera hija. La tuve a ella, un año después nació la marca y luego llegaron las mellizas. En realidad, la canción hablaba de una black sheep [oveja negra], pero me tomé una licencia poética.
- ¿Qué la caracteriza?
Tenemos cuatro pilares: producto nacional, fibra natural, colores propios y versatilidad para abarcar cuerpos diferentes. Todas nuestras prendas son de fibras naturales, que son telas importadas con valor en dólares, y por ese motivo tenemos necesariamente que venderlas a un precio alto.
- ¿Cómo definís a tus productos? ¿Qué es lo que los distingue de otros?
Las prendas de Blue Sheep son de líneas simples y construcción también simple porque nos gusta que se adapten al cuerpo de la usuaria y no al revés. No tienen una cantidad enorme de anclajes, ni pinzas por todos lados, y tampoco son de esas que si no tenés la altura o el ancho justos no te entran o no te calzan. De entrada, optamos por ser una marca oversize, es decir que nuestras prendas son amplias, tienen volumen, alto consumo de tela y poco anclaje en el cuerpo; salvo en los modelos sastreros, que tienen una construcción más compleja, aunque igual intentamos simplificarlas lo más posible. Además, nuestras prendas no están predeterminadas para el día o la noche, porque creemos que no hay que esclavizarse con ese preconcepto, y son todas aptas para combinar con la ropa que ya se tiene previamente.
- ¿Cuál es tu paleta de colores?
¡Trato de usar todos los colores posibles! Mi objetivo es abarcar la paleta completa de matices del espectro cromático: colores neutros, pasteles, fuertes, saturados y no saturados. Vas a tener siempre cálidos, fríos, neutros. Lo que cambia a lo largo de las temporadas es la intensidad de los colores, pero nunca la variedad. Y también teñimos nuestros propios colores en los hilados: nos gustan los colores vibrantes, intensos, como el verde manzana, los azules aéreos, el mostaza, el rosa y colores tierras como los habanos o tostados, entre muchos otros.
“Nos gusta que nuestras prendas se adapten al cuerpo de la usuaria y no al revés”.
- ¿Cómo es tu proceso de diseño? ¿Seguís algunas tendencias o es pura inspiración?
No somos una marca de tendencia. Nos gusta pensar en lugares geográficos lejanos, paisajes de los cuales nos inspiran su vegetación y su fauna. Así fue como hace dos años introdujimos la línea Blue Swimm, un universo de estampas que se plasmó en prendas de playa o de vacaciones. También aprendimos mucho de las técnicas de estampación y las paletas de color típicas de ciertos países de África o Asia.
- ¿Qué podés contar de Transeúnte, tu actual colección otoño-invierno?
Entrar en el invierno de Blue Sheep es entrar en el mundo del tejido. En Transeúnte hay mucha lana en suéteres, cardigans, escote en V, poleras, polerones, vestidos… Son por lo menos 120 o 130 artículos que diseñamos y se trasladan a distintos colores, más accesorios como calzado y aros, que incluimos muchas veces a pedido de nuestras clientas. Además, todos los modelos están tejidos en técnica de punto, con distintos gramajes e hilados, pero también en distintas cantidades de cabos, que es lo que determina la cantidad de hilo que hay en un tejido. El disparador de la colección fue la figura del inmigrante, y por eso la presentamos en el Museo de la Inmigración, pensando en alguien que llega a nuestro país con ciertas tipologías de sastrería: texturas visuales como pueden ser un pied de poule, un escocés o un tweed, que se traducen en piezas tanto de sastrería como prêt-à-porter, ya sea con telas de tejido plano o de punto. Y, como en todas mis colecciones, a pesar de ser prendas de mujer hay un cierto look masculino.
- ¿Cómo es tu estructura?
Salvo el proceso de diseño, tenemos todo tercerizado y, además, superdiversificado. El desarrollo de muestras, los diseños y las correcciones se hacen internamente en mis oficinas, donde tenemos dos costureras, dos máquinas –una recta y una overlock– y una mesa de corte. Todo el calce se hace sobre mi propio talle. Una vez que la prenda está cerrada, resuelta, con las terminaciones como queremos y con sus avíos, se hacen las fichas técnicas y se decide a qué taller van a ir. Después de que nos pasan la cotización, les mandamos la tela que proveemos nosotros. También tenemos gente de control de calidad que se acerca periódicamente a cada taller para verificar que esté todo bien. Entonces, todo vuelve para ser empaquetado y se lo envía a un operador logístico para su distribución.
- ¿Qué canales de venta tienen?
Tenemos tres locales: uno en el edificio La Colorada, en Palermo; otro en el complejo La Aldea, en Pilar; y uno más en el Patio Bullrich, por invitación de ellos. Ahora estamos pensando en Nordelta para un futuro cercano y también vendemos on-line desde nuestra web. Dejamos de usar el canal mayorista porque nuestra ganancia está en la venta directa y porque nos dificulta el control de calidad. Tampoco exportamos, aunque nos han tentado para hacerlo, porque no nos gusta hacer cosas por ego. Creemos que los negocios tienen que ser sustentables, y muchas veces los que exportan admiten que lo hacen más por ganar presencia y prestigio que por negocio real. Yo prefiero mirar hacia adentro, a mi alrededor.
- ¿Y qué ves cuando mirás hacia adentro?
Creo que todo nuestro esfuerzo tiene que centrarse en capacitar a nuestros proveedores para lograr un producto cada vez mejor, y por eso defiendo a muerte la industria nacional. A pesar de que me quejo de muchas cosas, creo que el nuestro es un país lleno de oportunidades.