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Juliana García Bello: Embajadora de la moda circular

La diseñadora y docente de Tierra del Fuego radicada en Holanda, es la ganadora de Redress Design Award 2020, el concurso de diseño sustentable de Hong Kong.

Fotos Karl Lam

En septiembre de 2017, la fueguina Juliana García Bello vivía en La Plata a unas cuadras de la casa de su abuela materna, Dora, cuando le propuso armar una colección de prendas sustentables juntas a modo de hobby. En ese momento –después de haber desarmado la dupla creativa y sustentable Chain-García Bello junto a la creativa Lucía Chain–, la diseñadora y docente formada en la Universidad de Buenos Aires no tenía una marca propia. 

Una o dos veces por semana, Juliana iba a la casa de Dora para coser por la tarde mientras mantenían las largas charlas que extrañaba desde su niñez, cuando la fueguina vivía con sus padres en Río Grande. A La Plata solo iban de visita para ver a su abuela modista, que cose desde los 13 años y trabajó en la mítica empresa textil argentina Alpargatas. “Trabajamos juntas en una colección de prendas con materia prima donada por sus vecinos, y registré todo el proceso creativo a modo de performance; además ella tiene sus tiempos y disciplina: plancha, hilván, costura y plancha de nuevo”, dice García Bello acerca de la propuesta que comenzó como una forma de aprendizaje y complicidad familiar, y terminó definiendo su identidad creativa y profesional. 

De cada encuentro sacaban de un bolsón de ropa usada un mantel, un saco o un pantalón para desarmar y resignificar. Una vez que tuvieron una decena de prendas, Juliana le comentó a su abuela el potencial del resultado y que pensaba presentarlo en Autores de Moda, la iniciativa porteña que busca fortalecer el desarrollo de jóvenes diseñadores, para luego presentarlo en BAFWeek. “En marzo de 2018 quedamos seleccionadas con ‘Dora Duba’, la colección que se llama como ella y que fue la fundación de la marca García Bello y un modo de producir”, reflexiona la docente que hace un año eligió mudarse con su marido a Arnhem, la ciudad holandesa que bordea el río Rin, a 100 kilómetros de Ámsterdam.

  • ¿Por qué decidiste mudarte a Holanda? 

Necesitaba explorar y expandir nuevas posibilidades en el diseño. A los 17 años me fui de Tierra del Fuego a Buenos Aires para estudiar la carrera, hacer un posgrado de indumentaria deportiva y ser docente en tres universidades distintas. Después de 15 años entre Capital Federal y La Plata sentí que el circuito de la moda argentina ya lo tenía bastante recorrido. Quería moverme, buscar nuevos desafíos, y en Arnhem hay una universidad que se llama Artez donde el año que viene voy a empezar una maestría de práctica profesional en el ámbito de la sustentabilidad con sistemas de producción amigables. Desde acá trabajamos con mi marido en García Bello y vendemos nuestra marca en ferias barriales en distintas ciudades con un consumo circular: llegamos a una mayor cantidad de consumidores que difunden la marca de boca en boca, sin pérdidas, sin generar basura ni stock, y con una forma de diseñar que implica un costo de producción muy bajo. 

  • ¿Cómo definirías a tus diseños? 

Son atemporales, creados a partir del upcycling o moda circular, y siguen creciendo con el tiempo. Después de “Dora Duba”, empecé a trabajar sobre una colección llamada “Campo”, con donaciones de amigos de la Patagonia, de ropa outdoor como camperas, carpas viejas y mochilas de montaña, con materiales resistentes. Mis clientes compran las prendas que les gustan según los diseños y materiales, sin importar el año en las que fueron pensadas, y se venden on-line o a pedido. A principios de este año lanzamos “Esencia”, con algodones orgánicos, y hace poco “Herencia”, una propuesta pensada especialmente para el concurso de Hong Kong, Redress Design Awards 2020, donde implementamos el mismo sistema de donaciones de ropa que habíamos hecho en La Plata, pero en Holanda. 

“La colección que hice con mi abuela lleva su nombre y fundó las bases de lo que es mi marca hoy”.

  • ¿De qué manera se le otorga una vida nueva a esta ropa?

Mi abuela en La Plata siempre recibió donaciones de sus vecinos por ser modista, así que copié este modelo, y apenas llegué a Holanda puse carteles en el barrio para recibir ropa. Ahora el boca en boca ya se hizo tan grande que es un proceso continuo. La ropa de los vecinos viene limpia, y casi siempre hasta planchada y perfumada. Según las colecciones y los materiales en los que confeccionamos las prendas, seleccionamos y dividimos estas donaciones en contenedores para usarse en los próximos días. Todo el proceso de corte, moldería y confección lo hago yo, y trato de estandarizar y generar estas prendas con el menor desperdicio posible. 

  • ¿De dónde surge este amor por la reutilización creativa?

Hace un tiempo empecé a ver fotos mías de chica y me enteré por mi mamá que la abuela siempre me confeccionó ropa a partir de prendas que le donaban los vecinos o retazos que quedaban de su trabajo. En mi adolescencia empecé a desarmar prendas para entender cómo estaban hechas y también adoraba las prendas de lana apelmazadas. Las metía en agua hirviendo porque me encantaban esas texturas distintas y después llevé todo ese bagaje a la universidad. Es una forma de vida: los objetos de mi casa actual en Holanda también fueron donados a partir de aplicaciones digitales donde la gente comparte lo que no necesita más. Además, haber nacido en Río Grande, a cinco cuadras de la playa y del río, hace que tenga un contacto con la naturaleza muy primario. La sustentabilidad me es orgánica. 

LA COLECCIÓN GANADORA 

En septiembre Juliana fue premiada en el concurso más prestigioso, Redress Design Award 2020, por el que obtuvo la oportunidad de diseñar una cápsula de diez prendas que se venderán en The R Collective, una marca de upcycling de Hong Kong. “La colección ‘Herencia’ es importante porque desarrollé un sistema escalable de producción que usa dos jeans, nueve camisas y cinco manteles, y tiene cero desperdicio”, comenta García Bello, quien, a través de recortes, nuevas disposiciones en el cuerpo y ajustes, genera diez artículos nuevos –una falda, dos pantalones, una remera, un vestido y un saco– surgidos a partir de las donaciones, y concluye: “Alargarle la vida útil a la ropa a través del pensamiento proyectual es muy importante, y más con la crisis ambiental y económica que estamos viviendo”. 

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