Lalo Mir se ríe de sí mismo y lo hace sin concesiones. Entrevista al dueño de la voz inconfundible, al creador de historias, de programas y de medios que estuvieron siempre varios pasos más adelante.
Fotos: Nico Pérez
El humor es parte de mi vida, todo me lo tomo a la chacota; porque en realidad, soy muy escéptico. El ser humano es una mierda, y el que no quiera verlo, es un necio”, dispara Lalo Mir sobre la mesa de la sala de reuniones de Radio con Vos (89.9), la FM del barrio de Palermo que reúne a buena parte de los periodistas más prestigiosos del país. Lo dice desacartonado y convincente, con una sonrisa, pero directo al mentón.
Desde comienzos de este año es la voz institucional de la emisora, donde cumple un rol multifuncional. Lo que, en términos “lalísticos”, significa romper con los esquemas, entrar y salir de los programas sin demasiados avisos, proponer, escribir, grabar, crear e intervenir en los contenidos, en el arte y en la sonoridad de toda la radio. En medio de la realidad, un soplo de aire fresco que puede parecer improvisado, pero no lo es.
Nació en San Pedro, a orillas del Paraná, hace 67 años. Tiene tres hijas, novia arquitecta y una historia familiar marcada por la presencia mayoritaria de las mujeres. A los 15, tuvo su primera experiencia en la radio del pueblo, a la que más tarde volvió –no recuerda bien por qué– y de la que jamás se fue. Más de 40 años de trayectoria, siempre con algo para decir.
- ¿Qué te hace reír hoy de los argentinos?
Todo. Porque en realidad es una tragicomedia. Nos reímos, a veces, para no llorar. A mí me da patética risa esta cosa obcecada que tenemos de no entender. Por ejemplo, en la escuela hay ratas y no hay tizas y hay monopatines… Está a la vista que hacemos todo mal. Hablamos del dólar y el problema no es el dólar, es el peso. Somos necios. Decimos una cosa y hacemos otra, y después todos despotricamos de lo mismo que hacemos; somos una contradicción caminante. Toda sociedad tiene sus contradicciones, pero nosotros somos un caso patético.
- ¿Y qué cosas te causan gracia de vos?
Lo mismo que me hace reír de los demás, tal vez. No sé, si me enojo, después me río. Digo de todo, me arrepiento y pido disculpas, pero después me río, porque, en realidad, hay que reírse de uno mismo. Cuando uno se vuelve una caricatura de uno mismo, hay que aflojar, pedir disculpas y reírse, que hace bien.
- ¿Cómo te definirías? ¿Sos muy temperamental?
Soy muy ciclotímico, soy muy Géminis. Soy cero horoscopero, cero astrológico, pero soy yin y yang, soy dos: callado, introspectivo y cerrado, y también exultante y alegre. Las dos cosas. El lunes este que pasó yo no existí, el martes arranqué y ahora estoy en una ola positiva. Y un día me levanto y digo “No tengo ganas de hacer nada”.
INOXIDABLE
Revolucionó los medios en donde estuvo, sumó los cambios tecnológicos a sus propios cambios, durante todos estos años se mantuvo arriba de la ola. A esta altura, podría decirse que Lalo Mir es inoxidable.
- Estás reinventándote todo el tiempo…
Es una carrera contra el tiempo, contra el reloj, contra todo, contra los cambios. Calculo que una porción de la humanidad tiene esta característica, esta facilidad. Pero creo que el punto de partida de todo esto es que me aburro de mí mismo. Entonces, si bien he tenido un par de ciclos largos (Animal de radio, en Rock & Pop, durante nueve años; y Lalo por hecho, en La 100, durante diez años), el resto de mis proyectos fueron cortos. Y en el 86, en el 92 y hace dos años me tomé años sabáticos. Nunca es lo mismo. Es el hastío, un poco, como que se apaga la llama. Estoy en un proyecto y voy con ganas, con todos mis radares encendidos, pero llega un momento en que se empieza a apagar, y ahí empiezo a pensar en cambiar de rumbo. Parar un rato y cambiar.
- ¿El rol “multifunción” fue idea tuya?
Fue una idea grupal, tiene que ver Laura, mi novia, porque con ella hablo mucho estas cosas. Tiene que ver con mis hijas y con Guillermo [García], que es el director artístico de la radio. Tiene que ver con María O’Donnell y con Ernesto Tenembaum, con quienes sopesé esta idea antes de venir y plantearlo. Si bien es una idea que parte de mí, se trabajó entre muchas personas. Y una vez que se dijo sí, agarré mis cuadernos y ahí estaba todo anotado. Hay cosas que estoy haciendo ahora que ya estaban hechas o pensadas de mucho antes. Otras aparecieron en reuniones creativas acá, y otras, en el devenir del hacer. La radio empezó a nutrirse con toda una sonoridad diferente.
“El humor es parte de mi vida, todo lo tomo a la chacota”.
- ¿Una sonoridad más de la calle?
Más de la gente hablando, en una situación doméstica, con ruido de tazas, de gente que sale y que entra, como la vida. Entonces, eso que antes sonaba duro, ahora está roto por algo que lo rodea, que lo hace mucho más humano y amigable. Y mil cosas más. Vengo a la radio y ando por los programas, no tengo horarios. Soy el “interventor” [risas], no por el interventor militar, sino por esto de la intervención artística. Es muy cómodo, divertido y muy mutante. Quizás tarde en aburrirme…
COMPROMISOS DE AMOR
Lalo pide disculpas y atiende una llamada. Camina por la sala mientras habla. Cuando corta, comenta con una sonrisa: “Estos son compromisos de amor, de hija. Yo me crie en un mundo femenino”.
- ¿El feminismo se aprende?
Sí, claro, todo se aprende. El feminismo es el resultado de la necedad del ser humano. La mujer como propiedad del hombre. El jefe es el hombre y todo gira alrededor del pater. Empezó el cambio.
- ¿Y cómo te encuentra a vos este cambio?
Ah, yo soy relesbiano [risas]. Eso se lo robé a Charly García. Vivo entre mujeres. Obviamente estoy atravesado por el machismo, y mis amigas, mis hijas o Laura me dicen “machirulo” cuando tengo actitud machirula. Pero estoy lejos del modelo macho.
- Los medios han sido históricamente ámbitos machistas. La radio tiene más mujeres…
La radio ahora tiene más mujeres, pero cuando yo empecé eran casi todos varones y en cada turno una locutora mujer, pero casi siempre el productor era varón, lo mismo con los coordinadores y los operadores. Las mujeres empezaron a operar como en los 90. Y en una dupla de locutores de turno, cuando había un hombre y una mujer, mandaba el tipo. El informativo era de varones, el móvil también. Las mujeres estaban relegadas a las locuciones femeninas y la administración.
- ¿Qué tiene que cambiar?
En principio, adaptarse al cupo. La radio tiene que preocuparse por tener una balanza equilibrada entre el mundo masculino y el femenino. Por lo menos, hasta que los dos mundos se interfieran de tal modo que no tenga más sentido. Pero para eso falta mucho, o tal vez no tanto, porque los tiempos se aceleran.
EL GRAN RÍO
Lalo ama el río y lo conoce. “Soy re-río. Vivo el río, voy a la isla, ando en el agua, conozco la zona, sé por dónde meterme”, dice acompañando con sus manos las palabras que ahora fluyen como un remanso.
Frente a San Pedro están las islas Lechiguanas. Entonces habla sobre la inmensidad verde, más frondosa en el verano, más achaparrada en el invierno, de los ranchos de los pescadores, levantados sobre palafitos… Mientras cuenta, recuerda unos versos de la poeta uruguaya Idea Vilariño: “Si te murieras tú / y se murieran ellos / y me muriera yo / y el perro / qué limpieza”.
“Amo el río, vivo el río, voy a la isla, ando en el agua, conozco la zona, sé por dónde meterme…”.
“Qué limpieza”, repite. “No hay nadie, muchas veces voy solo, con un libro, una cerveza. Otras veces, vamos a un arenal a ver la puesta del sol y nos volvemos. Solo hay que tener una lanchita con poco calado o una canoa, porque los barcos no entran ahí. Y la belleza más grande es que no hay nadie. No hay ser humano más que uno, que ya es bastante”, dice riéndose.
- ¿Cuánto lugar ocupa la belleza o la búsqueda de la belleza en lo que hacés? ¿Dónde la encontrás?
En todo. Hay belleza en todo, “hasta en los dientes de un perro muerto”, decía Jesús. Pero no es un tema la belleza. Cierto orden, tal vez.
- ¿Cómo es eso?
No sé. Es como que tengo un orden mental y trato de que las cosas estén medio acomodadas. Si no, la vida se vuelve un problema. En lo visual, estimo que también. Pero no sé si es una búsqueda de belleza… Mirá, nunca lo había sentido así, como cierto orden. Las cosas tienen que estar en su lugar. Lo mismo en un cuadro, lo mismo en un programa de radio.
- ¿Puede ser caótico, pero con un orden?
Sí, exacto. Mis cuadros son recaóticos, pero hay un orden. Es una construcción, es como editar audio: vos lo escuchás y parece un zafarrancho de sonido, sin embargo, lo ves gráficamente y está perfecto. No perfecto, no. Tiene que ver más con los sentimientos, con que sentís que es así y es así, pero no buscando el sentido o el orden clásico de la belleza, eso no me interesa. Las cosas que para mucha gente son feas, a mí me parecen genialmente lindas.
- ¿Por ejemplo?
Un cartonero o una cartonera. Su imagen, si la aislás, ese afán de pisar los cartones, ese carro que se hicieron y van tirando…, es una película. La gente a veces dice “¡Uh!, los cartoneros…”. Las sociedades, sobre todo las más urbanas y cosmopolitas –porque un tipo de Misiones no piensa ni actúa como nosotros–, tienen una visión negativa, no ven lo positivo que se está rescatando con esa actividad. A esa belleza me refiero. Hay belleza también en un basural, hay un orden. Cuando yo encuentro un orden, lo puedo ver bello.
Lalo se pone la campera y se calza el casco. Llegó hasta la radio en bicicleta y se prepara para volver a puro pulmón hasta su casa en Núñez. Antes de irse, explica que sus obras visuales están hechas de material de descarte, no de basura: “Televisores que no andan, computadoras… Las despanzurro y les saco las placas, con eso las armo”.
- ¿Dónde tenés toda esa obra?, ¿pensás mostrarla?
Está por ahí. Las estoy arreglando, porque se rompen o se manchan. Estoy recuperando unas 15 o 20 piezas para ser mostradas. Después veo… Acá en Buenos Aires…
Se despide. El pasillo de la radio lo devora. En el aire suena Marcelo Zlotogwiazda. Es la hora de El horno está para bollos.