Durante un tiempo, luchó contra sí misma y llegó a odiar la natación. En los últimos años, un clic físico y mental le permitió disfrutar, y los resultados llegaron como consecuencia.
De la frustración, el dolor constante, el peso de sentirse menos y las ganas de abandonar, Macarena Ceballos pasó en un par de años a disfrutar cada vez que entra al agua, convertirse en medallista panamericana y conseguir su primera clasificación olímpica. La nadadora cordobesa supo rearmarse y torcer una historia que parecía diluirse.
Su primer contacto con el deporte, de muy chica, fue la gimnasia artística. Sus padres la anotaron, estratégicamente, en un club que quedaba cerca de su colegio y de la casa de sus abuelos. En paralelo, en la colonia de verano a la que iba junto a su hermana, dos años mayor, ambas descubrieron la natación. Los encuentros con otras colonias fueron las primeras competencias en las que participó.
Su principal motivación, en aquel momento, era seguir a su hermana. Por eso, cuando los horarios requirieron que eligiera una actividad, se volcó de lleno a la natación. Para cuando su hermana dejó, Macarena ya había sido campeona nacional y era parte de concentraciones de seleccionados. Incluso, estaba en un preseleccionado de mayores. “Cuando empecé a ver resultados, me gustó todavía más”, recuerda.
En 2015, a sus 20 años, se mudó a Buenos Aires. Tomar la decisión fue sencillo, pero la adaptación por momentos resultó más complicada de lo que había imaginado. “Hace nueve años que vivo en Buenos Aires, pero sigo sintiendo que mi casa está en Río Cuarto”, confiesa.
- ¿Cuánto pesa eso en lo deportivo? ¿Influye?
Sí, obvio, yo antes les daba prioridad a los entrenamientos, no a volver a mi casa. Llegué a estar nueve meses sin ir a ver a mi hermana y a mi papá. Pensaba que eso podría hacerme perder algún torneo. Con el tiempo, me fui dando cuenta de que a veces relajar me da otra energía y que encontrarme con mi familia podría ser mejor que un entrenamiento. Al conocerme mejor a mí misma, entendí esas cosas.
En un momento, sintió que se estancaba en cuanto a la obtención de resultados en competencias internacionales. No alcanzaba los objetivos que se planteaba, y sentía que a su alrededor el resto sí avanzaba. Una lesión en el hombro le impedía moverse sin dolor, y la combinación de los resultados esquivos y la incomodidad física provocó que el disfrute por la natación se esfumara. “Me ponía de mal humor cuando iba a entrenar, la pasaba mal. Escuchaba a mi entrenador felicitar a mis compañeras y a mí no. Yo me rompía el lomo, pero veía que eso no era valorado. No tenía ganas de entrenar, ¿para qué hacerlo si supuestamente me salía mal? Aunque la natación siempre fue algo muy especial para mí, todo eso me hizo odiarla. Cada vez que iba a entrenar, que era en doble turno, pensaba ‘Un día menos para dejar de nadar’. Y toqué fondo en los Juegos Panamericanos de Lima, en 2019”, cuenta.
- ¿Cómo te convencías a vos misma de que valía la pena seguir?
Después de Lima, me pasé a entrenar, en el mismo club, con un grupo de juveniles, chicos que todavía iban al colegio. Tienen otra energía, a veces no piensan tanto las cosas y transmiten algo diferente. Ahí fui de a poco recuperando las ganas. Yo ya tenía 25 años, y decidí operarme del hombro sin saber si iba a volver a nadar bien. Necesitaba esa operación para poder vivir tranquila, porque me dolía el hombro para todo, no solo para entrenar. Me dolía para estar en mi casa, para cocinar, para comer, para sacar a pasear mi perro. Era un dolor constante, y simplemente quería que me dejara de doler.
- ¿A partir de ahí hiciste un clic?
Sí, totalmente. Por la operación y por estar bien yo. Es como que se asentó el trabajo que venía haciendo con la psicóloga. Con visualizaciones y otras técnicas conseguí descomprimirme, no hacerme cargo de lo que dijeran los demás. Cuando realmente lo pude poner en práctica, me di cuenta de la diferencia.
- Llegaron resultados grandes, como la medalla en los Panamericanos de Santiago el año pasado y la clasificación a los Juegos Olímpicos.
Sí, todo fue una consecuencia de estar bien personalmente. Hoy siento tranquilidad y orgullo por saber que siempre di lo mejor que pude. A veces me costó más, a veces menos, pero siempre entregué mi cien por ciento. Ahora tengo otra energía y otro disfrute. Me siento de 22, aunque mi documento diga que tengo 29. Creo que lo que vivo hoy es un premio a tantos años de esfuerzo.
GRANDES RESULTADOS
Luego de recuperar el disfrute en 2022, en 2023 Macarena pudo capitalizar en resultados su nuevo enfoque.
A fines de julio, en Fukuoka, Japón, batió el récord sudamericano en los 100 metros pecho con un tiempo de 1:06.09 y consiguió clasificar a los Juegos Olímpicos de París. Así, se sacó una espina que la perseguía desde que en 2016 quedó afuera de los Juegos de Río de Janeiro por solo 88 centésimas.
En octubre, con un tiempo de 1:07.68 fue tercera en la final A de los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile (detrás de las canadienses Rachel Nicol y Sophie Angus), y se colgó la medalla de bronce.