El reconocido cardiólogo publicó un nuevo libro acerca del estrés y la felicidad. Conversamos con él sobre una problemática que nos afecta cada vez más.
Fotos: Alejandra López
Daniel López Rosetti sufrió varios cuadros de estrés, algunos lo suficientemente severos como para hacerle sentir las consecuencias. Uno de los más fuertes lo tuvo cuando su padre falleció en el exterior, en un viaje que él le había regalado. Se encargó de traer el cuerpo a la Argentina y, al regresar, se enfermó de tuberculosis. No hay ser humano, ni siquiera quien se dedica al tema hace más de treinta años, que pueda escaparle al síndrome general de adaptación, conocido como estrés.
En su nuevo libro Estrés, sufrimiento y felicidad, el médico aclara que “el estrés es un fenómeno normal que nos alcanza a todos. No existe vida sin estrés. Podríamos decir que el único lugar donde no existe estrés es en los cementerios”. Sin embargo, asegura que todo depende de cómo podamos manejarlo y explica que existen dos formas de gestionar la realidad: el modo lucha y el modo sociable. Se detendrá especialmente en este último, que es la manera de impedir que se convierta en un dolor crónico. “No se puede evitar tener modo lucha, porque es arcaico y ancestral, pero podés disminuir su incidencia. Lo importante es cómo hago para estar la mayor parte del día en modo sociable, buscando la paz y la serenidad”, resume por videollamada.
La entrevista es un jueves por la mañana, y su jornada laboral en el Hospital Central Municipal de San Isidro, donde está a cargo del Servicio de Medicina del Estrés, se extenderá hasta las veinte horas. “Hoy estoy todo el día”, comenta mientras se toma unos minutos para conversar con Convivimos. “Me he dado el gusto de no hacer medicina privada y ejercer solo en el sistema público”, cuenta satisfecho.
Además, tiene dos consultorios a los que asisten miles de argentinos: la radio y la televisión. Es columnista en temas médicos desde hace años en Radio Mitre y en Telefe. También es docente en la Universidad Favaloro y, en las últimas dos décadas, ha publicado más de diez libros, entre ellos Estrés, epidemia del siglo XXI, Historia clínica y Equilibrio.
Tiene 64 años, pero no se imagina alejado de su profesión. “En términos formales no, mientras me acompañen las neuronas va a ser lo mismo, quizá con la ventaja de lo que significa etimológicamente el termino ‘júbilo’. Me puedo llegar a ver viejo, pero no jubilado”, confiesa vestido con su ambo blanco.
Hasta tanto, cultiva otra de sus pasiones: volar. “Siempre me gustaron los aviones, soy piloto comercial y es algo que tiene que ver con la medicina, por el control”. Además, confiesa que escribir se convirtió en su hobby y ya se encuentra avanzando en un próximo material.
También le gustan las frases, incluso Estrés, sufrimiento y felicidad parte de una de Buda: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo”. No las anota, se las acuerda. “Las leí tantas veces que las fui incorporando. ‛No hay viento favorable para quien no conoce su rumbo’, tenés que saber a dónde vas y así irás acumulando herramientas que te sirvan particularmente a vos”, aconseja.
Casado con Ana desde 1983, tiene tres hijos y anhela ser abuelo. “Vienen lentos”, dice con una sonrisa paciente.
- ¿Por qué hace falta un libro que hable sobre el estrés, el sufrimiento y la felicidad?
La palabra que más se identifica con estrés es “sufrimiento”. El estrés no es cansancio, no poder dormir, sino que es cuando lo que nos sucede es una sobrecarga, uno no la puede llevar y le hace mal. Si estás sobrecargado de cosas y te gustan, no es estrés, “sarna con gusto no pica”. Primero, homologar estrés con sufrimiento y luego la palabra “felicidad”, que en medicina es el bienestar subjetivo percibido. Como dice la frase de Buda que usé como disparador del libro, el dolor lo tenemos todos, por problemas personales, laborales, económicos o existenciales, es inevitable. Con todo lo que representa psicofisiológicamente, es lo que llamamos “estrés agudo”. El sufrimiento es la condición de dolor sostenido en el tiempo, cuando se hace estrés crónico. La riqueza de esa frase es que reconoce el dolor como inherente a la vida misma, pero que también la conversión de un dolor en un sufrimiento requiere parte de nuestra autorización, o al menos, en alguna medida. Está a nuestro alcance modificar ese designio, cada uno juega roles activos para que algo no se haga crónico y se convierta en sufrimiento.
- ¿Estamos sufriendo mucho?
En los últimos años se observa mucho más el sufrimiento humano. Cuando yo era chico, era muy raro que alguien faltara a la escuela por un ataque de pánico o escuchar que alguien estuviera deprimido. El estrés era rarísimo, se lo describía como un surmenaje en personas con estudios o trabajos superexigentes que presentaban la sintomatología. Muchas de las patologías psicosomáticas que tenemos actualmente son modernas, son emergentes de nuestra vida social, por las demandas que nos exige la sociedad y el costo que implican en nuestro espíritu. El estrés normal siempre existió, pero está claro que ahora la situación es peor. Las personas bajan su umbral de sensibilidad cuando una situación de sufrimiento se prolonga, como la pandemia que es un estrés psicosocial, es decir que alcanza a todos por igual. Vivimos en una sociedad donde los estresores, es decir aquellas circunstancias que amenazan nuestros intereses vitales, son fácilmente expandibles. A través de la comunicación y de las noticias, esos estresores tienen un alcance muy rápido y llegan a gran cantidad de personas. La gran mayoría de la gente coincide en que en el mundo actual no se vive bien, sobre todo en las grandes urbes, y le está escapando a eso. Nadie duda de que vivimos en una sociedad de alta complejidad y de gran facilidad de propagación de estresores que, cada vez más, se comportan como de orden de lo psicosocial.
- ¿El tratamiento del estrés tiene la relevancia que merece?
Se le da la importancia que tiene, todas las consultas médicas terminan con un control de estrés. Desgraciadamente, esa no es una situación fácil, porque no está extendida la especialización, hay ya mucha gente que practica cada vez más la psiconeuroinmunoendocrinología clínica. Hoy está totalmente inserto en la medicina el síndrome general de adaptación, todos los médicos lo sabemos. En general, los primeros en atenderse siempre fueron los profesionales de la salud, ni que hablar en pandemia.
- ¿Siempre fue su vocación enseñar?
Docencia hice desde el pregrado y siempre me interesó. En tercer año de Medicina ya era ayudante docente de Fisiología; y en quinto año, editorial EUDEBA me publicó un libro sobre regulación arterial. Me gusta mucho la frase de René Favaloro de que un médico debe hacer asistencia, docencia e investigación. La docencia permite formar colegas, pero, además, siempre que ejercés la docencia, aprendés y te obliga a ser humilde, porque te das cuenta de que tenés que estudiar más porque no sabés tanto. Es una buena práctica, te ubica en tiempo y espacio, te ayuda a tener las neuronas interconectadas y te da la satisfacción de transmitir algo, siempre con la sencillez de saber que cuando uno enseña, el otro aprende. En realidad, cuando uno enseña hay dos que aprenden.
- Con jornadas laborales tan extensas, ¿en qué momento escribe?
Soy más productivo a la noche, cuando me despierto a la madrugada, con ideas, y las anoto antes de volverme a dormir en una libreta que tengo en la mesa de luz. Escribo aunque sea poquito durante los días y fundamentalmente los fin de semana. No es mi actividad principal, aunque tengo varios libros ya publicados, pero hoy es la que me gusta y también tiene que ver con la docencia.
- Dice que todos sus libros que escribe le parecen insuficientes, ¿por qué? ¿es exigente?
Sí. Eso trato de manejarlo, intentando el “asegúrese un mínimo de errores”. Hay que ser lo más plástico posible, porque “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Por otra parte, cuando terminás de escribir, siempre queda algo pendiente que puede ser la raíz para un próximo trabajo.
- ¿Para mucha gente el médico de la tele es la única consulta?
No tengo dudas. Trato de ser consciente de eso para medir muy bien mis palabras, no herir susceptibilidades, no hablar de lo que no corresponde y transmitir información con palabras simples. Tengo muy claro que el contenido que uno brinda en un medio de comunicación debe ser como mínimo interesante y la opción de máxima es que sea útil.
- ¿Qué cosas le dan bienestar?
Estudio mucho y me divierte, me considero un estudiante. Como todo médico, uno tiene un retraso de aprendizaje, entonces estás mucho estudiando medicina y lo disfruto enormemente. En medicina es indispensable estar actualizado, y la docencia ayuda mucho a eso. Cada vez trato de leer más, aunque no puedo escapar de lo básico de la ciencia, me gusta también la cultura general.
PING-PONG
Un libro: El principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Una película: La sociedad de los poetas muertos, de Peter Weir.
Un profesional de la salud: Hipócrates.
Algo que lo distraiga: Los aviones.
Asado o pastas: En ese orden.
Mate o café: Café.
Una frase: “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”, de Voltaire.