Tiene solo 16 años y ya clasificó a sus primeros Juegos Olímpicos. Mientras lidia con la madurez repentina, Chiara Ferretti intenta disfrutar los logros alcanzados y apunta a lo que viene.
Con la frescura del viento y de su adolescencia, fluye en el agua y avanza hacia objetivos que ni siquiera llegó a plantearse. Su talento va, incluso, por delante de ella misma. En plena etapa de descubrimientos personales, trabaja duro para potenciar sus condiciones naturales y dominarlas, al tiempo que ingresa a un mundo adulto de viajes, exigencias y competencias internacionales. Con solo 16 años, la cordobesa Chiara Ferretti logró la clasificación para los Juegos Olímpicos de París, que se celebrarán este año, en la categoría IQ Foil de windsurf.
El Club Náutico Córdoba, en Villa Carlos Paz, fue siempre su segunda casa. Su papá practicaba windsurf, y ella lo acompañaba. “Antes que estar encerrados en casa, preferimos estar en el club tomando mates, jugando, haciendo algo distinto”, resume el estilo de vida familiar. Entre juego y juego, lo veía navegar y surgió en ella la atracción hacia el mismo deporte. Primero, sin embargo, probó suerte en el hockey, hasta que el llamado del agua se hizo imposible de eludir.
A sus siete años (con una altura que la hacía ver como de nueve), ya manipulaba velas de casi cuatro metros de alto. A los doce, comenzó a entrenar de forma más consciente, ya bajo las órdenes de Martín Berardo, quien la acompaña hoy. Ya decidida a competir intensamente, debió someterse a un riguroso entrenamiento físico y mental, que por momentos la hizo dudar de sus propias capacidades. “Cuando comencé los entrenamientos físicos con Fernando Herrera, ‘Penny’, sufrí muchísimo. Al principio, me largaba a llorar porque me dolían los músculos o porque no me salían los ejercicios. Era una frustración constante. En un momento, mejoré un poco mi adaptación física. Pero el dolor ya es parte de mi vida: todo el día estoy con dolor de cuerpo, en los músculos. Penny me enseñó que cada obstáculo que me pongo lo tengo que superar, porque mi cuerpo puede, pero es mi mente la que me dice que no”.
- ¿Lo asumiste de entrada? ¿O quisiste dejar en algún momento?
En miles de momentos. Soy muy chica todavía. Para mí estos problemas son muy grandes, y la verdad es que muchas veces he dicho que no quería seguir porque me dolía el cuerpo, me sentía fatigada. Es todo un proceso de adaptación hasta que el dolor te empieza a gustar y asumís que es parte de tu vida. El sufrimiento está, hay que aceptarlo. Me di cuenta de que realmente me gustaba competir y que, si quería hacerlo, tenía que meterle a todo esto. En algún momento esto me iba a servir e iba a hacer que sacara frutos de la competencia.
- ¿Qué es lo que te gusta de competir?
Soy una persona muy competitiva, en todo ámbito. En Argentina empecé bien, en mi primer campeonato quedé tercera. No sabía de puntajes ni nada, me enteré cuando me llamaron al podio. En todos los campeonatos acá seguí quedando en el podio y me gustaba. Entonces, quise seguir haciéndolo. En un momento, pude clasificar a un Mundial afuera, en La Haya, Holanda. Fue un golpe de realidad bastante duro para mí, porque, después de venir ganando todos los campeonatos en Argentina, quedar 14 en Holanda me golpeó bastante fuerte. Ahí fue cuando me di cuenta de que tenía que trabajar más, meterle más duro. Si quiero quedar en los puestos de arriba, tengo que mejorar física y psicológicamente.
- Más allá del golpe, te incentivó para mejorar…
Sí, siempre traté de ver todo positivo. El año pasado fui a un campeonato europeo en Grecia con mi entrenador. Fue uno de mis peores torneos, realmente la pasé mal. También fue uno de mis primeros campeonatos afuera, en mayores, y tenía otras expectativas. El viento, las olas, todo me maltrató. Cuando volví, me sentía mal. Dormí una semana con mi mamá en su cama, para sentirme acompañada. Un día me paré y dije “Tengo que prepararme y mejorar”. Mi mamá me confesó que creyó que iba a dejar el deporte.
- ¿Qué sentías?
Tristeza, un poco de angustia, miedo. Yo viajo sola, sin mis papás. Soy hija única, en mi casa tengo todo, y a veces la paso medio mal sin ellos.
- Más allá de esta experiencia, fue un año muy rico 2023.
Sí, lo de los Panamericanos fue lo que terminó de coronar el año. No fui a buscar la clasificación olímpica, porque con Martín lo veíamos muy lejos. Iba con cero expectativas. Me hizo bien ir pensando en que lo que viniera estaría bien, cualquier puesto. Lo importante era disfrutar y haber dado lo mejor. Ya me ha pasado que he ido esperando conseguir puestos mejores, quedé por debajo de eso y la pasé mal. Estamos tratando de trabajar el tema de no poner expectativas, ir, dar lo mejor y aceptarlo.
MADURAR ANTES
Por la exigencia de los entrenamientos y las competencias, Chiara debió dejar el colegio al que asistió desde muy chica, y comenzó a cursar a distancia. Aunque conserva a sus amistades más cercanas a pesar de no compartir el día a día, se siente distinta a los chicos de su edad. “Mis amigos son bastante parecidos a mí, pero con otros chicos de mi edad no siento que encaje mucho. Ellos están con otras cosas. Yo, al ir a los Juegos Olímpicos y todo eso, maduré más rápido. Dejo de lado un montón de cosas por competir y no estoy en la misma sintonía que ellos. Al principio me pesaba, pero entendí que el deporte es para hacerlo ahora”, analiza.