En cuanto el barco de Cecilia Carranza y Santiago Lange cruzó la línea de llegada en Río 2016 y la medalla dorada para la dupla argentina se volvió una certeza, Mateo Majdalani y el resto del equipo se abalanzaron sobre ellos para fundirse en un abrazo de celebración y desahogo. Años de arduo trabajo, un recorrido áspero y profundo, lleno de aprendizaje, trajeron el máximo resultado posible. Con 22 años, entonces como entrenador, Majdalani vivió así sus primeros momentos en Juegos Olímpicos.
Ocho años después, esta vez en el caluroso verano marsellés, ya no a un costado sino sobre el Nacra 17, y acompañado por Eugenia Bosco, Mateo tuvo su segunda gran escena olímpica al alcanzar la medalla plateada en los Juegos de París. Entre los abrazos que lo estrecharon para felicitarlo, estuvo el de quien fue su padrino deportivo, su entrenado, su rival y también su amigo: Santiago Lange. “Fue todo un grito de alegría, de desahogo, de alivio. Es mucha tensión la que se vive en este tipo de campeonatos. Son largos, todo cuenta, y la verdad que cuando finalmente te confirman el resultado es una sensación difícil de describir, pero de muchísima alegría”, confiesa.
- Si tuvieras que comparar las sensaciones entre Río y París, ¿qué diferencias y similitudes hubo?
Creo que las emociones, cuando uno está adentro, son distintas. Mirá que me sentía muy parte del equipo en Río, pero cuando uno está a bordo es todo más fuerte. Son más fuertes las frustraciones, son más fuertes las alegrías, la tensión es muchísimo más profunda. Lo viví más a flor de piel, así que te diría que fue mucho más una montaña rusa de emociones esto que lo que fue en Río.
Tenía solamente ocho años cuando su papá lo inscribió en el Club Náutico San Isidro, donde comenzó a competir en la categoría Optimist. Aquel niño amante de los deportes, que jugaba al fútbol y al tenis, encontró en la vela un lugar donde desarrollarse. La competencia lo flechó, y de a poco fue dejando de lado otras actividades para dedicarse tiempo completo a su nueva gran pasión.
- ¿Por qué elegiste la vela sobre el resto?
La verdad es que todos los deportes me gustan. Quizás en la vela fue donde sentí que me estaba yendo bien cuando empecé a competir, y vi una oportunidad ahí. Es un deporte que realmente te atrapa, porque está lleno de variables. Uno nunca deja de aprender. Incluso hoy, nosotros salimos a navegar con Eugenia y siempre volvemos con algo nuevo, algo que uno aprende del comportamiento del barco, de las condiciones, de cómo hacer para que el barco vaya más rápido, y eso a mí me apasiona.
- Por las características del deporte, no solamente es lo que aprendés sobre tu cuerpo y sobre el entrenamiento físico, sino que también hay cuestiones de mecánica y las variables de la naturaleza…
Totalmente, vos podés especializarte en todos los mecanismos del barco, en meteorología para entender mejor las condiciones, en flujos aerodinámicos. Se podría armar un equipo de muchísimas personas si uno quisiera estudiar todos los temas a fondo. Al final, en la mayoría de las cosas somos Eugenia, nuestro entrenador y yo, y mucho lo hacemos a base de prueba y error, en forma empírica. Pero es muy interesante poder navegar toda tu vida arriba del mismo barco y siempre descubrir algo más.
- ¿Cuánto sentís que aportó tu etapa de entrenador al deportista que sos actualmente?
Fue fundamental, no tengo ninguna duda. Para mí, cuando uno es entrenador, tiene la posibilidad de aprender y no tener tantas emociones involucradas. Es decir, cuando hay un error por parte de tu equipo, obviamente que no te gusta, pero no te frustrás tanto como la persona que está adentro. Y eso hace que el proceso de aprendizaje sea muy bueno. Porque cuando uno está muy frustrado por los errores, muchas veces cuesta sacar lo positivo que hay en cada regata, en cada día.
- ¿Cómo controlaban la ansiedad de verse bien posicionados en la lucha por la medalla mientras avanzaba la competencia?
Haciendo un trabajo excelente con Estanislao Bachrach, que a través de respiraciones y otras herramientas, nos ayuda a estar en el presente la mayor cantidad de tiempo posible. Es increíblemente simple e increíblemente difícil al mismo tiempo. Nuestra cabeza de deportistas nos lleva a pensar en el futuro, en el resultado; o en el pasado, en los errores que cometimos. Y está bien analizarlos, pero cuando es necesario. A veces, solo hace falta estar en el presente.
USINA DE MEDALLAS
La vela se convirtió en uno de los principales deportes olímpicos para la Argentina. Con una nutrida delegación representando al país en cada edición de los Juegos, la cosecha de medallas obtenidas a través de sus distintas categorías ya llegó a once en total. Solo el boxeo le dio al país más preseas olímpicas, con 24, aunque su influencia decayó notoriamente, al punto que en París 2024 ni siquiera hubo un representante nacional en ese deporte. La medalla plateada obtenida por Majdalani-Bosco se suma a otras cuatro plateadas, cinco de bronce y la dorada de Lange-Carranza.