Si algo tienen en común nuestros lectores, es su pasión por relatos, dibujos y poemas. Aquí van dos cuentos y un retrato en homenaje al maestro Osvaldo Wehbe.
FLORECER
¡Hola! Siempre he admirado a todos los escritores y las escritoras que han dejado su huella en las hojas de su revista, y, en serio, anhelo dejar la mía también.
En una tarde muy cálida, la primavera ya entrante reemplazaba al frío invierno. Los pájaros cantaban alegrando el ambiente, las pocas flores que se veían tenían colores muy pálidos; excepto una flor de color rosado intenso, en su centro tenía toques amarillentos, sus hojas eran perfectas, no tenía espinas, y su tonalidad llamaba la atención de todas las personas que pasaban por el lugar.
Justamente pasa por ese sitio una feliz pareja tomada de la mano. A la chica le gustó la flor, así que le mandó a su enamorado que la tome; él intentó arrancarla, cortarla e incluso sacarle algunos pétalos, pero el hombre no pudo. Resignada, la pareja se va muy triste por no obtener la preciada planta. Y esa misma historia se repite varias veces con otros enamorados que pasan por allí, ninguno teniendo éxito.
Hasta que pasa de la mano una pareja de hombres hablando muy felizmente de un tema remoto; uno de ellos ve la hermosa y perfecta flor y va directamente hacia ella muy eufórico por tenerla. Pero el otro lo detiene agarrándolo del brazo y diciéndole que no se precipite. Entonces, se acerca con cautela hacia la planta, saca de su bolsillo una cinta blanca y envuelve el tallo de la florcita; y con mucho cuidado la estira hacia arriba, haciendo que sin ningún problema la casi plastificada cosa saliera con raíz y tan perfecta como siempre.
En fin, el primero totalmente emocionado le da un suave beso para luego sonreír e irse juntos con el misterioso objeto, que futuramente haría florecer muchas otras muestras de amor representadas en perfectas flores de plástico.
Romina Pereira
(15 años, Candelaria, Misiones)
LA CUARENTENA
Apenas retiro la revista de la sucursal, hasta que no la leo toda, no paro, realmente me gusta mucho, sigan así, me alegran la vida, sobre todo en estos días. Espero que les guste este cuento que escribí.
—¿Qué te pasa que tenés esa cara, Napoleón?
—Pasa que estaba lo más tranquilo, descansando en la alfombra y tuve que salir, porque el “Señor” está estresado, me tiene podrido.
—Y bueno, es tu papá —dijo el “Rasta”.
—A mí me pasa lo mismo —acotó “Peluca”—. Cuando te necesitan, sos el hijo, a mí también me tienen podrido. “Dale, hijo, vamos a pasear”, me dicen y tengo que ir aunque no quiera, pero cuando vos querés salir y ellos no, te gritan.
—A mí, el otro día, para mandarse la parte que respeta el protocolo de la pandemia, me puso un barbijo, pero cuando casi me ahogo, me lo tuvo que sacar —dijo “Diana”, la única del sexo opuesto del grupo.
—Conmigo no jode, ayer salimos a caminar y a la vuelta me empaqué y me tuvo que traer a upa hasta casa, menos mal que cuando llegamos, mi mamá me defendió, porque me quería mandar a dormir sin comer.
—Además de todo eso —dijo “Rulo”—, cuando salimos, me estaba haciendo pis y no encontramos ningún jardín posible, ni ayer ni en cada encuentro.
—Cómo se quejan, che —dijo el “Rasta”.
—A vos porque te sacan a pasear en coche —dijo “Samuel”—, pero a mí, cuando me quise subir al auto, me dieron una patada en el “tujes”.
—Está bien, compañeros, estamos acá reunidos para crear el “SIPU” (Sindicato de Pichichos Unidos), que de ahora en adelante, lleven a los gatos a caminar. ¡Nosotros nos declaramos en cuarentena!
Julio Vargas
(74 años, Ituzaingó, Buenos Aires)
HONOR AL GRAN MAESTRO
No me había animado a completar «La Página en Blanco» hasta el día que me enteré de la muerte de Osvaldo Wehbe. Leía la revista y al ver su foto quise homenajearlo. Sus historias me llegaban mucho, me transportaba a la infancia, y no solo con sus relatos de fútbol. ¡Uff, cómo voy a extrañar sus columnas!
Rodrigo Huenchullan
(42 años, Neuquén)