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Laurita Fernández:
“No me adelanto, pero me permito soñar”

Con pasos firmes y seguros, la actriz y bailarina conquista nuevos territorios. Después de muchos años en la tele, hoy se dedica de lleno al teatro. Trabajadora y autoexigente, asegura: “Soy la primera en castigarme cuando algo no me sale”.

Por Juan Martínez
Fotos Nico y Pato Pérez

Sas butacas vacías, el telón bajo, la escenografía oculta. El teatro Lola Membrives se despereza de a poco antes de comenzar una nueva semana de funciones. Un par de horas antes de salir a escena, Laurita Fernández aparece con una sonrisa que no perderá durante la sesión de fotos ni durante la charla posterior, aunque ya sea la hora de la merienda y ella ni siquiera haya almorzado. Un café con leche y un par de mates es todo lo que comerá hasta la noche: “Ya falta poco para la función, no voy a comer justo ahora”, exterioriza unos nervios que, de otro modo, habrían pasado desapercibidos.
Es el segundo año consecutivo que la tiene como figura estelar sobre estas tablas (en 2018, con Sugar; y ahora, con Departamento de soltero), donde comenzó su recorrido por el mundo del espectáculo hace más de diez años, en un rol muy diferente. “Mi primer laburo fue acá: fui utilera a los 16. Empecé a aprender cómo era el trabajo en el teatro. En ese momento estaba El fantasma de Canterville, un musical de Cibrián-Mahler. Este teatro es mágico para mí, tengo los mejores recuerdos. Este camarín lo tenía el protagonista de ese momento y era EL camarín. Yo estaba en el tercer piso, en un camarín mini que compartía con tres compañeras más. Hoy estar sentada acá es muy loco. Igual, lo vivo con la misma alegría, la misma adrenalina y los mismos nervios que el primer día. No es que con el paso de los años y con más protagonismo siento mayor presión: recuerdo haber tenido el mismo cosquilleo en la panza cuando tenía que mover un carro”, dice.

  • ¿Siempre quisiste llegar a este camarín?

Mi meta era seguir creciendo, no sé si quería este camarín. Yo deseaba que la vida me sorprendiera, vivir de lo que me gusta hacer, más allá del rol. No importaba cuán famosa sea, lo mío no pasaba por querer ser conocida o la protagonista. Quería hacer lo que me gusta, y estaba feliz en los roles que me fueron tocando interpretar y con toda la escalera que fui subiendo.

Hija de un administrador de empresas y una empleada bancaria, Laura fue la primera de la familia en tener el arte como un modo de vida. “Siento que el arte vino conmigo, no lo tomé de nadie. Desde que tengo recuerdos, a los tres o cuatro años, me paraba frente al espejo en el living y me ponía a bailar, a cantar y a hacer la mímica de los casetes que teníamos en ese momento”, cuenta.

“Me dediqué mucho y busqué las oportunidades, pero también tuve suerte”.

Esa pulsión que había dentro de ella motorizó a la familia alrededor de un sueño, y entonces se encadenaron clases de canto, baile y actuación, sumadas a las salidas al teatro para sumergirse en un ambiente del que pretendía apropiarse. Eso sí, siempre con un plan B a mano: “Me la jugué y decidí probarme en el arte; pero si no me salía nada, me ponía a estudiar Arquitectura. Me dije ‘Pruebo dos años’. No pensaba vivir con esa inestabilidad toda mi vida, no quería encontrarme con 30 o 35 años sin tener una carrera ni nada sólido en qué sostenerme. Enseguida empezaron a pasar cosas, fui bastante afortunada. Me dediqué mucho y busqué las oportunidades, pero también tuve suerte”.

El crecimiento fue constante y paulatino en casi todos los ámbitos donde se desarrolló: en el teatro fue utilera y hoy protagonista; en Bailando por un sueño, donde forjó su popularidad, comenzó como partenaire de Matías Alé, luego fue una de las figuras, salió campeona de una edición y finalizó su recorrido como integrante del jurado; en Combate ingresó como coach, luego fue capitana de uno de los equipos y terminó conduciendo el programa. “Todo fue de manera escalonada y teniendo paciencia. Obviamente, no te voy a negar que cuando entro en un lugar quiero ser la protagonista, pero creo que todo se da a su debido momento. Esto me llegó cuando estaba preparada para afrontar la responsabilidad. Creo que si hubiese sido antes, no habría tenido las herramientas, la madurez ni la experiencia para poder bancármela”, explica.

  • Hablando de bancártela, ¿cómo te llevaste con la gran exposición que tuviste estos últimos años por la tele?

Es todo un aprendizaje. No esperaba que sucediera todo lo que sucedió desde el primer día que entré a Showmatch, pero en el balance me quedo con las cosas positivas que me dejó: me dio a conocer, me brindó una pantalla muy grande para mostrar lo que sé hacer y lo que me gusta. Obviamente, hubo momentos en los que no la pasé bien, no me llevé bien con algunas formas o no coincidí con otras, pero me quedo con un gran recuerdo y estoy muy agradecida. Confiaron en mí, año tras año y siguieron dándome laburo, y cada vez más y más lugar. Siempre le voy a agradecer muchísimo.

  • Hay un juego de enfrentamientos permanente, ¿estaba bueno jugarlo?

Para mí no era un juego. Había muchos que se lo tomaban así, se apagaba la cámara y se iban relajados a sus casas. Era envidiable, porque no les afectaba nada. Para mí, si te dicen las cosas, es en serio. Eso es algo que nunca pude aprender a separar, pero entendía que era parte y trataba de surfearlo como podía. A veces, con aciertos; otras, con errores. Pero nunca con mala intención. Debés tener algo de carácter para poder bancártela ahí.

  • Ahora que estás afuera de la tele, ¿sentís que son más amables el contexto y el ambiente?

A mí me encanta hacer televisión, no me disgusta para nada el revuelo que tiene. Me gusta mucho conducir, la adrenalina de un programa en vivo. Obviamente, en el teatro hay una parte mucho más relajada, y me encanta que la gente esté ahí nomás. Sentís cómo está recibiendo lo que vas haciendo. Este año es mucho más tranquilo que el año pasado. Pude permitírmelo y dedicarme solo a esto, que representa un desafío, algo recontranuevo para mí. Toda mi vida hice musicales, y por lo general ahí la parte actoral no se profundiza tanto. Acá sí.

  • ¿Estás disfrutando de contar con más tiempo que en otros años?

Sí, porque ya no tengo tres o cuatro trabajos, y puedo dedicar un poco de tiempo a estar con mi familia, con mis afectos, con mis amigos. La verdad es que amo y disfruto trabajar, y ahora me mantengo con clases y entrenamiento: piano, canto… Me gustó hacer un parate, no quería abarcar mucho y apretar poco, pero también me pasa que tengo un cohete atrás: me gusta hacer mil cosas a la vez y, si tengo tiempo libre, me sumo más actividades.

  • ¿Cómo te sentís en la actuación?

Bien, porque estoy acompañada de profesionales de primera, como Nico [N. de la R.: Nicolás Cabré, compañero de elenco y su pareja], Martín Seefeld y Daniel Veronese [director de la obra]. Rodearte de personas que saben mucho sí o sí te hace aprender y crecer. Está buenísimo absorber todo ese conocimiento. Con los años, también fui teniendo confianza en mí misma y soy muy autoexigente. Soy la primera en castigarme cuando algo no me sale. Trabajo, trabajo y trabajo hasta pensar “Ah, bueno, es por acá”. Ahí me voy sintiendo cómoda. No podría encarar algo si considerara que no me está saliendo y no lo puedo hacer. En este caso, me comprometí con algo que sabía que era redistinto, un desafío, y trabajé mucho. Fue un laburo en equipo, de todos, y estamos recontentos. Me siento cómoda, en un aprendizaje diario. Siempre hay cosas nuevas y diferentes que van pasando, y eso está buenísimo. Me gustó este cambio que me propusieron y al que me animé. Que confíen en mí para hacerlo es un gran halago.

“Rodearte de personas que saben mucho, sí o sí, te hace aprender y crecer”.

  • ¿Con qué te desconectás del trabajo?

Con el tenis, que no tiene nada que ver con mi laburo y es una gran descarga. Tomar clases de baile o de acrobacia, o de lo que sea, no deja de ser algo ligado a mi trabajo. A tenis voy, y si soy buena, mala o más o menos, da lo mismo. Me gusta entrenar y que me salga, pero no tengo ningún tipo de presión. Entonces, me permito equivocarme. También salgo a andar en bici. Nico corre maratones, y yo lo acompaño de esa forma, algo que me gustó mucho: es un momento en el que el protagonista es el otro, y está buenísimo eso. Yo era muy independiente, y lo sigo siendo, pero al estar tanto tiempo juntos, está bueno a veces pasar a un segundo plano y acompañar. Son cosas que fui descubriendo con esta relación y con el tiempo. Hay momentos en los que él me acompaña a mí también, y otros de soledad. Un equilibrio.

  • ¿Sos de proyectar cosas? ¿O preferís no adelantarte demasiado?

No me adelanto, pero me permito soñar. Soñar juntos también está buenísimo, habla de que hay mucho amor, pero sin ponernos fechas de nada. En el trabajo, siempre tengo cosas en la cabeza: me encantaría conducir en televisión, por ejemplo. Constantemente estoy soñando, pero me gusta dejarme sorprender.

IMAGEN

Con casi cuatro millones de seguidores en Instagram y cerca de otros dos millones en Twitter, las redes de Laurita son una máquina de generar likes y retuits. Su imagen es potencia pura, y posee un magnetismo innegable. “No me gusta verme. De hecho, por más que me haga la linda, odio sacarme fotos. Me miro, sí, pero para corregirme. Ni por gusto ni porque me cope mirarme. Me da vergüenza. Hacer fotos y videos me cuesta un montón, pero es parte de la promoción, del trabajo”, aclara.


Agradecemos a Allo Martínez, Ricky Sarkany, Luna Garzón, Justa Osadía y al personal del teatro Lola Membrives por su participación en esta nota.

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