Se convirtió en una estrella infanto-juvenil siendo parte de Violetta. Ahora, a los 31 años, expande sus proyectos al mundo adulto. En cartel con la obra Es solo sexo, habla con Convivimos sobre su pasado y su presente.
Cuando el éxito se toca con las manos y se mete en la vida cotidiana, bajar a tierra puede ser complicado. Así le pasó a Mechi Lambre, una ex “chica Disney” que después de llenar estadios en diferentes países del mundo como parte del elenco de Violetta –la ficción que catapultó a Tini Stoessel– tuvo que acostumbrarse a teatros chicos, a que no haya entrevistas o, incluso, trabajo.
Antes de sumarse al staff de la serie, de adolescente había sido diagnosticada con fobia social, por eso no culpa a la explosión de Violetta de este trastorno, al contrario: “Me ayudó a tapar el pánico al rechazo que tenía, porque de un día para el otro todos me aceptaban. No creo que la fama sea lo que te haga el daño, ya lo tenés en el ADN; si no lo despertaba la fama, iba a surgir estudiando Abogacía, por ejemplo. Sí es un lugar de exposición, de mucha competencia, pero no quiero demonizar la carrera, porque problemas de salud mental puede tener cualquier persona”.
Hoy transita otra etapa, en la cual, además de estar en la cartelera de la calle Corrientes con Es solo sexo, pudo concretar su sueño de enseñar actuación al abrir su propia escuela de teatro en Tigre. “Fui tanto tiempo alumna que sé qué necesita el estudiante para sentirse contenido. Me gusta verlos crecer; compartir la experiencia que uno va acumulando siempre es hermoso, a mí me hace feliz y hace que mi vida cobre otro sentido”, confiesa.
- ¿Era tu sueño ser una actriz tan popular?
Nunca lo esperé. Desde chica fui feliz arriba del escenario, empecé a formarme a los 6 años, primero en actuación, más tarde en comedia musical y danza. Obviamente tenía el deseo de alcanzar un programa, pero viviendo en La Plata sentía que estaba lejos de todo y me parecía imposible. Lo de Violetta fue casi una casualidad, porque en realidad acompañé a una amiga al casting, y estando ahí dije “Yo también entro” y fui quedando. No es que ese día fui con la intención de convertirme en una estrella internacional, me sorprendió y después lo disfruté un montón.
- ¿Te arrepentís de haber empezado tan chica?
Se fue dando así y no me arrepiento, porque sigue siendo mi carrera, la elijo y es de lo más importante que tengo en la vida. Entonces, valió la pena el sacrificio, quizá si después quería ser pastelera, hubiera dicho “Para qué me maté”.
- ¿Costó despegarte de la figura de estrella infantil?
Sí, me costó y todavía le sigo dando la batalla. Cuando me llamaron para Es solo sexo, dije “¡Genial!” [se ríe]. Primero, porque mis compañeros son más grandes y de otro palo, no tienen que ver con lo infantil, y luego porque el proyecto me encanta. Todo el tiempo necesitás un pasito más para correrte de algo que fue tan fuerte. Igual, más que despegarse, es que el público te pueda acompañar a nuevas cosas, porque él también crece con vos. Cuando una tiene una evolución personal y se siente más grande, con ganas de hacer cosas donde te sientas cómoda, a la gente le pasa lo mismo.
- Actuaste frente a miles de personas y en salas pequeñas. ¿Qué aprendiste de cada experiencia?
A nivel profesional es espectacular, porque después de todo lo que pasé, no le tengo miedo a nada. Al principio, después de Violetta, me costaba entender cómo en meses había cambiado todo, no había vivido la parte del actor de remarla, entonces tampoco sabía desde dónde hacerlo. Así, en lo personal, tuve que ejercitar la humildad y entender que siempre fui sencilla y mi vida también, que cinco años no pueden cambiar tu esencia. Entonces fui a buscarme, fui a buscar a la Mechi a la que no le importa si actúa en un gran teatro o en el semáforo. Y me encontré. Lo importante es subir al escenario, sea el más chiquito o un megaestadio.
- ¿Qué Mechi encontraste?
Me encontré con una Mechi emprendedora. Antes los artistas esperaban a ser llamados o descubiertos, ahora estamos en una generación en la que empezás a producirte vos mismo. Me descubrí pensando “A ver qué puedo hacer para salir adelante”, y de repente hacer música, empezar a dirigir, producir obras, abrir la escuela. Siempre pensé que iba a ser más empleada, que me llamarían, quedaría en los castings, no me imaginé encarando proyectos.
- También tenés tus canciones, ¿la música qué lugar ocupa?
Desde chica toco y compongo. Es algo genuino, porque es una terapia para mí. En su momento, las saqué para probar si me animaba a exponer algo que saliera de mi habitación. La música para mí es canalización y no espero nada de ella. No me interesa a modo comercial. Si tengo ganas, saco canciones, si no, no.
- ¿Hacia dónde te proyectás?
Me gusta todo, pero me encantaría en un futuro ser Elena Roger [se ríe]. Me formé muchísimo en comedia musical, es una cuenta pendiente que tengo.
CAFÉ CON AMOR
Mechi conoció a su marido tomando café. Ezequiel tiene una cafetería de especialidad en Buenos Aires, y luego de convidarle varias tazas, nació el amor.
Así que además de gustarle la infusión, sabe del tema. “Elijo un café brasilero, flat white”, dice, y confiesa: “Juntos vamos a chusmear los cafés de todos los bares”.
Es solo sexo se puede disfrutar de jueves a domingo en Teatro Picadilly, en la ciudad de Buenos Aires.