Lidera el ranking de ventas de novelas histórico-románticas en la Argentina y acaba de lanzar Una luz fuerte y brillante, su libro número doce. Conversación con la escritora cordobesa que está convencida de que el amor nunca pasa de moda.
Fotos Alejandra López
“Yo soy una convencida de que hay algo fuerte a lo que podemos ponerle el nombre que queramos: dios, una fuerza, algo grande, sobrenatural, que nos advierte que no vayamos para allá, que para allá nos vamos a caer. Hay ciertos movimientos en la vida de las personas que no sentimos. Vivimos tan apurados y descreídos que casi no vemos esa luz. Y yo quería mostrar que cuando uno está despojado de todo, cuando ya ha perdido todo, quizás se encuentra más atento y pueda sentir eso que lo empuja para el lado bueno”. Viviana Rivero se calza los lentes de sol mientras elige un lugar más reparado en la mesa del bar donde habitualmente se encuentra con sus amigas de Córdoba. Habla de Álvaro, uno de los protagonistas de Una luz fuerte y brillante, su última novela. Revive la escena en la que el personaje huye de la ciudad de Duma, al sur de Siria, entre las bombas y el fuego cruzado de la guerra, el momento en que ve una luz fuerte y brillante entre las nubes, y decide arremeter con su auto y tomar por una calle y no por otra que puede llevarlo a la muerte. “Álvaro estaba tan entregado que hasta veía físicamente esa luz. Así que cuando descubrí el proverbio, dije ‘Ahí está, esto tiene que ver con lo que yo digo siempre’”.
- El proverbio dice “Solo una luz fuerte y brillante te mostrará la realidad tal cual es”. ¿Pudiste reconocerla alguna vez?
Yo me levanto siempre y digo “Bueno, vamos a empujar el mundo para el lado bueno”. O cuando algo no me sale, pienso “Si nos levantamos todos los días y empujamos todos para el lado bueno, tiene que salir”. Con los años he descubierto que eso de que “Lo que uno siembra, recoge” es verdad. Capaz que viene después de diez años, pero viene.
- En la novela las mujeres terminan resignando sus deseos en una cultura de reglas muy estrictas. Sin embargo, aparece una trama de solidaridad femenina que pugna por salir…
Yo quería contar la historia de amor de Álvaro y Salma, con todo el choque cultural que eso implica, y también algo de la estirpe de las mujeres. Porque tímidamente, muy despacito se pasan unas pequeñísimas cuotas de rebeldía. Yo he hablado con mujeres sirias, conversé con la que vino huyendo de allá con su marido, con otras que van y vienen, y hay cosas que no les gustan. No se van a animar a desafiar al mundo entero, pero se pasan unas a otras en generaciones una cuota de rebeldía, como para decir “Yo también estoy en desacuerdo”. A nosotras no nos entra en la cabeza, pero si una mujer se rebela, pierde todo, a sus familiares, su contención familiar y económica, y además pueden perder hasta su vida. No es fácil para ellas.
- ¿Qué encontraste de atractivo en esa cultura y qué cosas criticás de Occidente?V
Yo veo todo a través de los ojos de Álvaro, yo soy Álvaro, que fue criado en libertad. Nunca quise que prejuzgara a Salma, que la criticara, solamente se rebeló contra el sistema de ella en las cosas dañinas, pero en lo demás, no. Nosotros, igual que él, tampoco deberíamos juzgar la parte no dañina de esa cultura. Traté de mostrar con los ojos de Álvaro la parte buena. Con esos ojos también encontré esa paciencia que nosotros no tenemos; esa espiritualidad que mezclan en la vida diaria que a nosotros tanto nos cuesta; me encantó descubrir que el casamiento tiene varios días de celebración y que una de las fiestas es de mujeres solamente, que es cuando se pintan las manos… y entonces digo “Qué lindo sería tener una fiesta así”.
- Álvaro es fotógrafo de guerra, ¿qué deben tener tus héroes?
A Álvaro lo tuve que crear, porque no había muchos fotógrafos de guerra, entonces hablé con algunos de ellos. Y son extraños, son personas sin familia, sin ataduras, libres. Debí armar la personalidad. Cada uno de los héroes de mis libros debe tener las características de acuerdo con su historia. Este tenía que ser un hombre libre para aceptar a una mujer como Salma, porque capaz que como hombre te puede gustar mucho una mujer árabe, pero para jugarse como él lo hizo debía ser un hombre de mundo, libre, abierto y con posibilidades de cambiar, porque él cambió, se abrió a otras cosas. Siempre a él le queda la duda, y a mí también, de si se enamoró porque se dio el tiempo de estar con una mujer, abriendo su corazón, escuchando lo que ella tenía, o era porque ella era especial para él. Tal vez él nunca se había dado el tiempo de estar con una mujer así.
- Planteás que la misión de Álvaro es captar los dolores de la guerra para mostrarlos al mundo. ¿Cuál es la misión del escritor?
Yo pienso que los escritores somos grandes observadores de la realidad. De lo micro, que capaz es tu casa, tu vecino, los escritores descubrimos cosas. Somos observadores de detalles de lo micro y de lo macro. Creo que tenemos como misión observar micro y macromundos, y relatarlos para quienes están muy apurados y no se han detenido a pensar en ellos.
- Cuando reflexionás sobre la libertad, la ubicás en el primer peldaño en la escalera a la felicidad. ¿Cuáles serían los otros peldaños?
Sin libertad ni siquiera podemos elegir. Después, para poder desarrollar esa elección se tienen que dar determinadas condiciones. Porque puedo decir “Quiero a esta persona”, “Elijo una vocación”, pero tienen que estar las condiciones materiales. Otro peldaño es la valentía, que te da la oportunidad de concretar algo que no habías podido concretar antes. Hay que ser valiente, estar dispuesta a hacer cambios, a perder cosas, a arriesgarte. La valentía es necesaria para ser feliz. Si no, otros deciden por vos. Y también hay una cosa que uno aprende con el tiempo: se necesita tiempo físico para diseñar la felicidad. Porque los occidentales queremos pelear por cosas que ni siquiera sabemos qué son. Armar el plan de vida, diseñar la felicidad, lleva tiempo físico, no se consigue en diez minutos. Hay que tomarse el tiempo, parar. Yo tengo un “cuaderno de los sueños” donde anoto las cosas que quiero concretar. Digo: “¿Cómo me quiero ver de acá a diez años?”. Porque si no sabés lo que querés, se te va a pasar todo por las narices. Otro escalón sería tiempo con uno mismo.
ROMPER MANDATOS
La novela de Rivero habla sobre la necesidad de romper mandatos. Mandatos que la misma autora reconoce que rompió en su vida. Dejar su carrera de abogada en pleno ascenso para dedicarse a la escritura fue uno de ellos.
“Mi mamá me preguntaba ‘¿Estás segura?’ Yo le dije ‘Ya cumplí con Dios y con la patria, mis hijos están grandecitos, tengo mi casa, ahora puedo darme el lujo de hacer lo que se me ocurra’”, cuenta Viviana.
“Hay que ser valiente, estar dispuesta a hacer cambios, a arriesgarte. La valentía es necesaria para ser feliz”.
Su abuelo escribía, y su padre, Pedro Adrián Rivero, fue uno de los fundadores en Córdoba del grupo literario Los Escritores del Sótano. “Mi papá editaba cuando ganaba un premio –cuenta Viviana–. Y mi mamá siempre nos decía ‘Acá nadie va a seguir carreras que tengan que ver con la literatura, porque para loco ya está su padre’”.
Sonríe cuando recuerda aquellos diálogos familiares, después de pasarlos por el tamiz del tiempo. “Ella también habrá tenido sus miedos; toda la vida con mi papá, una persona que vivía de noche. Sábados y domingos, cuando nosotros salíamos a pasear, él tenía que escribir, así que entiendo que nos dijera siempre eso”, explica.
- Hoy podés decir que te fue muy bien, sos la escritora de novela histórica romántica que más vende en la Argentina…
Sí, siempre digo que soy una agradecida de que puedo vivir de lo que me gusta, y entiendo que son pocos los que pueden vivir de esto. Porque el escritor se queda solo con el diez por ciento de la venta de cada libro, entonces, ¿cuántos escritores pueden vender tanta cantidad de libros para vivir? Me considero una privilegiada, y mi papá –que era un buen escritor–, me decía: “Viví, disfrutá”. Siempre me acuerdo, por eso trato de ser agradecida con los lectores, con la vida, con Dios… Una vez me preguntaron qué debe tener un bestseller de especial. Y yo dije que lo que tiene de especial es que somos lo más común y lo más normal del mundo. Porque escribo de una manera que es una forma de ver la vida, y la persona que me lee se identifica con ella. Entonces, somos muchos los que tenemos una manera de ver la vida. Lo especial es que soy muy común. Veo la vida como mis miles de lectores.
- ¿Cómo definirías esa mirada?
Esperanzadora. Mis libros son esperanzadores, y creo que la gente, en general, tiene esperanzas.
- ¿Le prestás atención a la crítica literaria?
No, está bueno que digan cosas lindas, pero lo que más me importa es cuando escribe el lector.
- ¿Cómo son los meses previos a la entrega de un libro?
En los últimos meses me fijo qué como, qué no, salgo a caminar, hago gimnasia, me muevo para aguantar estar sentada doce horas escribiendo. Hay días en los que no almuerzo para no tener sueño, o estoy por comer un chocolate y digo “Mejor una fruta”. Tengo que seguir, porque hay una fecha de entrega.
- ¿Te sentís presionada?
No, nunca nadie me presiona, pero todos hemos tomado compromisos, la editorial, los encargados de la campaña publicitaria, el que diseña la tapa, la imprenta. De golpe te empapelan el subte de Madrid con la tapa de tu libro. Es una industria, y vos sos un eslabón.
- ¿Cuánto tiempo te lleva escribir un libro desde que elegís el tema hasta que entregás el texto?
Me lleva un año, un año y medio. Para poder vivir de esto, hay que sacar un libro por año o cada año y medio. El máximo, ahora que soy más conocida, es dos años, pero si es tu trabajo y no vas a cobrar nada de otra cosa, hay que publicar así, para que durante todo el año vendas mucho y cuentes con un buen sueldo dividido en doce meses. Hay que tener la suerte de que te compren el libro.
- ¿Por qué te quedaste en Córdoba?
Estoy acá sobre todo por la pandemia, pero si no, vivo tres meses en Madrid y lo demás lo divido entre Córdoba y Buenos Aires. Me costaría mucho quedarme solamente en un lugar. Soy bastante itinerante. Y en Madrid se venden los libros también, entonces hay que ir. Es muy lindo, mi marido es músico, así que también va y trabaja allá, tiene su representante.
- En este bar te juntás con tus amigas, ¿cuáles son los hilos que sostienen la amistad?
Yo creo que todos los amores se sostienen con los mismos hilos. La fidelidad, por ejemplo, ser compañero, compartir. Tengo amigas completamente diferentes a mí, pero hay puntos donde nos unimos, nos han pasado cosas en la vida y seguimos juntas. Esos hilos que sostienen una relación amorosa también sostienen la amistad.
- ¿Y al amor qué cosas lo matan?
No, el amor nunca muere, solo cambia de forma.
PING-PONG
Si el amor fuera una comida, sería… sushi o sándwiches de miga.
La felicidad tiene cara de… familia.
El tiempo es… una palabra inventada por los seres humanos para medir los cambios que se producen en su mundo.