Ver a los bomberos luchar contra el fuego en las sierras es como ver a un San Martín moderno cruzando la Cordillera. Aquí la historia de uno de ellos.
Foto Marcelo Cáceres
Hijo mayor de un obrero industrial y una profesora de secundario, con una hermana y un hermano, Mauricio se encontró, casi de un día para otro, viviendo en Bialet Massé: “Vivíamos en Córdoba, pero vinimos para acá porque mis viejos habían comprado un terreno. A mí me gustaba la ciudad, no quería saber nada con las sierras. Así que empecé a ir al cuartel para buscar qué hacer, para conocer amigos. Se abrió la inscripción para cadetes y me anoté. Continué tres años, entré como aspirante y me convertí en bombero. Acá sigo”.
Cuenta que su actividad de bombero ha pasado por varias etapas en su familia: “Primero me apoyaban, pero cuando empecé a faltar a cumpleaños o actividades familiares por las emergencias que ocurrían o por el hecho de tener que salir para el cuartel en medio de una fiesta, no les gustó tanto. Un día les dije: ‘A mí me gusta ser bombero, se van a tener que acostumbrar’. Y se acostumbraron”.
Un detalle: los Destéfani se volvieron a vivir a Córdoba Capital y Mauricio se quedó en Bialet Massé. “Ahora me gustan más las sierras que la ciudad”, cuenta entre risas. Su casa está a tres o cuatro kilómetros del cuartel, en un pueblo que se estira en uno de los márgenes del río Cosquín y en otro de sus lados mira al lago San Roque.
“Lo que me hizo cambiar de idea fue el estar más tiempo en el cuartel, lo que hacemos. Acá me siento útil. Uno es bombero porque le gusta ayudar, pero a mí me sucedió también que cada vez me iba gustando más. Fue el día a día lo que me hizo bombero. El estar con la gente de acá, con mis amigos, lo que aprendía, las prácticas… Todo eso me gustaba. Y cuando empecé a salir a las emergencias (la primera fue el incendio de un basural en el Día del Niño de 2018) ahí me terminó de gustar la actividad”, relata.
Su rutina gira alrededor del cuartel: “Me levanto temprano, voy todos los días seis o siete horas, estoy en la patrulla, y cuando hay emergencias, me quedo hasta que se resuelven, el tiempo que sea necesario. Después estudio para ser abogado y salgo con mis amigos, jugamos al fútbol, esas cosas”.
Una vez que egresó del secundario, ingresó en la carrera de Abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y hoy cursa el tercer año. “Desde el primario que decía que quería ser abogado, no sé cómo empezó en realidad. No me fijé en otra cosa, terminé el colegio secundario, fui y me anoté”. Cuenta que le gustaría ser penalista, porque le “gusta la adrenalina, ambas profesiones tienen eso en común, que estás ante situaciones límite”.
Para Mauricio, las claves para ser bombero son el sacrificio, la abnegación y el desinterés: “Es tal cual dice nuestro lema. Yo siempre le sumo el compañerismo, porque cuando estás en los lugares más complicados o en una emergencia, lo fundamental es tener un compañero que sea capaz, saber que lo tenés al lado y que te vas a entender con la mirada. Después, en lo personal, cuando hay un incendio, me informo bien sobre cómo es el terreno, las condiciones, y a la hora de entrar al fuego, llegamos y no lo pienso mucho, si estás bien, no hay problema. Si los dos compañeros estamos bien y hacemos las cosas como corresponde, pienso que son unos minutos se termina”.