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Luis Brandoni: “En esta profesión, no hay que creérsela”

Acaba de estrenar una película, de filmar otra y de conducir un ciclo televisivo mientras se dispone a encarar otros dos proyectos cinematográficos.

Acaba de estrenar una película, de filmar otra y de conducir un ciclo televisivo mientras se dispone a encarar otros dos proyectos cinematográficos. A los 78 años y con cincuenta y seis de carrera, Luis Brandoni disfruta de su momento artístico sin “creérsela”.

Por: Marité Iturriza

Fotos: Patricio Pérez

 

Renzo asoma la cabeza por la ventanilla, disfruta del aire fresco que le toca la cara mientras su amigo maneja y lo mira de reojo. La vida parece circular en todos los sentidos por todos los carriles. Vistos desde arriba, los autos ya no son autos, son colores que fluyen por las arterias de la autopista. La toma aérea es una metáfora de la urbanidad y una de las imágenes de Mi obra maestra que permanecerán en nuestra memoria. Son apenas unos segundos en los que todo está suspendido y, a la vez, en movimiento, y que marcarán un cambio decisivo en la vida de los personajes de la comedia dramática protagonizada por Luis Brandoni (Renzo) y Guillermo Francella (Arturo), y dirigida por Gastón Duprat.

Ahora, sentado a la mesa de la confitería del hotel FourSeasons de Buenos Aires, Brandoni repasa las similitudes y diferencias que posee con Renzo, el atormentado artista plástico que encarna en el filme: “El personaje tiene algunas características muy distintas a mí. Yo he tratado, dentro de lo posible, de ser bastante ordenado en mi vida, he armado una familia formal, estudié, tuve grandes maestros y abracé una profesión muy incierta, tan incierta quizás como la del pintor… En eso tenemos un cierto parecido, en la inestabilidad de las satisfacciones que nos puede dar el oficio. Reconozco algún parecido, en especial, con el Renzo de los días de la película. Ya en su madurez, él se resiste a acceder a las modas de las artes plásticas que están en boga, sobre todo, porque en sus años mozos fue muy exitoso. Y en eso también tendría que decir que yo me resisto a modificar las herramientas con las que uno tiene que hacer un personaje; en ese sentido, nos parecemos”.

La película cuenta la historia de una amistad. ¿Qué cosas se pueden negociar y qué cosas no, en una amistad?

En una amistad lo que es incompatible es un sentimiento complicado, que es la envidia. Eso es innegociable. No hay manera de sostener una amistad con alguien que tenga un sentimiento como ese. Porque el hecho mismo de ofrecer afecto, amparo y cuidado es un gesto de cierta generosidad, y uno aspira a ser retribuido. Las maneras de pensar la vida, de cómo encarar la relación con los hijos, el pensamiento político no tendrían por qué empañar la relación de afecto.

“Me trajo problemas decir las cosas y hacer las cosas que hice, de lo cual no me arrepiento ni un poquitito”.

¿Es importante en tu vida?, ¿cultivás la amistad?

Sí, he cultivado mucho la amistad y tengo grandes amigos. Mi propia actividad gremial, por ejemplo, es producto de eso; fueron años muy difíciles en los que ejercíamos una tarea solidaria, y lo hice con gusto, con dificultades y con orgullo.

¿Ser tan directo te trajo más problemas que beneficios, o al revés?

Me costó muchísimo, pero con el tiempo he aprendido a decir las cosas de la mejor manera posible. Me trajo problemas decir las cosas y hacer las cosas que hice, de lo cual no me arrepiento ni un poquitito.

Para aprender actuación hay que saber mirar a los grandes maestros…

Sí, robarles a los maestros y observar la conducta de la gente.

¿Qué cosas les “robaste” y a quiénes?

A Osvaldo Miranda le robé alguna que otra pausa, un poquito del timing que él tenía para decir esa cosa sencilla que por el tiempo y el momento en que lo decía, causaba gracia y transformaba eso en una comedia y no en un chiste. Y aprendí también de Ernesto Bianco y de mi maestra, María Rosa Gallo. Además, tratamos de ver cine todo lo que pudimos. De jóvenes, tuvimos la dicha infinita de ver cine de todo el mundo. Hoy los jóvenes no tienen las mismas posibilidades, hay países cuyas películas pasan casi inadvertidas.

Pero lo que hay que investigar, también como actores, es la conducta de la gente común, para ver cuáles son los matices que se les pueden encontrar a los personajes. Porque el chiste de ser actor es tratar de parecerse a los personajes, no a uno mismo; si no, es aburridísimo. No es suficiente con parecer “natural”.

¿Cómo te llevás con el éxito?

Siempre dije, desde la primera vez que me pasó, que el éxito era una de las cosas que me podían ocurrir, así como el fracaso. Como decía Miranda, en esta profesión no hay que creérsela, hay que disfrutar de lo que uno tiene, tratar de hacerlo lo mejor posible. Pero no pensar que ese momento dichoso de la profesión nos va a durar mucho.

¿En qué momento de tu carrera te encuentra esta película?

Un momento muy atractivo, porque he vuelto a filmar después de muchos años; porque además de esta, voy a hacer otra película con Gastón (Duprat) y otra con Mariano (Cohn), gente muy joven, seria, trabajadora. He filmado por primera vez con Campanella (Regreso triunfal), de modo que estoy en un momento espléndido. Además, me he dado el gusto de conducir en la televisión abierta un programa de tango (La hora del tango, TV Pública).

¿Es cierto que cantás en reuniones familiares? ¿Cómo te sentiste conduciendo el programa?

No, no canto, yo digo los tangos, que es otra cosa. Yo sé quién canta bien y quiénes no cantamos ni parecido… Tengo el pudor y el cuidado de no ponerme a cantar en público, porque hubo gente que lo ha hecho muy bien, a la que sigo escuchando y envidiando. Y respecto de mi rol como conductor, te puedo decir que ayer hablé con Héctor Larrea y le pedí disculpas… (risas).

¿Qué le sumaste al ciclo?

Lo único que creo haber podido darle es mi afecto, mi entusiasmo y mi respeto por esta música extraordinaria. Hace mucho que el tango no está en la televisión abierta, ni siquiera como música incidental, cuando el 99 por ciento de los programas transcurren en la ciudad de Buenos Aires. Eso es algo que no voy a poder terminar de entender. Y en el cine tampoco está; no hablo del tango de los 40, la música de Buenos Aires, que curiosamente gusta en el resto del planeta, nosotros no la mostramos.

¿Por qué?

Porque estamos en una situación complicada. Yo me pregunto: ¿por qué un programa que transmitía los partidos de fútbol de los domingos hacía un video precioso de la gente que llegaba a la cancha y la música era anglosajona? ¿Qué tiene que ver eso con Parque Patricios? Porque está metido en la cabeza de los muchachos que ponen la música. Igual el tango persiste, lo que lamento es que quien compone, canta o baila tango tenga que ganarse la vida más en el exterior que en nuestro país.

“Las maneras de pensar la vida (…), el pensamiento político no tendrían por qué empañar una relación de afecto”.

 

¿Los argentinos vivimos “en orsai”?

Sí, lo que pasa es que, en la vida, a veces, el orsai te lo cobran. Lo que queremos los argentinos es vivir en orsai sin que lo cobren. Estamos complicados.

¿Cómo es un día común en tu vida?

Ahora estoy bastante atareado, pero en estos casi dos años que no hago teatro estoy recuperando las noches para mí. Vamos a ver qué pasa cuando inauguren la nueva versión de la calle Corrientes. Espero que vuelva la gente. Tuve la dicha de vivir, como decía Roberto Gil, “la calle que nunca duerme”. Y era verdad: hubo momentos en que todos los cines tenían trasnoche.

Agradecemos a FourSeasons Hotel por su colaboración en esta nota.

LA VIDA EN ORSAI

Nació en Dock Sud, y el día de su cumpleaños número trece se mudó al barrio de River, cuya sede no estaba en Núñez, sino en el mismísimo barrio de La Boca. “Mi infancia terminó ese día –afirma–, y ese día empezó mi adolescencia”. Hincha millonario como su padre y su hermano, vivía a dos cuadras y media de la cancha. “De chico iba a Sportivo Dock Sud; antes de que yo naciera, mi padre fue presidente del club, y en aquel entonces, los muchachos éramos hinchas de un cuadro de Primera B y de otro de Primera. A la cancha de River fui una o dos veces, pero cuando me mudé, pasó a ser un anexo de mi casa. Lo disfruté mucho, tuve una adolescencia hermosísima”.

Desde hace dos años, Luis es miembro de la Academia Porteña del Lunfardo, a la que suele visitar con frecuencia. “Es gente que sigue estudiando el lenguaje. Los jóvenes también utilizan el lunfardo, muchas veces en sentido inverso al que entendemos nosotros. No es lo que ellos maman, pero hay palabras que se siguen usando… ‘laburo’ es una palabra que no ha pasado de moda. Es un lenguaje muy rico, metafóricamente. Decir ‘la vida en orsai’ es toda una definición filosófica, una metáfora extraordinaria”.

EL CHISTE DE SER ACTOR

Pide una botella de agua con gas y rememora la época en la que en este terreno en el que se levanta el edificio, en pleno barrio de Recoleta, funcionaba la escuela a la que iban sus dos hijas. Nacido en 1940, “Beto” –como le dicen sus allegados y amigos– es “dragón de metal”. “¡¿Qué soy?! ¡No me preguntes de eso porque no sé nada…!”, dice entre risas. Según el horóscopo chino, los nacidos ese año son directos, explícitos, emotivos y para nada diplomáticos.

 

PREFERENCIAS

>>Vino, café o whisky: A la noche, durante las comidas, vino. También me gusta tomar alguna bebida espirituosa, como la grapa.

>>Música: El hábito de poner música en mi casa es una de las cosas que tengo que recuperar. Tengo mucha y variada; tango, ópera, sobre todo, ópera italiana, y también jazz.

>>Un personaje de nuestra historia: Domingo Faustino Sarmiento, que interpretó magistralmente Enrique Muiño. Otro que me hubiera gustado conocer más para hacerlo es Mariano Moreno.

>>Una locura: Muchas, lo que pasa es que cuando te sale bien, no lo vivís como locura… Me gustaba manejar muy ligero, y cuando salíamos de gira, lo hice con mi familia en rutas que no eran autopistas…

>>Un cable a tierra: Cuando éramos chicos había una forma de averiguar si estaban bien hechas las cuentas, que era la prueba del nueve. Había que hacer la operación al revés. A menudo hago la prueba del nueve para ver si estoy bien rumbeado, aunque a esta altura… debí haber aprendido.

>>Tres adjetivos que te definan: No me atrevería.

>>Un defecto: El que tenemos casi todos: insistir en los mismos errores.

>>Un deseo: Tener salud y morirme de un día para el otro.

>>La política: Ocupa un lugar importante. Me importa lo que pasa acá y en el mundo. Tengo un grupo de amigos con quienes hablamos mucho; el tema es a la mañana, cuando te encontrás a solas con el diario.

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