Eponine Howarth es abogada, poeta, directora de cine y goleadora. Llegó al país pensando en desarrollar su revista literaria, y se convirtió en la 9 de Ferro y en la primera francesa de la historia del fútbol argentino.
Foto: Pato Pérez.
La primera jugadora francesa de la historia del fútbol argentino no nació ni vivió en Francia. La historia de Eponine Howarth tiene singularidades desde el momento en que llegó al mundo, en Bruselas, Bélgica. Hija de una diplomática francesa, adquirió la nacionalidad de su madre y sintió como patria aquella tierra donde iba de vacaciones para visitar a su familia.
Su padre inglés fue quien le transmitió la pasión por el fútbol. En los recreos de la escuela, una pequeña Eponine se mezclaba entre los varones para patear la pelota. Era la única nena que estaba todos los días en aquel grupo. Una tarde, su padre vio en el supermercado un aviso que buscaba niñas para un equipo de fútbol femenino, y decidió anotarla. El fútbol y el francés fueron los idiomas a través de los cuales se comunicaron familiarmente en aquella época que incluyó cuatro años de traslado en Estados Unidos y otro lustro en Suiza.
“Es una obra de arte”, pensaba desde chica al ver cómo una pelota entraba, girando en el aire, en el ángulo de un arco. Con el tiempo y su afición por otras disciplinas (es poeta y también codirigió dos películas), confirmó su percepción del fútbol como un arte. “Hay algo coreográfico en el juego. Y también se parece al teatro, cuando juegas cada uno sabe el papel que tiene, lo repasamos muchas veces en los entrenamientos. Es una cuestión escénica”, sostiene.
La Argentina no era todavía parte de su cotidianeidad ni estaba en su horizonte, pero el país tomó forma a través de Facundo, un compañero de facultad, ya en Inglaterra (Eponine es abogada y licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, y tiene una maestría en la Universidad de Cambridge). Él la contactó luego con Ignacio Oliden, con quien Eponine daría forma a la revista literaria La Piccioletta Barca.
El fútbol estuvo siempre en su vida, pero a los 19 años dejó de practicarlo de manera federada, luego de haber debutado en la Primera División belga con el White Star Woluwe y entrenar un tiempo en el Crystal Palace inglés. No veía para ella un futuro en las canchas, y la frustraba la situación del fútbol femenino, con esa lucha permanente por hacerse un lugar en un ambiente machista. Se volcó de lleno a lo académico como profesión, pero siguió jugando con amigos entre cuatro y seis veces por semana. Se anotó, incluso, en los equipos de fútbol y futsal de la facultad en simultáneo.
En el deporte se combinan una pasión, una identidad y un medio de socialización. Por los traslados continuos de su madre, la familia entera tuvo que acostumbrarse a la adaptación permanente, a ser los nuevos del lugar. Y Eponine abrazó aquel modo de vida: “Siempre tuve que empezar de nuevo, hacer nuevos amigos. Quizás por eso hoy no me gusta quedarme en un lugar mucho tiempo ni tengo miedo a los cambios. Extraño a mi familia cuando estoy lejos, pero predomina el entusiasmo por vivir nuevas experiencias”, reconoce.
En febrero de 2023, se postuló para veinte puestos como abogada en Inglaterra. Las postulaciones para los cargos a los que aspiraba solo se pueden hacer una vez al año. Luego de una sucesión de entrevistas que la ilusionaron y estresaron en partes iguales, no fue elegida en ninguno. La frustración quedó de lado rápidamente: decidió venir unos meses a la Argentina para desarrollar, con más tiempo y dedicación, su revista literaria, trabajando codo a codo y presencialmente con Oliden y Micaela Brinsley, sus amigos/socios. “Mi mamá siempre dice que tengo a mano un plan B, C, D y E”, cuenta divertida.
Sin embargo, en el camino surgió otra opción, que no era ni siquiera el plan E. A pesar de que en su valija esta vez no trajo sus botines, el fútbol se las ingenió para imponerse en su vida, y las invitaciones a picados y torneos informales se acumularon. En la cancha, su talento llamó la atención de personas vinculadas al fútbol femenino semiprofesional y le sugirieron que se probara en algún club. Ferro se erigió, entonces, como el plan A para la multifacética delantera de 27 años, la primera con su nacionalidad en la historia del fútbol argentino. “Tengo mucha suerte de estar acá, y muchas ganas de jugar. Me lo tomo muy en serio, dejé un poco de lado mis lecturas y no estoy escribiendo. Ahora solo pienso en goles”.