La diseñadora de Buenos Aires que triunfa en las semanas de la moda internacionales, apuesta por colecciones limitadas, con materiales naturales, ciclos orgánicos y desperdicio cero.
Por Cata Greloni Foto: Patricio Pérez
La abuela materna de Lucía llegó al país en barco desde Hungría después de la Primera Guerra Mundial con una valija que contenía 23 elementos. Entre otras cosas, Irene había empacado una almohada, un traje de vestir, un par de sandalias y unos zapatos, ropa interior, medias de seda, una botella de alcohol y un kilo de masitas finas. Años después de su fallecimiento, la diseñadora de 31 años nacida en Bernal, provincia de Buenos Aires, encontró entre los papeles de la abuela que la crio este inventario. Fue precisamente este descubrimiento el que inspiró la línea que presentó el año pasado en Mercedes Benz Fashion Week, en Berlín.
Su recorrido es corto, pero auspicioso. Desde que terminó la carrera de Diseño de Indumentaria en la Universidad de Buenos Aires, hace seis años, Chain ganó el concurso local del Semillero UBA y conquistó pasarelas como Milan Fashion Week, Finlandia, Holanda, Rusia y Japón, país donde aprendió múltiples disciplinas de estampado y teñido que hoy aplica en sus diseños. Sentada en un café de Palermo, Lucía cuenta cómo llevó el vegetarianismo a su marca y cómo piensa las colecciones desde procesos orgánicos.
- ¿Cómo surgió la colección “Veintitrés” que presentaste recientemente en Alemania?
La idea surgió para una muestra en la que me invitaron a participar en Italia, y vi el potencial que tenía para convertirlo en una colección. A partir de la declaración de Migraciones, de los objetos que se trajo mi abuela desde Hungría, diseñé una prenda que contiene recursos de varias prendas declaradas en este inventario, como corpiños, una camisa o un saco, todo construido en sedas, algodones y linos que eran de ella. A su vez, la ropa lleva estampas que se realizan sobre las prendas dobladas, imitando las marcas que le quedan cuando estas se guardan en una valija.
“De mi abuela aprendí el poder de lo artesanal, de ser capaz de solventar a la familia con algo hecho a mano”.
- ¿Cuál creés que fue el mayor legado que te dejó tu abuela?
Ella fue la mujer más fuerte que conocí en mi vida. Prácticamente nos crio a mí y a mis hermanos de chicos, porque mis padres trabajaban mucho. Irene aprendió la costura como herramienta para solventarse económicamente y me enseñó a dar mis primeras puntadas antes que a leer, por eso para mí el oficio tiene una carga simbólica muy importante. Lo mejor que me dejó es el poder de las manos, de lo artesanal, saber que una con ellas puede salir adelante y contener a toda una familia entera.
- Tu marca tiene una fuerte dirección sustentable. ¿Cómo afloró este interés?
Surgió en la adolescencia y fue a través de la música. Escuchaba mucho punk rock, como Boom Boom Kid, Morrissey, The Smiths, y hay mucha relación entre el punk, el veganismo, el estilo de vida ligado a la rebeldía y a la cultura de reivindicar los oficios, la autonomía y el “hazlo tú mismo”. Además, mi mamá es profesora de biología; y mi papá, fruticultor y hoy floricultor, siempre cosechó lo que comimos. A través de mucha investigación y lectura, cada vez fui aplicando más todos estos conceptos en mis colecciones: desde usar moldería que tenga el menor desperdicio textil posible y diseñar casi a pedido para no tener stock sin vender, hasta teñir las prendas de manera orgánica con desechos naturales como cáscaras de cebolla, remolachas o flores naturales.
- ¿Cuáles creés que fueron los momentos claves de tu carrera?
El Semillero UBA no solo me dio el impulso económico y la visibilidad necesaria para crecer, sino que además mucha confianza y certeza de que estaba haciendo las cosas bien. Cuando quedé seleccionada en el Premio Fashion Clash, en Holanda, fue muy importante porque fue la primera experiencia internacional y me abrió la cabeza. Después vinieron la beca para estudiar Negocios de Moda en el Instituto Marangoni, en París, y la participación en la pasarela de Los Nuevos Talentos Verdes en Milán, donde conocí a las editoras Sara Maino y Anna Wintour. Esos pasos fueron claves para que mi marca creciera y se diera a conocer en el mundo.
- Además, tu marca tiene un gran atractivo en el mercado japonés.
Sí, y estoy superagradecida con una ronda de negocios que armó el gobierno acá, hace dos años, donde vinieron compradores de distintos países, y los japoneses de un holding gigante llamado H.P.France quedaron encantados con Chain. Hoy son mis representantes y un gran apoyo en el mundo. El año pasado tuve la oportunidad de viajar para presentar mis diseños en una feria llamada Rooms y después me quedé un mes para entender cómo es la gente de allá, cómo se viste, cómo camina; y tomé cursos de teñido, de estampado, de ikebana. Necesitaba absorber su cultura y su modo de pensar.
- ¿Seguís creyendo en la producción de colecciones por temporada?
El mercado internacional y sus pasarelas me obligan a pensar y producir colecciones por temporada, aun cuando mi objetivo no sea hacer superproducciones, ya que mi forma de trabajar es a pedido y no tengo un stock de prendas, que va perdiendo valor. Sin embargo, proyectar diseños por temporadas me ordena un montón, me renueva frente al público y me permite sacar conjuntos a cuentagotas para tener todo el tiempo novedades. Además, cuando se me ocurre una idea original, necesito concretarla y no puedo esperar hasta el año siguiente, porque si no, se me va la emoción.
DE BERNAL AL MUNDO
Lucía Chain trabaja a pedido o en cápsulas muy limitadas “para evitar la sobreproducción y los remanentes de stock”. Además, sus hilados y tejidos de algodón surgen del trabajo en conjunto con la Cooperativa Inimbó, en el Chaco. En el país vende en las tiendas físicas Panorama e Ina Ini (Patio del Liceo), ambas en Palermo, ciudad de Buenos Aires; en Rosario, en La Virino, dentro de la galería Pasaje Pan; y en páginas digitales locales e internacionales como Greenbox (green-box.com.ar), Colección Zero y Yoox.com. En Japón, el holding H.P.France la representa y vende sus prendas sustentables, muchas de ellas fabricadas en las telas que heredó de su abuela, que conservan pequeñas manchas del paso del tiempo que enamoraron a su público oriental por su originalidad y poesía.