El diseñador de alta costura de 22 años oriundo de Rufino, Santa Fe, comenzó su carrera hace poco y ya vistió a las máximas personalidades argentinas.
Fotos Patricio Pérez
Su relación con la moda empezó de muy niño, cuando hojeaba revistas con su mejor amiga Salomé y la madre de ella, Nancy, en su Rufino natal, en la punta de la bota de Santa Fe, bien al sudoeste de la provincia. Con un rubio platinado peinado en ondas, pómulos altos y ojos siempre sonrientes, Jorge Rey cuenta que la primera vez que estuvo en un taller fue en el de Nancy y que allí se olvidaba del tiempo y también de su amiga. Siguió alimentando su pasión con clases de corte y confección con Rosita, aquella modista que le enseñó a coser a su hermana Florencia, a su madre Analía y también a su abuela Luisa, y que actualmente es su mano derecha. Hoy, a los 22 años, el diseñador de alta costura engalana las pasarelas argentinas con paillettes holográficas, plisados en seda, moños enormes en rosa chicle y apliques de flores bordadas y cortadas a mano.
La pandemia truncó varias presentaciones que Rey tenía en sus planes, pero el encierro en Santa Fe durante los primeros dos meses de la cuarentena despertó su niño interior y lo reconectó con el hogar de su infancia. Así, desarrolló “Futuro Alado”, una colección cápsula de cuatro conjuntos que presentó a través de Instagram y confeccionó desde el altillo de la casa familiar. Allí tenía archivados varios textiles y materiales desde antes de mudarse a la ciudad de Buenos Aires, cuando comenzó a estudiar Diseño de Indumentaria en la Universidad de Palermo. “Soy una persona muy ansiosa, y la costura y el hilván flojo me salvaron los primeros meses del aislamiento”, cuenta. El mes pasado ya regresó a la carga desde su atelier en el barrio porteño de Recoleta, ahora que las bodas pequeñas y celebradas al aire libre volvieron a permitirse.
- ¿Por qué te decidiste por la alta costura?
Estuve a punto de estudiar Psicología, porque me gusta mucho escuchar, analizar, conocer el deseo de las personas, y creo que eso es lo que hago con mis clientas a través de los vestidos. Me gusta la idea de crear piezas únicas para momentos especiales en la vida de las mujeres. Son prendas inéditas que llevan mucho tiempo de realizar, casi 200 horas de trabajo, y en las que se involucran muchas personas: el diseñador, una modista, bordadoras, aquellas que pintan flores, entre otros artesanos. Para mí es muy entretenido e importante trabajar en equipo para lograr cumplir sueños que tienen forma de vestidos.
- ¿Cómo se modificó el proceso de diseño de los vestidos de fiesta en plena pandemia?
Ahora que habilitaron las fiestas chicas y al aire libre, los vestidos que hay que hacer son más específicos. Hay que buscar la versatilidad para que el ruedo no se enganche, zapatos apropiados para el exterior, colas que puedan levantarse para bailar y tapabocas que combinen con los bordados y textiles del vestido. Por otro lado, la pandemia no frenó el deseo de las novias para festejar, y ellas quieren que sus diseños sean más únicos, especiales y con detalles. Después de esta pausa, volvieron con muchas más ganas y hasta me pidieron segundos cambios para la fiesta.
- ¿Te acordás de tu primer diseño?
Sí, claro. Lo hice a mis quince años, en Santa Fe, para mi hermana Florencia, que tiene dos años más que yo. Me acuerdo de ir a la sedería con la idea definida y comprar las telas con mis ahorros. Era un vestido rojo de terciopelo y cuello bote, pinzado y cortado a la cintura, y con una falda larga de gasa y satén. Ese vestido nunca se lo puso, porque yo no la dejé llevar un diseño mío que no estuviera aprobado [risas]. Soy muy crítico con el resultado final, y si no me gusta cómo quedó, lo desarmo y empiezo de nuevo.
- ¿Cuál fue el mejor consejo que te dio Rosita en sus clases?
Sin lugar a dudas, Rosita cultivó en mí la importancia del punto flojo y el hilván para lograr un vestido perfecto. No solo es fundamental para lograr unir las piezas con exactitud, sino que además te ayuda a cosechar la paciencia que requiere un trabajo como la alta costura.
- ¿A qué celebridades vestiste y cuáles tenés pendientes?
Vestí a Pampita, a Juanita Viale y a Valeria Mazza. También a Flor Peña, a Stefi Roitman y a la artista Emilia Mernes. Por suerte, con cada una de ellas tengo una relación copada y disfruto mucho que vengan al atelier a probarse diseños de mi perchero o ir yo a sus casas a diseñar juntos. Tengo pendiente a Mirtha Legrand, a quien conocí en Mar del Plata, y ya tengo sus medidas, pero la cuarentena pospuso esta posibilidad. Y después, como sueño, me encantaría diseñar algo para Lady Gaga, porque me encanta todo lo que ella comunica. No me siento tan identificado con su música como con lo que ella es y representa.
- ¿Qué consejos les darías a estudiantes de Diseño que quieren hacer una carrera en moda?
Antes que nada, yo les recomendaría tener ética profesional. Me encantaría vivir en un mundo donde la gente fuera de palabra y se hiciera responsable de sus acciones. Creo que cada uno va armando su camino como lo va sintiendo, pero les diría que sueñen en grande y vayan en busca de eso, porque mucha gente se queda pensando en si esto no funciona. Hay que abandonar el plano de los supuestos y pasar a la acción.
LA NUEVA OBSESIÓN DEL REY
El aislamiento social del 2020 a raíz del COVID-19 demoró los planes de Jorge Rey de presentar sus colecciones, pero trajo consigo mucha inspiración temática para los nuevos shows: “Antes de este año loquísimo, me obsesionaban las enfermedades y la limpieza, la prolijidad. Después llegó la pandemia y logré adaptarme. Ahora estoy mucho más tranquilo, y me pareció un gran tema de colección la adaptación social, la idea de mantenerse oculto a través de un velo, un tapabocas, y adornar a la mujer con estos nuevos accesorios y buenos guantes”, comenta Rey desde el otro lado de la videollamada.