Suelta por un rato el maquillaje, el libreto de producción, el set de TV, el traje de etiqueta, y se pone el atuendo en el que tal vez se siente más inspirado: el de escritor de una novela que vino a sacudir la escena. Luis Novaresio sabe que lo logró, que cumplió un sueño largamente postergado y que quiere hablar de ello.
- Te largaste con una novela. ¿Qué es lo primero que se te cruza?
Que estoy rematadamente loco.
- ¿Por qué decís eso?
Porque se supone que yo tendría que escribir algo parecido a un ensayo o un análisis de la realidad. Pero desde que tengo uso de razón quería hacer esto. Me preguntan cuánto tiempo me llevó escribir la novela, y yo digo que 50 años. Desde que pude empezar a escribir sujeto, verbo y predicado.
- ¿Cuál fue tu primer libro?
Lo edité con un cordobés, Jorge Cuadrado (Raíz de Dos). Él y su esposa me buscaron insistentemente para que hiciéramos un trabajo de recopilación de algunos ensayos y crónicas. Y así apareció Parte de la razón.
- ¿Qué diría aquel Luis Novaresio que escribió ese primer libro en 2012 cuando lea este, titulado Todo por amor, pero no todo?
Diría “¡Por fin!”. Ya en 2005 tenía el germen de la idea. Porque de los pocos anclajes personales que tiene la novela está un curso de filosofía que hice antes del 2003, que dictaba José Pablo Feinmann acá en Buenos Aires. Yo me venía de Rosario para hacer ese curso todos los jueves. Era un grupo de gente muy heterogéneo que se encontraba en el curso; me di cuenta de que ahí había algo de lo que yo quería contar. Y pensé “Acá hay una historia”.
- A lo largo del texto vas dejando señales en los personajes, como pistas. Y uno se pregunta: “¿Este será fulano, esta otra será…?”. No puedo dejar de preguntarte: ¿Es eso una invitación implícita que hacés como autor?
Sí, hay algo de invitación que yo estoy haciendo. No es que cuando yo pensé la novela la tenía totalmente clara. Sí había algunos objetivos: contar historias de amor, que hubiese alguna aparición de la filosofía y un tributo a la amistad. Y que con el correr del libro se fuera mostrando todo como un sostén muy importante de estas amistades.
- Al construir un relato desde el periodismo, uno queda preso de los datos y de los hechos, de la realidad. ¿Con la novela te pasó eso de que ya no se necesita de la realidad para avanzar?
¡Claro! Era justamente eso lo que yo quería hacer. Un relato en donde no estuviera preso de la realidad, aunque tuviese que contar todas esas situaciones dramáticas que cuento. Yo quería que me permitiera jugar, que pudiera divertirme escribiéndolo y que pudiera imaginar. Este fue como un norte, y una vez que encontré el ritmo me empezó a divertir mucho ponerme en la cabeza de los personajes y jugar a imaginar cómo se plantarían frente a situaciones que tienen que atravesar.
- El libro arranca muy power, sin anestesia. Te atropella. ¿Cómo es que manejás esas intensidades en el discurso?
Cuando empecé a trabajar con mi editora, nos dimos cuenta de que se podía escribir no cronológicamente. Yo podía escribir todo el personaje Uno. Podía escribir todo Ana. Podía escribir todo Eva. Separadamente, aunque se cruzaran. Cuando terminé, la editora me dijo que le propusiera algún orden. Y le dije que el primer capítulo tenía que ser “Slave” (relata una escena fuerte en una discoteca gay under). Me pareció que había que dar una cachetada de inicio para contar que no eran amores edulcorados, amores de estereotipo, de la media naranja. Me dije: “Vamos a contarle al lector que nos vamos a encontrar con algo bien power”, como vos dijiste.
- ¿Cuánto hay de gay-pride en el libro? ¿Cuánto hay de ganas de contar sobre un mundo que hoy insólitamente está otra vez bajo cuestionamiento?
Cuando empecé a escribir este libro, hace dos años, no había ni la menor posibilidad de que volviésemos a escuchar algunos discursos que hoy estamos escuchando. Cuando presenté el libro, Ernesto Tenembaum, gran amigo, me invitó a su programa y me dijo: “Yo te felicito, porque es un libro políticamente importante, porque estás planteando cuestiones que hoy están en discusión”. Yo no tomé nota hasta que me lo dijo él. Y ahora me lo decís vos. No me había dado cuenta. Entonces si este libro permite que eso se plantee, feliz estoy de que suceda.
- El texto tiene muchas pinceladas de desenfreno, de excesos, de reflexión, de placer… caracterizando a personas en apariencia “normales”. ¿Cómo se conjuga esa “normalidad” con esa otra vida de desenfrenos, que son aparentemente opuestas, pero compatibles?
Yo creo que todos somos Ana, todos somos Uno, todos somos C. Sucede que a todos nos cuesta habitar esas contradicciones. Porque en el fondo se trata de alguna contradicción el hecho de creer que Ana –una mujer exitosa, bella, casada con un hombre que ama– pueda tener esa pulsión irrefrenable de tener sexo con desconocidos en lugares decadentes. Creo que todos habitamos estas cuestiones; pasa que no muchos se animan como estos personajes a ponerlo así de manifiesto. Y por eso me parece que ese encuentro de amigos en un curso de filosofía es casi un lugar de catarsis para ellos, donde se animan a desnudar cosas que con otros no se animarían.
“Quería hacer un relato donde no estuviera preso de la realidad”.
- En medio de todo esto, ¿qué aporta la filosofía? (que por otra parte viene hablando de estos temas desde Platón…).
Lo que aporta son preguntas. Yo comparto mucho con Berta Orlás (uno de los personajes del texto) cuando dice: “La filosofía son preguntas, no son respuestas”. Y me parece atrapante que se plantee así. Hasta incluso en mi recorrido personal, yo estaba convencido de que la filosofía me iba a dar respuestas. Y no, resulta que todo lo contrario. La filosofía lo que hace es interpelarte e incomodarte con lo que vos creés como ya resuelto.
- Creo que eso rige tanto en la novela como en el ejercicio periodístico, que también te empuja hacia la pregunta y hacia la duda. ¿Coincidís?
Sin dudas. Todos los días, cuando hago una entrevista, yo me planteo algún norte, alguna idea de por dónde quiero ir. Pero siempre lo que más disfruto es permitir correrme de ese norte, salir de ese lugar que me había planteado, cuando escucho que el entrevistado quiere otra cosa, cuando va por otro lado. La entrevista es un acto de escucha, y lo que más uno debe hacer es escuchar qué viene a decir este entrevistado. Aparte de lo lógico, de la coyuntura, ¿qué vino a decir este tipo acá? Y cuando te pasa eso, cuando lográs escuchar lo que viene a decir el entrevistado, es cuando sale lo mejor. Es cuando descubrís lo más interesante de ese entrevistado.
- Hay un clip que siempre aparece entre tus entrevistas, que es ese silencio incómodo con Dady Brieva. ¿Alguna vez te han preguntado por eso?
Muy pocos me lo han preguntado. Algunos me recriminaban por haberme quedado callado. Y la verdad es que ese fue un recurso que ensayamos y conversamos mucho con quien pensó el ciclo de entrevistas, el director del canal, Juan Cruz Ávila, que de paso es psicoanalista. Una vez me dijo: “¿Qué es lo que más rescatás del psicoanálisis?”. Y yo le respondí “El silencio que hace el analista; que a veces le digo si me puede decir lo que tengo que hacer”. Entonces empezamos a ensayarlo, y desde entonces yo lo sostengo mucho.
- ¿Ensayar en qué sentido?
En el sentido de hacerlo al aire. En los primeros programas, Juan Cruz celebraba mucho cuando yo me quedaba en silencio. Aunque por supuesto a veces esta cosa del silencio es muy incómoda. Para el entrevistado y también para el entrevistador. Más en la tele.
- Incómodo, pero transmite mucho.
Claro… dice mucho. Porque es mucho más interpelador el silencio que la palabra.
FICHA Y ALGO MÁS
Todo por amor, pero no todo.
Novela, 301 páginas,
Editorial Sudamericana.
Luis Novaresio, rosarino, 60 años.
“Yo quiero mucho a todos los personajes, incluso a C, que me parece un egoísta, un narcisista patológico. En Uno hay una cosa del trabajo de la autoestima que me encanta. Y en Ana, ese desenfado que tiene frente a los demás. Pero a la que quiero mucho, y con la que me siento más cómodo con lo que dice es Berta Orlás, la filósofa”. ¿Va a haber otra novela?, le preguntamos. “Ojalá. Se me ocurre que los personajes pueden contar un montón de cosas más. Dan para mucho. Voy a ver si me pongo a trabajar en esto”, respondió.