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Daiana Ocampo: Sueño cumplido

Foto: Damián Gasto

En el asiento trasero de una camioneta, mientras descansaba, Daiana Ocampo escuchó a su entrenador, Hugo Bressani: “¿Cuál es el sueño más loco que tenés, el más lejano?”, le preguntó. “Ir a un Juego Olímpico”, respondió ella, que había descubierto tan solo un año atrás el talento que llevaba en las piernas.

Desde chica, se interesó por el deporte, pero era el fútbol lo que más le llamaba la atención. En Pilar, provincia de Buenos Aires, su lugar en el mundo, sus cinco hermanos varones pateaban la pelota incansablemente en el amplio patio delantero. Su papá, incluso, fue futbolista en su juventud. La sangre y las costumbres la llevaron a convertirse en delantera, y durante cuatro años jugó de 7 en Fénix.

A los 18, terminado el colegio, comenzó a trabajar en comercios de la zona y ya no tuvo tiempo de ir a entrenar al club. Pero su cuerpo necesitaba actividad física, y entonces comenzó a correr. El circuito que le resultaba cómodo tenía ocho kilómetros, que hacía sin controlar el tiempo ni preocuparse por el ritmo. Al enterarse de una carrera de diez kilómetros en su zona, pensó que sería capaz de completar la distancia y se inscribió. “No tenía idea de nada, ese día yo solo salí corriendo. Salí muy fuerte y después terminé como pude, muy cansada. No supe que iba primera hasta que llegué y todos me saludaron. Me sorprendió y me gustó, pero no pensé que podría dedicarme a esto. Cuando un amigo me presentó a Hugo, todo cambió. Ahí me di cuenta de que tenía una facilidad para esto, que podía aspirar a algo más”, cuenta.

  • ¿Con qué te conecta correr? ¿Qué hizo que te quedaras en este deporte?

Me dio la posibilidad de desarrollar mi potencial como deportista y conocer a mucha gente en el camino que me ayudó a ser mejor corredora y mejor persona. Por más que los corredores de alto rendimiento estemos en otra categoría, en otro nivel de exigencia, estoy segura de que tanto para nosotros como para las personas que lo hacen de forma recreativa correr es una terapia. Cuando corro, estoy sola y me encuentro conmigo misma, pienso cosas, resuelvo. Y puedo aplicar lo que aprendo en otros aspectos de mi vida.

  • En 2019 te volcaste al maratón, ¿qué significa para vos esa distancia?

Es una prueba física y mental completa, total. Es una carrera tan larga que, si no confiás en el proceso, en lo que tenés en los pies y en vos, es muy difícil de terminar, por más que tengas todo el entrenamiento encima. Dicen que es la prueba reina de todas las del atletismo, y por algo es la que cierra los Juegos Olímpicos. 

  • Después de algunos intentos, y once años después de esa charla con Bressani en la camioneta, finalmente conseguiste la clasificación…

Sí, yo creía desde ese momento en que lo iba a lograr, pero no pensé que me llevaría tantos años alcanzarlo. Fue un sueño muy trabajado y al fin llegó la marca.

  • Este año lo buscaste primero en Sevilla, pero no se dio, ¿eso te frustró?

Sí, en febrero quedé poco más de 20 segundos por encima de la marca mínima, pero me sentí muy bien. Entendí que fue más una cuestión de estrategia que de capacidad. Estaba muy feliz con mi carrera, porque venía de una lesión larga. Apenas terminé, llamé a mi esposo y a mi entrenador, y decidimos buscar una revancha rápida, así que me inscribí para correr en Hamburgo solo dos meses después.

  • En Hamburgo, ¿en algún momento pensaste que se te podía llegar a escapar la clasificación?

No, estaba muy segura, me sentía muy bien. Me aferré al ritmo que llevaba un “pacer” (marcador de paso) de la organización y me enfoqué en mantenerme fuerte, a pesar de que el recorrido era exigente. Viajé con mi esposo y con mi hija, Amparo. Ellos andaban en bici y se movían por todo el circuito para alentarme, me los crucé tres o cuatro veces. Verlos a un costado, escuchar los gritos de mi hija, me llenaba de fuerzas. Me sacaban por un instante del dolor y del cansancio.

  • ¿Cómo fue el final?

Muy emocionante. Cien metros antes de la línea de meta, había un reloj muy grande. Levanté la vista un microsegundo, vi el tiempo y los cálculos me daban bien. En los cien metros finales había una alfombra roja y lo único en lo que podía pensar era en acelerar todavía más en cuanto la pisara. Si bien sabía que estaba haciendo la marca necesaria, quería descontar todos los segundos que pudiera, asegurarla y que no quedaran dudas.

En esos pasos finales, Daiana concretó un sueño de más de una década de maduración, un objetivo por el que luchó y trabajó: el domingo 11 de agosto, correrá el maratón olímpico. 

MATERNIDAD

En agosto de 2016, nació Amparo. El embarazo, el parto, la crianza y la lactancia son parte de un proceso transformador en varios sentidos. Uno de ellos es el deportivo. Desde que se convirtió en madre, Daiana siente que es mejor atleta. Su prioridad absoluta es Amparo, pero eso no solo no la aleja del atletismo, sino que le permite enfocarse mejor. “Antes tenía todo el tiempo del mundo para salir a entrenar en algún momento del día y jugaba con eso, lo postergaba. Después de ser madre, mi organización es total. No tengo ni un minuto para perder, tengo que aprovechar cada segundo para poder entrenar, porque después me dedico enteramente a mi hija”, explica.

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