Periodista y escritor, Javier Arroyuelo es una de las mentes más lúcidas y respetadas de la moda en nuestro país. En sus textos analiza y comenta las tendencias sociales y las modas individuales y colectivas del vestido y del comportamiento, interpretadas como hechos culturales significativos.
Foto Hernán Piñeiro
Javier atravesó su infancia leyendo mucho, empecinado y concentrado desde su casa en Avellaneda, al sur de la provincia de Buenos Aires, hasta que a los 12 años decidió pasar de los libros al escritorio cuando le pidió de regalo a su madre, que recién había enviudado, su primera y única Olivetti Lettera 32. La misma máquina con la que siete años más tarde se mudaría a París para escribir obras de teatro junto a Rafael López Sánchez, junto a quien cofundó el primer sello discográfico de rock nacional –Mandioca, la madre de los chicos– en 1968, con la ayuda de Jorge Álvarez, recién egresados del prestigioso Colegio Nacional Buenos Aires.
El escritor de estructura pequeña, jopo ondulante y mirada firme que aparece tras los anteojos traslúcidos empezó a escribir en la Vogue de París, en un número especial sobre Marlene Dietrich, gracias a su amigo Karl Lagerfeld. Allí comenzó su mirada irónica, oblicua y compleja sobre la cultura, con foco en la moda contemporánea. “Más que de moda, me gusta hablar de la cultura del vestir. Siempre me han interesado las y los artistas, intelectuales y pensadores, como Mallarmé o el arquitecto vienés Adolf Loos; ambos reflexionaban sobre la moda sin que fuera su campo de acción”, dice Javier desde su habitación color verde agua en Banfield, cerca del barrio donde nació.
Amigo íntimo del escritor Manuel Puig, de Paloma Picasso y de la diseñadora Loulou de la Falaise, en el 69 se fue a vivir a París, donde tuvo su mayor desarrollo profesional y conoció los mejores años de la moda, para luego mudarse a Nueva York hasta 2011, cuando decidió regresar a su país y comenzar a dar clases de moda. Hoy escribe como columnista para La Nación Revista y la edición local de Marie Claire, mientras prepara sus memorias personales atravesadas por la moda y desarrolla Celebracionable.com, un pequeño medio digital de moda, consciente y colaborativo.
- ¿Cómo surgió Celebracionable?
Surge de la necesidad de seguir intercambiando reflexiones con muchas de mis alumnas de los cursos, pero desde la acción: pensar un medio de comunicación estimulante, hecho a pulmón, que celebre nuevas maneras de producir y crear por fuera de los métodos que afectan al medioambiente, las relaciones laborales, y que focalice en minorías en cuanto al reparto del poder. Nos interesa hablar de todo tipo de diversidades, de la necesidad de consumir, pero saliendo del frenesí del consumismo; revalorar la recreación de prendas, el reciclaje; salir de Buenos Aires y explorar el talento argentino. Creo que en la Argentina hay un caudal de creatividad y de producción, y un potencial que están desaprovechados.
- ¿Qué reflexiones trajo la pandemia desde el universo de la moda?
Este momento no lo analizo ni como un período de transición ni como uno de ruptura, pero sí creo que viene a mostrarme la claridad del conflicto: la moda es la tercera industria global con mayor impacto negativo sobre el medioambiente y pretende que se converse de sustentabilidad, pero no está conversando nada. Hay mucha gente responsable por este impacto ambiental, pero que no se hace cargo ni quiere ver el problema de frente porque no le conviene económicamente.
- Estás escribiendo un libro que incluye tus memorias en la moda. ¿Cómo nace este proyecto?
Francisco Garamona, de Editorial Mansalva, me viene pidiendo este libro hace años, porque dice que la gente quiere conocer la vida que tuve, el ambiente de la moda que me rodeaba, pero nunca estuve muy dispuesto a hablar de mis vivencias o de escribir en primera persona, pero este año me lo ha vuelto a pedir y accedí. Creo que la pandemia cambió mi parecer, porque estoy en un momento de mi vida en el que me es necesario intercambiar, comunicar y entrar en una conversación coral, y es lo que también busco desde Celebracionable. El distanciamiento de este año y medio implicó mucho tiempo sin verse, y para alguien a quien el futuro se le achica lleva a tomar medidas distintas. Me resulta interesante contar no solo el acceso que tuve, que muchos no conocen, sino el espíritu de las situaciones, más que los detalles. Anécdotas que pueden servir para ilustrar la calidad de ciertas relaciones sociales o caprichos que la gente podía permitirse. Las anécdotas con Paloma Picasso, Ana Piaggi o Cecil Beaton al trabajar en los shootings de la Vogue francesa de Francine Crescent; historias con Helmut Newton, Elizabeth Taylor –que me la presentó Halston– o Lauren Bacall. Lo importante alrededor de esas historias son las emociones que suscitaron.
- ¿Cuándo murió la moda tal como la conocías?
El sistema tal como lo conocíamos cambió en los años 80, porque se impuso el modelo neoliberal, y, diez años más tarde, se instaló una manera de producir cuando los grandes conglomerados de moda o holdings comenzaron a llegar. Las iniciativas pequeñas entonces comienzan a tener problemas para competir con estos gigantes, que además son manejados por ejecutivos que nada tienen que ver con la moda, pero con criterios de rendimiento propios de una industria y compañías que cotizan en bolsa. La moda empezó a formar parte de la sociedad del espectáculo y se perdieron la identidad y la autenticidad de cada marca.
ARROYUELO 2.0
Hace un mes, el escritor de 71 años inauguró unas disertaciones digitales desde la cuenta de Instagram de Celebracionable, en un primer encuentro acerca del diseñador estadounidense Halston. Previamente a la pandemia, jamás se le hubiera ocurrido hablarles a sus seguidores o amigos frente a la cámara del teléfono, pero el aislamiento social tan extenso le permitió reflexionar sobre la necesidad del intercambio social y se amigó con los formatos virtuales. “Me tomé el aislamiento muy en serio, entonces decidí adaptarme a estas nuevas maneras de comunicar por la necesidad de intercambio social. Estas nuevas vidrieras también pueden ser espacios intelectuales”, dice Javier, quien sintió el reconocimiento y calor de sus colegas, colaboradoras y alumnas del otro lado de la pequeña pantalla.